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Domingo, 28 Febrero 2016 - 3:09am

La guerra que Colombia no peleó!

Su amenaza bélica se extendió al Caribe, donde tres navíos colombianos fueron hundidos por torpedos.

Archivo
El afán de dominio y la soberbia del pueblo alemán impulsaron a Hitler considerarse el dueño del mundo.
/ Foto: Archivo
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La Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939, con la invasión sorpresiva de Alemania a Polonia. En ella, en poco tiempo, se vieron involucrados la mayor parte de los países de Europa, salvo siete que pretendieron permanecer neutrales.

Hitler y su movimiento anticomunista y frente a Rusia, había logrado cosechar buena parte de la opinión de sus súbditos y de partidos políticos de otros países. Envalentonado, pretendió imponer a sus ciudadanos tal  doctrina expansionista y guerrera. El afán de dominio y la acrecentada soberbia del pueblo alemán de ese momento, lo impulsaron a considerarse el dueño del mundo, y con tal motivación puso su mirada en países como Francia, la Unión Soviética, Noruega, Dinamarca, etc. Se aproximó a Mussolini, quien se había instalado como Gran Duce de Italia. Su vinculación con él sería definitiva para su ambición de ser el dominador de Europa, atrayéndolo para acrecentar el poderío recién obtenido, y hacerlo parte del imaginado nuevo imperio. Quiso, es su loca ambición, ir más allá del obstáculo natural que representaba el mar y con sofisticadas y modernas armas, pretendió saltar sobre la Gran Bretaña.

La locura y el poderío devastador mostrado por los países del llamado Eje, convencieron a los Estados Unidos a salir en defensa de ese medio mundo amenazado por el nazismo. La fortaleza de este nuevo invitado, pronto empezó a frenar la ambición del nazismo, entrando con todo su poder por el norte de África y saltando el Mediterráneo, en una campaña que lo convirtió en la barrera de tamaña obsesión. Por primera vez, Alemania empezó a mostrarse débil para superar al nuevo combatiente.  Mientras todo esto sucedía en Europa, en el resto del mundo la presencia alemana era ampliamente preocupante. Los orientales, con Japón al frente, se sintieron autorizados de irrespetar a los norteamericanos, y en ataque sorpresivo y total en Pear Harbor prácticamente acabaron con la fuerza naval de estos en oriente, pretendiendo cobrar los sentimientos de rencor que guardaba recónditamente. Finalmente, tuvo que acallar su atrevimiento con el despacho de dos bombas atómicas, que acusando la más cruel y espantosa mortandad, termin
aron radicalmente con el Imperio del Sol Naciente.

Tras todas estas imprevisibles situaciones, las ambiciones alemanas miraron hacia nuestra América, que con su riqueza petrolera abastecía las fuerzas norteamericanas y de Gran Bretaña.

En ese momento, el poderío de los ejércitos alemanes no se reducía a su presencia en la guerra en Europa. Su amenaza bélica se extendió a los territorios de ultramar con su flota de más de 250 submarinos, que por debajo del mar se hacían presentes en las más inesperadas regiones del mundo. En este caso, el mar Caribe, nuestro muy privado océano, fue atestado con más 100 de tales unidades. Se desplazaban con gran sigilo amparados en su invisibilidad y se constituyeron en la más temible arma, con sus ataques silenciosos y mortíferos. Sus presas preferidas lo constituyeron los barcos tanques petroleros que salían de las refinerías del Lago de Maracaibo, de Aruba y Curazao cargadas con gasolina y nafta, tan necesaria para atender los requerimientos de las fuerzas navales y aéreas de los Estados Unidos y de Canadá.

El otro frente que debían merodear los submarinos nazis, y que se convirtió en su mayor exigencia fueron los barcos, principalmente estadounidenses, que circulaban por el Caribe luego de atravesar el Canal de Panamá.  Como se ve, todos estos movimientos sucedían por frente de nuestras narices.

