Ha dicho que su prioridad al inicio del gobierno, en lo social y en la salud, será derogar la reforma sanitaria.
¿Donald Trump cumplirá sus amenazas?

Ya lo dijo Donald Trump: su prioridad al inicio del gobierno, en lo social y en la salud, será derogar la reforma sanitaria, el gran legado de su predecesor en la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama. La Ley, más conocida como Obamacare (Obama cuidados) le garantiza a 20 millones de estadounidenses la cobertura en salud.
“Es, guardadas las proporciones, el Sisbén norteamericano”, dice Fernando Guzmán, experto en relaciones internacionales y exmagistrado del Tribunal Administrativo del Valle.
La Ley Obamacare señala de hecho que, si algún estadounidense no tiene seguro médico tras la reforma, será multado. Eso obliga a los jóvenes - y saludables- a comprar un seguro y con esos recursos las aseguradoras cubren los costos para darles cobertura a los que antes no podían: ancianos, enfermos. El Gobierno, además, debe hacer aportes.
El argumento de Trump para derogar la reforma es justamente que es costosa para las arcas públicas y para los estadounidenses que pagan los seguros. En este año, las primas de dichos seguros, es el cálculo, aumentarán el doble que en 2016.
El problema, sin embargo, es que Trump propone derogar la reforma, pero no ha explicado qué hará para reemplazarla, por lo que la cobertura en salud de millones de estadounidenses está en riesgo.
“Hay que entender que Estados Unidos, dentro de los países industrializados, tenía un déficit muy grande en cobertura para sus ciudadanos, sobre todo las clases media bajas. Haber superado ese déficit es el gran aporte de Obama. Si se echa atrás ese avance social se verían muy afectadas las clases menos favorecidas y esa es una de las grandes incertidumbres que ha generado Trump en la sociedad”, dice el exmagistrado Fernando Guzmán.
Pero no solo lo que pasará en la salud preocupa a la sociedad estadounidense, en especial la comunidad latina. También la educación. Con Trump en el poder se habla de desestimular la educación gratuita.
En campaña habló, por ejemplo, de eliminar el Departamento de Educación, que otorga becas y fondos para las escuelas públicas.
Y a lo anterior hay que agregar que Trump prometió eliminar el DACA, una especie de protección a los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos siendo niños y que les evita la deportación y les otorga permisos de trabajo, pero que no proporciona estatus legal.
“En resumidas cuentas, nuestra comunidad latina en EE. UU. está muy temerosa por las políticas sociales que se pueden implementar desde este mes. Porque en el caso de Trump pareciera que no aplica el dicho aquel que dice que ‘perro que ladra, no muerde’”, comenta Holbein Giraldo, investigador de la Universidad Libre.
La economía, otra incógnita
El discurso proteccionista de Trump para la economía estadounidense también está generando preocupación en el mundo. Ya se vio el ejemplo de Ford, que canceló la construcción de una planta en México. De tajo se perdieron 2800 empleos.
Al respecto el analista Andrés Felipe Giraldo advierte que, en caso de que Trump efectivamente imponga medidas proteccionistas, podría llevar al mundo a una recesión.
“Debemos ser conscientes que, para la nueva administración, las relaciones comerciales y la integración económica no son una prioridad. En cambio hay dos temas grandes que debemos ver con atención: en los últimos años la inversión en infraestructura en Estados Unidos no ha sido un tema de primer orden en la agenda del Gobierno Federal. Para Trump actualizar vías, ferrocarriles, puertos y aeropuertos hace parte de la médula de su política económica y por ello tiene un plan de US$550.000 millones. El efecto es irrigar con liquidez a la economía estadounidense, y en ese sentido se espera que se impulse el crecimiento. Por supuesto que una economía de los Estados Unidos en expansión es una buena noticia, pero, ¿dónde está el sabor agridulce? Las medidas proteccionistas y el empeño de Trump en cerrar la economía tendría efectos no tan favorables, especialmente para países como México y las economías emergentes. Estamos en un punto donde la incertidumbre es mayor: lo que puede impulsar a la economía mundial -el plan de infraestructura-, puede, si se mezcla con proteccionismo, llevar al mundo a una desaceleración y, por qué no, a una posible recesión”.
Es decir: Trump, según su discurso, hace parte de la corriente antiglobalización, la integración mundial del comercio, y en cambio promueve el nacionalismo, la protección del mercado local. Y eso, en un mundo que cada vez más funciona gracias a los tratados de libre comercio, puede ser peligroso.
“Llevamos mal contados 20 años de globalización, un fenómeno que comenzó después del llamado Consenso de Washington de 1989. Ya hay unas economías que están marchando según tratados de libre comercio, y reversar el tema puede tener efectos muy complicados, sobre todo en la generación de empleo. Hay empresas que dependen del libre comercio. Así que aplicar el proteccionismo en estos tiempos es un remedio que puede ser peor que la enfermedad”, insiste el exmagistrado Fernando Guzmán.
