Donald Trump ha aceptado que se trata de un oponente digno y de cuidado.
Kim gana el respeto deseado al forzar un encuentro con Estados Unidos
Al aceptar una reunión con el líder norcoreano Kim Jong-un, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le dio a Pyongyang una victoria diplomática largamente buscada.
¿Podría la arriesgada apuesta de Trump abrir un camino para resolver su mayor y más peligroso desafío de política exterior?
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La decisión el jueves de aceptar la invitación de Kim, que tomó a todos por sorpresa, ciertamente sacudió las expectativas.
Ahora, si Trump quiere garantizar el desarme pacífico de Corea del Norte, tendrán que cumplirse una serie de cosas.
Complicada agenda
Washington siempre ha insistido en que quiere nada menos que la “desnuclearización completa, verificable e irreversible de la península de Corea”.
Ello implicaría la aceptación por el régimen de Kim de severas inspecciones internacionales a sus programas nuclear y balístico, que en los últimos años han logrado importantes avances.
Y, dado que Washington y Pyongyang no tienen relaciones diplomáticas y técnicamente apenas están disfrutando de una tregua en una guerra que comenzó en 1950, también sugeriría la necesidad de un tratado de paz.
Esto a su vez significaría que Estados Unidos deba reconocer implícita o explícitamente al régimen de Kim, que ha dicho que no abandonará las armas nucleares si se siente amenazado por Washington.
“Tenemos que estar preparados adecuadamente y no podemos subestimar a Kim Jong-un. Se está convirtiendo en un pensador estratégico”, dijo el veterano político y diplomático estadounidense Bill Richardson.
“Lo que no queremos hacer es quedar atrapados en una situación, en una negociación de alto nivel para la que no estamos preparados, donde no tengamos a nuestros mejores negociadores”, dijo Richardson, un experto en Corea del Norte, a la cadena CNN.
Tal vez la única negociación comparable en la historia reciente sea la que llevó al acuerdo nuclear con Irán en 2015 y a que Teherán abriera su programa nuclear a los observadores internacionales.
Pero eso fue el fruto de 14 años de trabajo diplomático preliminar, a veces encubierto, seguido de 20 meses de intensas negociaciones en las que participaron altos diplomáticos de Irán y seis potencias mundiales.
La primera reunión de Trump con Kim tendría lugar antes de fines de mayo, en menos de 12 semanas, y es posible que Washington no esté listo.
Presión máxima
Para algunos de los halcones de Washington, como Mark Dubowitz, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, incluso el resultado de las conversaciones con Irán es una señal de advertencia.
“La administración tiene que examinar las cosas detenidamente para ver si Corea del Norte es seria. Si están jugando con nosotros, deberíamos desplegar una presión máxima”, dijo el analista, que estimó que tanto el régimen norcoreano como el iraní son especialistas “en tratarnos como tontos”.
Aunque no haya sido consultado sobre la decisión impulsiva de Trump, el Departamento de Estado ya estaría preparando una estrategia de negociación para la eventual cumbre con Kim.
Apenas dos horas antes de que Trump anunciara a los reporteros de la Casa Blanca que habría un importante anuncio por parte de un jerarca surcoreano, los diplomáticos estadounidenses estaban a oscuras.
Al ser consultada a las tres de la tarde de ese jueves sobre las perspectivas de una reunión, una portavoz del Departamento de Estado dijo: “No vamos a programar conversaciones sobre conversaciones o cualquier tipo de charla o algo así en este momento”.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, estaba en Etiopía cuando se supo la noticia. Temprano en ese día, también él había minimizado las esperanzas de que la señal de Corea del Sur hacia su par del Norte condujera a un gran avance.
Si Trump o Tillerson decidieron consultar a expertos sobre la situación antes de hablar, no está claro de inmediato con quienes habrían abordado el asunto.
El representante especial de Estados Unidos para Corea del Norte, Joseph Yun, se retiró a fines de la semana pasada y aún no ha sido reemplazado.
Los contactos de Washington con Pyongyang son limitados, pero el año pasado Yun negoció exitosamente el regreso del estudiante universitario Otto Warmbier, preso en norcorea, quien fue repatriado en estado de coma y murió poco después.
Fue un firme defensor del compromiso diplomático -más que de las amenazas de guerra- para tratar con Corea del Norte, pero ahora no estará involucrado en las conversaciones.
A un paso de la guerra
Trump aceptó la invitación de Kim para encontrarse tras reunirse el jueves en la Casa Blanca con el consejero de Seguridad Nacional de Corea del Sur, Chung Eui-yong, quien transmitió el convite del líder norcoreano.
Pero la capacidad del gobierno de Trump para evaluar la estrategia y asesoramiento de Corea del Sur puede verse afectada por su fracaso en designar un embajador en Seúl, 13 meses después de asumir las riendas de la Casa Blanca.
Hasta fines del año pasado, se rumoreaba que el experto coreano Víctor Cha, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, era el principal candidato para encabezar la legación diplomática.
Pese a que a la postre no fue designado, el viernes formuló consejos y una advertencia en una columna en The New York Times.
“Si bien la imprevisibilidad de una reunión entre estos dos líderes no convencionales ofrece oportunidades únicas”, escribió, “su fracaso también podría empujar a los dos países al borde de la guerra”.
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