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Sábado, 14 Julio 2018 - 1:00am

Una fábrica de cementos para Cúcuta

Entre 1912 y 1916 se origina un gran auge industrial.

Por su privilegiada ubicación geográfica, Cúcuta aprovechó esa coyuntura para promover un desarrollo económico que sería la envidia de sus congéneres nacionales. A raíz del devastador sismo que asoló la ciudad en 1875, los entonces dirigentes se dieron a la tarea de conseguir los últimos adelantos de la ciencia y la tecnología, de manera que su reconstrucción fuera lo más moderna posible. Por esta razón, muchas de las novedades que se tenían en las más importantes urbes del mundo, fueron contratadas para ser instaladas en la ciudad. Baste mencionar, el ferrocarril y tranvía, el alumbrado público, la empresa de teléfonos, eso sin contar con el activo movimiento comercial de importación y exportación que hacía de Cúcuta una de las ciudades de mayor atractivo para el impulso de los negocios.

A pesar de las dificultades que sufría el país, por una economía dominada por la producción y exportación únicamente de bienes agrícolas que empezó con el tabaco, continuó con la quina y terminó con el café, situación que se presentó desde la Colonia y que duró hasta bien avanzado el siglo XX, el desarrollo industrial de San José de Guasimal, comenzó bien temprano, a finales de los años 1800, con una breve interrupción por la Guerra de los Mil Días, retomando su ritmo en la segunda década del siglo pasado. 

Entre 1912 y 1916 se origina un gran auge industrial. La puesta en marcha de grandes empresas de entonces, sitúa a Cúcuta entre las cinco ciudades de mayor desarrollo del país. Se crean fábricas de fósforos, de harinas y pastas alimenticias, se da al servicio la Cervecería Santander, que además surtía de hielo, un producto esencial para la conservación de alimentos; se instala el primer ingenio cafetero en Durania y se funda la “Hilandería Santander”, donde se elaborarían las telas producto de los algodones que se cultivaban en los calurosos valles de los ríos circundantes, incluso en 1920 se aprobó una ordenanza que autorizaba la organización de una empresa de aviación que uniera el departamento con la Costa Atlántica y los departamentos de Santander y Boyacá, todo ello con el objeto de apoyar las iniciativas de nuestro personaje Camilo Daza, la cual fue bautizada con el nombre de Sociedad Nortesantandereana de Aviación.

Sin embargo, algo faltaba para concretar un desarrollo sostenible. Hasta este momento, la construcción y sus materiales no habían sido considerados. Las pocas edificaciones que se levantaban en la ciudad, estaban erigidas con el material más abundante en la región, la arcilla, pero de ella solo se producían adobes, esto es, ladrillos crudos, que dicho sea de paso, aún subsisten muchas de ellas en los barrios más antiguos. Apenas normal que esto sucediera, pues estaba comprobada su sismoresistencia, en una ciudad donde eran frecuentes los movimientos telúricos.

Los primeros materiales de construcción debidamente tratados fueron los baldosines para pisos, registrándose la empresa “Mosaicos Cúcuta” como la primera en 1922.  A partir de entonces, los empresarios más renombrados empezaron a promover otras actividades relacionadas y en 1926 se constituye la “Compañía Nortesantandereana de Cementos”. En el sector de Los Vados, se construyeron  algunos hornos primitivos y se instalaron unos molinos que elaboraban un cemento artesanal que a duras penas, satisfacía las necesidades de los ingenieros constructores y maestros de obra, razón por la cual, la empresa no tuvo la aceptación esperada. El cemento seguía trayéndose del interior del país y en algunos casos, se traía importado por el puerto de Maracaibo, desde Norteamérica.

A mediados del siglo XX, la industria cementera comenzó su expansión por el país y fue nuestra vecina Bucaramanga la primera en construir una planta, que durante años surtió  la demanda de la ciudad, cuando no se traía de la planta que por esa misma época se construyó por los lados de Capacho en el vecino estado Táchira. Casi simultáneamente, se creó una fábrica de cementos especiales en San Gil, Santander, aprovechando los ricos yacimientos de yeso que le proveían de materia prima para sus productos.

La dependencia en el suministro del cemento frenaba el desarrollo de la construcción, que por los años cincuenta comenzaba a presentarse, y por tal motivo, empresarios encabezados por don Aziz Abrahim, solicitaron la colaboración de la compañía estadounidense F.L. Smidth & Co. para la realización de un estudio, que entonces se llamaba de tierras y aguas, que determinaría la viabilidad del proyecto.

El estudio resultó positivo y se definió un monto de dos millones de pesos el valor de la inversión, de los cuales los empresarios disponían del cincuenta por ciento y esperaban que el Departamento y el municipio aportaran el veinticinco por ciento, el resto sería aportado por la compañía americana que suministraría la maquinaria. Por inconvenientes económicos, el proyecto no se realizó.

Ante la persistencia de los empresarios regionales, en 1960 se produce un nuevo acercamiento, esta vez con los propietarios de la fábrica de Cementos Hércules de San Gil, quienes con el apoyo del Ministerio de Minas y Petróleos que aprobó las licencias de importación de la maquinaria, iniciaron el montaje de la planta, en el mismo sitio donde hoy se encuentra.

La empresa se llamó “Cementos del Norte S.A.” y su capital autorizado fue de diez millones de pesos, de los cuales se suscribió el 56%; acciones que tenían un valor nominal de $10. Los mayores accionistas fueron las fábricas de cementos Hércules y Samper con el 27% y 14% respectivamente. La Empresa Licorera del Norte de Santander participó con el 0.1% siendo el único aporte del sector oficial; el 44% restante lo aportaron 113 accionistas privados , la mayoría empresarios de la ciudad.

La producción se inició en forma en 1965, año en que se vendieron un poco mas de 28 mil toneladas. En 1970, la empresa estaba en el máximo de su producción, motivo por el cual se realiza el primer ensanche de la planta, mediante la instalación de un nuevo horno rotatorio y sus equipos auxiliares, estudio en el cual tuve el honor de participar y que sirvió como tesis de grado para obtener mi título profesional.

El buen desempeño demostrado en la fabricación de su producto y su calidad, hizo que las grandes compañías productoras pusieran sus ojos en ella, siendo adquirida primero por la empresa “Cementos Diamante”, hoy propiedad de la multinacional “Cemex”.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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