El joven Yurgen Carrascal contó a La Opinión los momentos de pánico y cómo logró salvar su vida.
Estudiante de la UFPS sobrevivió al terremoto que azotó a México
Salir del país es el sueño de muchos jóvenes colombianos que buscan nuevos derroteros profesionales y personales, pero para Yurgen Carrascal, estudiante de sexto semestre de Comunicación Social de la Universidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta, fue una experiencia que lo marcó de por vida.
El joven de 19 años, que se encuentra de intercambio en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, jamás olvidará ese martes 19 de septiembre, cuando por primera vez sintió el poder de un terremoto.
En su relato a La Opinión, Yurgen Carrascal, contó detalles del momento en que la tierra se sacudió, cuál fue su reacción, cómo han reaccionado los mexicanos y cómo logró salvarse.
Ese 19 septiembre, alrededor de las 1:22 de la tarde, cuando me encontraba en la plaza comercial vía San Ángel de Puebla (México), realizando una diligencia viví el terremoto más fuerte que nunca en mi vida había sentido. El sitio se estremecía de abajo hacia arriba, las alarmas de los automóviles sonaban y los vidrios del lugar rugían como si fueran a desplomarse.
Lo primero que se me vino a la mente fue que por Dios el edificio no se me fuera a venir encima. Corrí, era la única opción que tenía para salvar mi vida. Al momento de detenerme en el estacionamiento de automóviles tenía el corazón agitado, luego vinieron los mareos fuertes y sentí que me iba a caer, la tierra seguía moviéndose.
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Antes del momento del temblor, estaba hablando con mi hermano. Al terminar el sismo volví a comunicarme con él, asustado y entre suspiros cortados le conté lo que había sucedido, pero inmediatamente, minutos después, todas las señales colapsaron. El pánico, los gritos de las personas no se hicieron esperar.
Vivir esta experiencia lejos de casa, hizo que extrañara más a mis familiares, profesores y compañeros, a los que desde aquí envío un fuerte abrazo. Ahora, me encuentro bien física y mentalmente.
Con la calma vino el dolor
Desde el día del temblor de magnitud 7.1 que afectó al estado de Puebla, Morelos y estado de México. Las ciudades se han estremecido por un fuerte dolor, que al pasar de los días se ha convertido en silencio, producto de la tristeza al ver las víctimas mortales y los cientos de heridos deambulando por el lugar.
Pero hoy, más que ayer abrazo a México y a su gente fuerte, admiro que a pesar del silencio y los daños, une sus manos para levantarse.
Se movilizan y organizan como hormigas recolectando y llevando a centros de acopio ubicados estratégicamente en parques y universidades de las diferentes ciudades.
Todas las donaciones entregadas a los mexicanos, divididas en alimentos no perecederos, productos de aseo personal, medicinas y vestidos para adultos y niños son trasladadas a los albergues de la ciudad en donde residen temporalmente las víctimas.
Ayudar me sana
Al día siguiente del temblor, con un grupo de compañeros de intercambio de Ciudad de México, Mérida, Quinta Roo, Rusia y España nos movilizamos al centro de recolección de la Universidad Iberoamericana en donde realizamos actividades, ayudando a recibir los alimentos, productos y vestidos para los afectados.
Además: Tras terremoto, mexicanos refugiados en albergues dicen "¿y ahora qué?"
Fue un trabajo arduo, en donde como se dice en Colombia “sudamos la camiseta”, pero con una gran sonrisa todos ayudamos a marcar, empacar y subir a los camiones las cajas llenas de productos con destino a los albergues.
Hoy vivir esta experiencia ha hecho que ame aun más a México, que me acoge y deja ver su calor humano tan fuerte, en momentos de calamidades, en lo cuales al igual que todos los colombianos sacamos lo mejor de cada unos de nosotros.
Los turnos de voluntariado son muy fuertes, pero cuando todos estamos cansados el grito de “todos por México” nos ayuda a seguir marcando, envolviendo y enviado los productos a los afectados.
Al finalizar el día, vuelvo a casa para descansar y levantarme nuevamente al 100% con un solo fin, seguir aportando un granito de arena con mi apoyo, pues siempre que pueda caminar, estaré dando todo lo que esté a mi alcance para ayudar.
Colombia, hoy México nos necesita con sus oraciones y con la donaciones que podamos brindar, desde el fondo de nuestro corazón. Hoy nos une una misma lengua, un mismo Dios y sobre todo una historia común.
México, lindo y querido hoy haces que un estudiante de intercambio de Colombia, se enamore de tu pueblo.
¡Viva México!, viva su gente, su esfuerzo y su ganas de avanzar”.
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