Aunque en el discurso Trump sobre la economía, y sus propuestas, hay que tener varias consideraciones. La globalización de la economía, dice el analista Holbein Giraldo, ha sido una propuesta de las élites económicas norteamericanas. Que Trump apele al proteccionismo es desconocer la trayectoria del país. Y ese proteccionismo, a la larga, le podría generar tensiones con el sector al que pertenece Trump, el empresarial, lo que evidentemente no le conviene.
El politólogo Felipe Barrera agrega además que el de Trump será un gobierno entregado al espectáculo, “algo que está en su ADN, recuerda su participación en realitys y su cercanía a figuras de Hollywood como Silvestre Stalone, al que le ofreció un puesto en su administración. Trump tiene la gran habilidad de ponerle la agenda a los medios. En ese sentido su directriz política será divertir al ciudadano-espectador, satisfacer estereotipos y gobernar a partir de eslóganes, símbolos e imágenes demagógicos y no a partir de políticas públicas realistas, estructurales y necesarias. En lo económico lo está demostrando con las amenazas a fabricantes de autos como Ford que construyen sus plantas en otros países para comercializarlos en Estados Unidos. Una clara obstrucción a la libertad económica, pero que recoge flores y aplausos entre el núcleo duro de sus electores”.
Trump, en otras palabras, dice lo que sus seguidores quieren escuchar, con una variable advertida por Paul Sracic, profesor y director del Departamento de Relaciones Políticas e Internacionales de la Universidad Estatal de Youngstown. En un artículo publicado en CNN escribió: “Como la mayoría de los analistas durante la campaña fallaron en entender la fuerza que tuvo el atractivo de Trump sobre los votantes descontentos, los economistas fallan en reconocer la sustancia de su mensaje sobre el empleo y el comercio. Salena Zito, la única reportera que pareció captar ese atractivo desde el principio, notó que los partidarios de Trump ‘lo toman en serio, pero no literalmente’, mientras que la prensa y sus detractores hacen exactamente lo contrario”.
“Esta apreciación -agrega Sracic- también aplica cuando se trata de la política comercial de Trump. Es mejor no tomar su retórica proteccionista de campaña en un sentido demasiado literal. La retórica proteccionista es más una amenaza que un plan de acción. En su libro ‘Los Estados Unidos que merecemos’, Trump aseguró que ‘necesitamos negociaciones más duras, no muros proteccionistas alrededor de EE. UU’”.
José Rodrigo Núñez, profesor de derecho internacional, magister en gestión pública, abogado, piensa algo similar. A Trump, y lo que dice, no hay que temerle tanto.
“Hay una tendencia, una línea de acción en casi todos los gobiernos: su propuesta inicial de campaña se va matizando, organizando, reestructurando. En este caso la propuesta inicial de Trump, que es altamente extrema, se irá matizando. Porque la situación con América Latina, si se torna tensa, genera demasiada presión interior, lo que a Trump no le conviene. Así que, en conclusión, es cierto que en su primer año de gobierno se prevé muchísima tensión por su discurso, sus propuestas. Tiene que cumplirle a su electorado, por lo menos de palabra, lo que prometió en campaña. Pero cuando haya sucedido eso, el gobierno moderará su política. Sucede con todos los gobiernos. Ya ha hay grupos que están presionando las políticas agresivas de Trump, que deberá moderarse. Por eso insisto en que no hay que temer como se está temiendo”.
Se espera diplomacia con el mundo
Sin duda la gran tensión mundial que ha generado Trump tiene que ver con lo que serán sus relaciones diplomáticas con países con los que Estados Unidos tiene disputas como, por ejemplo, Rusia.
Analistas temen en ese sentido que por su personalidad explosiva, Trump se enfrasque en discusiones con otras potencias. “El tema nuclear es un asunto de primera instancia con la Unión Soviética, Corea del Norte, Irán. Allí van a haber tensiones y eso tendrá que ver en gran parte con la personalidad del nuevo presidente de Estados Unidos”, dice el investigador Holbein Giraldo.
El analista Andrés Felipe Galindo sospecha que con Trump habrá un retroceso en el manejo de las relaciones internacionales: se privilegiará la fuerza y la intimidación. “Podemos ver cómo será todo en la medida en que hemos visto su retórica con México”.
El experto en relaciones internacionales Fernando Guzmán comenta sin embargo que, por fortuna, Trump no gobierna solo. El sistema norteamericano tiene contrapesos que podrían amainar sus políticas extremistas. Es lo que también piensa el profesor José Rodrigo Núñez.
“Trump tiene demandas externas para que intervenga con moderación. Pero va a generar tensiones. Este año será tensionante en cuanto a su discurso. Pero el tema del muro con México se va a renegociar. Estados Unidos no hará el muro y a cambio México deberá demostrar controles a la migración. Así funciona la política. Trump, insisto, le cumplirá a su electorado en su primer año a través del discurso, pero después se moderará”.
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