La idea de bajar la temperatura de un lugar nació con la intención de combatir los efectos de la fiebre amarilla.
El médico ‘loco’ que se propuso hacer hielo
Entre iglesias y playas esmeralda, en medio de los destrozos que dejó el último huracán en el norte de Florida, hay un pueblo pantanoso bajo una nube de mosquitos: Apalachicola. Allí, hace dos siglos, un “loco” que ahora es un héroe local fabricó el hielo e ideó el aire acondicionado.
John Gorrie, un médico que se mudó a Florida en 1833 para responder a los brotes de fiebre amarilla, fue despreciado en la época por un colaborador del diario New York Globe como “un loco que piensa que puede hacer hielo con su máquina, como si fuera Dios Todopoderoso”.
Así se burlaron de su sudorosa obsesión por inventar el invierno.
Es comprensible: Florida es una península calurosa y llena de mosquitos en el sureste estadounidense. Tanto, que en 1819 los españoles cedieron este territorio a Estados Unidos porque no habían podido poblarlo. De buen seguro, si hubiese habido aire acondicionado entonces, se lo habrían pensado mejor.
A este fin apuntaba Gorrie, que creó poco después, en los años 1840, una máquina que hacía hielo e inadvertidamente ideó el aire acondicionado.
Decidido a hallar la cura contra la fiebre amarilla, cuyas frecuentes epidemias producían más terror que los huracanes, el médico formado en Nueva York se mudó a Apalachicola, el epicentro de este mal.
Pronto asoció la fiebre amarilla con el calor y pensó que la enfermedad, muchas veces mortal, se transmitía por lo que la gente llamaba el “gas del pantano”.
Su tratamiento consistió, entonces, en enfriar las habitaciones de los enfermos con su máquina de hielo.
Se equivocaba, pero no estaba muy lejos de la verdad: cerca de 50 años después se supo que el vector de la fiebre amarilla eran los mosquitos, que en efecto prosperan en los pantanos y mueren cuando hace frío.
“Por esta razón el país hoy lo reconoce como el Padre de la Refrigeración, y no como un gran médico”, sonríe Jeremy Roundtree, guardaparques de los Servicios de Parques de Florida.
“Pero sí era un gran médico, sólo que estaba batallando contra el enemigo equivocado en el lugar correcto”, dice el guardaparques en el diminuto Museo Gorrie, orgullo de Apalachicola, donde hay una réplica de su máquina de hielo.
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La loca máquina de hielo
La invención de Gorrie es un aparato mecánico, de madera, con un motor a vapor y una serie de manivelas que condensaban y expandían el aire hasta que, gracias al ciclo de la termodinámica descubierto apenas unos años antes, se producía hielo como resultado del intercambio de calor.
Para 1848, Gorrie estaba haciendo 12 bloques de hielo por día. El doctor colocaba este hielo en una parte alta de la habitación. El aire caliente, que tiende a subir, se enfriaba y volvía a caer, refrescando el ambiente. Y así al paciente le bajaba la fiebre.
Por esto Gorrie es considerado el pionero del aire acondicionado, si bien este aparato como tal fue inventado medio siglo después.
Pero en 1851, el año en que Gorrie patentó su máquina de hielo, era aún muy pronto. La gente entonces no estaba preparada para esta obra del demonio, porque el hielo, obviamente, sólo lo hace Dios.
“La ciencia, sabes, todavía hoy no siempre camina de la mano con la religión”, dice el guardaparques Roundtree.
Por esto, aunque había logrado mejorar la calidad de vida de sus pacientes, Gorrie nunca pudo vender una máquina. Había sido un miembro respetado de la comunidad e incluso fue alcalde de Apalachicola, pero murió en 1855 pobre, difamado y convertido en el hazmerreír del pueblo.
“Su historia cabe dentro de la típica familia de historias de Florida, en las que siempre hay un giro que te hace negar con la cabeza”, comenta Craig Pittman, un periodista y escritor local que se especializa en las historias raras que tanto se dan en este estado.
“A Gorrie se le ocurrió una innovación brillante y visionaria que ayudó a la gente, así que lógicamente fue calificado de chiflado y murió sin un centavo”, dice Pittman, autor del libro “Oh Florida!” sobre la idiosincrasia local.
Hasta los años 1940, Florida era el estado menos populoso de Estados Unidos. Los hoteles cerraban en verano porque era demasiado caliente y las legiones de mosquitos mortificaban a la población.
Hubo que esperar hasta que se popularizaran el aire acondicionado y el insecticida a mediados del siglo pasado para que esta región fuera habitable.
Hoy en día, Florida estima tanto a Gorrie que su estatua representa a este estado en el Capitolio, en Washington.
“Todos decían que estaba loco”, dice Roundtree. “Pero hoy en la ciudad de Apalachicola, como puedes ver, amamos y honramos al doctor Gorrie”.
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