La recóndita presencia nazi se hacía en la forma más misteriosa y callada. Venezuela había desdeñado el riesgo alemán, al punto de que se sentía tranquila en medio de la más inexplicable ignorancia. Sus relaciones diplomáticas continuaban impertérritas sin husmear el peligro. Fue el 16 de febrero de 1942, cuando dos submarinos nazis entraron sigilosamente al Golfo de Maracaibo, torpedearon nada menos que a los tanqueros Monagas y Pedernales, echándolos a pique. En pocos días otro submarino, calladamente ingresó al área de las refinerías venezolanas en Curazao, destruyendo otro tanquero y dañando la instalación petrolera. Solo, en ese momento el presidente venezolano Medina Angarita se apersonó de su enorme descuido y procedió a romper relaciones con el país germánico, y a firmar un acuerdo de colaboración y asistencia mutua con los Estados Unidos. Sin embargo, fueron muchos más los daños de los lobos marinos, con sus U.Boots, así llamados, un poco más allá en el Océano Atlántico causando graves pérdidas y el
hundimiento de otros tanqueros con petróleo procedente de Venezuela.

La presencia armada alemana se daba por dos motivos estratégicos muy importantes; el control del tráfico de naves cargueras a lo ancho y largo del Caribe, en cuyo ejercicio sus submarinos hundieron un buen número de estas y, además, convirtiéndose en una amenaza latente al uso del Canal de Panamá, por donde fluía la mayor parte de los navíos de países participantes en el conflicto mundial.

La única acción que tomó la aviación norteamericana, fue la destrucción de la que se suponía era la base estratégica, que la flota nazi tenía montada entre Ciénaga y Santa Marta, sobre la que se especulaba era el escampadero de esas naves y sus tripulaciones.

Tales razones se conjugaron y obligaron a la aviación de los americanos a patrullar permanentemente los aires del Caribe.

Colombia sufrió también el resultado de la intrépida y peligrosa presencia de tales submarinos por cuya acción nuestra patria debió soportar la pérdida de tres navíos pequeños. Barcos, que tenían como base nuestras islas del Caribe, concretamente San Andrés y Providencia. Los cargueros Resolute, Roemar y Rubí fueron hundidos por los torpedos y ametrallamiento de estos piratas del mar antes de noviembre de 1943. Estas hacían viajes de cabotaje con pasajeros y carga, por el área de las múltiples islas del Caribe. Su desaparición solo despertó la protesta de nuestro gobierno en esa hora y  la declaratoria del Estado de Beligerancia contra Alemania,  país agresor.

Tras tales emboscadas y ataques aleves sobre las costas y puertos de nuestros mares caribeños, los EE. UU. resolvieron ejercer con su aviación una más estrecha y permanente vigilancia de todas sus costas, principalmente aquellas que estaban próximas al Canal de Panamá y las áreas productoras de petróleo, particularmente de Venezuela.

Aquí debo relatar la experiencia infantil vivida en 1942, durante mi permanencia en Barranquilla a donde había viajado por vacaciones. Por tales días se sucedían los V Juegos Bolivarianos y del Caribe, y durante ellos fui testigo del vuelo de una gran formación de “aviones norteamericanos de guerra” que se desplazaba con gran estruendo y a baja altura sobre la ciudad. La angustia sentida en el primer momento se disipó al explicárseme, que se trataba del patrullaje periódico que tales naves hacían, protegiendo las ciudades y costas de la presencia de los submarinos alemanes.

A raíz de la rotura de hostilidades con Alemania, decidida por Colombia en 1943, y considerada por el gobierno a raíz del hundimiento de los tres barcos mencionados, se generaron acciones enérgicas contra los ciudadanos alemanes y de otros países integrantes del eje nazi, deteniéndolos y extrañándolos a una finca en Fusagasugá y sometiendo además, a empresarios alemanes de Barranquilla y de otras poblaciones de la costa. Adicionalmente, fueron confiscados sus bienes y particularmente, los de grandes inversionistas de Barranquilla, donde la colonia alemana era particularmente pudiente y representativa, y a quienes se les cerraron y expropiaron instalaciones muy demostrativas del peso económico de esta, como el Colegio Colombo Alemán y el Club Social Colombo Alemán.

Obligó además, a que otras empresas cambiaran de propiedad, como las fábricas de medicamentos, las industrias metalmecánicas y las más representativas: El Banco Comercial Alemán y Scadta, compañía de aviación con una gran vinculación de pilotos y aeronaves de origen alemán.

Como se habrá visto, estas fueron las únicas medidas con las que respondió Colombia a las acciones beligerantes y agresivas de Alemania y al hundimiento impune de tres de nuestros barcos.

*Por: Álvaro Riascos F.

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