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Sábado, 17 Septiembre 2016 - 2:42am

Huelga en la Escuela Industrial

Las huelgas y paros estudiantiles no eran frecuentes ni comunes por esa época.

Después de los hechos del 9 de abril del 48, todo el país se vio inmerso en situaciones de un precario orden público en todo el país. Por esa razón, resultó algo extraño que se produjera un movimiento huelguístico, apenas un año después de este infausto suceso. Toda la administración pública estaba en manos de los militares a quienes se les había entregado la misión de mantener la tranquilidad. Solamente unos pocos cargos eran manejados por personal civil, obviamente del partido de gobierno, entre esos, la gobernación del Norte de Santander, en esos momentos en manos del doctor Carlos Vera Villamizar.

De hecho, las huelgas y paros estudiantiles no eran frecuentes ni comunes por esa época y este evento constituyó una acción insólita en la Cúcuta de mediados del siglo veinte. La Escuela Industrial era un establecimiento público que impartía educación y capacitación en actividades industriales como mecánica, electricidad, carpintería y otras manualidades que resultaban de mucho interés para la juventud y de mucha utilidad para la ciudad y la región. Estaba ubicada en las inmediaciones de la Cervecería Nueva, en la calle trece entre quinta y sexta. Había comenzado en el año 1949 y la Industrial, como se le llamaba familiarmente, iniciaba ese nuevo periodo académico con una renovada planta de profesores, muchos de ellos al parecer, sin las competencias requeridas para la difícil labor de educar y capacitar la juventud en las áreas anteriormente expuestas.

Decían las informaciones periodísticas, a raíz de este caso, que los estudiantes de la Industrial no pedían menos horas de trabajo, ni mejor alimentación o confort en los alojamientos, ni más horas de recreo. Estos muchachos, ávidos de aprender, estaban pidiendo los elementos mínimos  para cumplir su cometido, maquinaria para perfeccionar sus conocimientos y profesores idóneos y capaces que les enseñen e instruyan en los procesos y técnicas necesarias para desempeñarse con eficacia.

Pero veamos cómo empezó todo este embrollo. Desde comienzos del año lectivo, los estudiantes veían cómo la situación de la Industrial venía deteriorándose paulatinamente, sin que el rector Francisco Anaya Prada tomara las previsiones necesarias para solventarla. La falta de implementos y la obsolescencia de los actuales, en los talleres, además de los cambios en el profesorado, por nuevos maestros, al decir de los estudiantes, sin los conocimientos necesarios, impulsaron a los alumnos del último año, el tercer año de entonces, a plantearle a las directivas, en cabeza del director, una solución que no sólo no fue atendida sino recibida con la mayor displicencia y desprecio, al punto de amenazar con tomar represalias para amedrentar y tomar venganzas con el fin de hacerlos desistir de sus justas aspiraciones. Por estas razones, el martes 15 de marzo a las nueve de la mañana, empezó el movimiento huelguístico de los alumnos de tercer año, encabezados por el estudiante Uwaldo Carvajal, con el apoyo del profesor A
ntonio Carreño, quien tenía a su cargo las asignaturas de educación física. Enterado el alcalde, capitán Cuervo Araoz, de inmediato hizo destacar dos piquetes de policías, uno en cada esquina de la calle 13 donde tenía su sede la Escuela Industrial y minutos más tarde, hizo presencia allí, para dialogar con el rector de la institución sobre las peticiones del alumnado y demás problemas de orden interno del instituto. A su llegada, el rector ordenó formar a los estudiantes, quienes se rehusaron. En vista de semejante desacato, los amenazó con expulsión, lo cual enardeció más los ánimos, haciendo que los muchachos pidieran de viva voz su retiro; confundido se retiró a su despacho, fue entonces cuando el profesor Carreño tomó la dirección del movimiento, ordenando la formación en el patio de entrenamiento, siendo obedecido inmediatamente. El alcalde, entonces, exhortó a los estudiantes a guardar el orden, la tranquilidad y la compostura y los invitó a seguir a las aulas a fin de no causar impresiones desagradabl
es para con la tradición que le habían infundido, de tiempo atrás, al  establecimiento. Además les explicó a los jóvenes que la presencia de la policía no tenía otra misión que la de guardar el orden y protegerlos  de cualquier alteración deplorable. Terminó pidiendo el nombramiento de una comisión para que se trasladara a la Secretaría de Gobierno e informara sobre el particular. Seguidamente, el secretario de educación, mayor Hernández Pardo, se reunía en el despacho del rector en compañía del alcalde de Pamplona, capitán Alonso Sánchez y el alcalde de la ciudad para enterarse de la situación. De esa reunión se hizo énfasis en que no se permitirían disturbios ni desfiles huelguísticos, conforme a un decreto promulgado, a nivel nacional, por el presidente Ospina Pérez. Mientras tanto, los reclamantes habían elaborado el manifiesto en el que pedían la renuncia del rector y del profesor Ramiro Calderón. El manifiesto hace graves acusaciones al rector por su desorganización y frialdad para resolver los problema
s de la Escuela y pide mejores profesores.

Finalmente intervino el gobernador, quien en primer lugar, declaró ilegal el paro y reafirmó que su despacho no tenía conocimiento de los problemas que aquejaban a la comunidad educativa de la Industrial; pidió un compás de espera mientras el ministro de educación respondía el telegrama que le habían enviado informándole el acontecimiento pero sin mencionar las peticiones de retiro del rector y el profesor Calderón.  Para resolver este impasse disciplinario, el rector declaró la suspensión del profesor Carreño, promotor reconocido como responsable del paro, fomentando la indisciplina y azuzando a los alumnos contra la institucionalidad. A la mañana siguiente, se reunió el consejo directivo para escuchar los descargos del profesor Carreño, quien relató cronológicamente los hechos “amorales, las vulgaridades y la incapacidad de muchos de los nuevos docentes.” Analizados los hechos y luego de una breve discusión, el consejo directivo restituyó en su cargo al profesor Carreño, por considerar que intervino volunta
riamente para acallar, apaciguar e intervenir a favor del orden, de la moral, de la disciplina y del buen nombre del establecimiento. Mientras esto ocurría, los alumnos de los cursos inferiores se habían adherido al paro en solidaridad con sus compañeros y el problema parecía extenderse, pero nuevamente intervino el gobernador Vera, logrando la colaboración del ministerio para la consecución de la maquinaria y los materiales como parte de los requerimientos de los estudiantes. Y aunque no se hizo mención de lo sucedido con el resto del profesorado, el movimiento huelguístico se levantó y aprovechando el festivo del 19 de marzo, la Escuela íntegra, salió a desfilar, encabezados por su banda de guerra, así como los demás colegios, en la tradicional parada que se cumplía religiosamente todos los años.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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