La inauguración revistió especial solemnidad, como todos los actos que por esos años se acostumbraba.
El edificio de Colseguros
Antes de que la Compañía Colombiana de Seguros dejara de ser colombiana y pasara a manos del grupo alemán Allianz, ejecutaba grandes inversiones en todas las ciudades grandes, medianas y pequeñas del país, como una estrategia para garantizar el cubrimiento de su patrimonio y como una manera de contribuir con el desarrollo regional.
Esta centenaria empresa, que con el paso del tiempo se fortaleció, garantizando a propios y extraños, sus bienes y sus vidas, tenía en Cúcuta uno de sus principales mercados en el ramo de los seguros y de los demás servicios financieros que prestaba, especialmente en el ramo de capitalización, uno de los servicios que la compañía alemana eliminó de su portafolio, probablemente porque no entendieron el negocio, pues en Europa éste no existe, por razones de cultura y probablemente por razones fiscales.
Antes de cumplirse la primera mitad del siglo 20, la dirigencia empresarial de Cúcuta, hizo circular entre los altos mandos de las grandes empresas del país, una particular invitación para que se vincularan a la capital nortesantandereana con inversiones significativas que reflejaran el grado de confianza que tenían en ella y que contribuyeran como una retribución a la ciudad, dentro de la cual desarrollaban su actividad con toda prosperidad y beneplácito público.
Concretamente lo que pedía la Sociedad de Mejoras Públicas, por intermedio de su presidente, el doctor Rodrigo Peñaranda Yáñez era que ‘dotaran de sendos y hermosos edificios, con ocasión de cumplirse el aniversario 75 del terremoto y resurgimiento de Cúcuta.
La sorpresa fue grande cuando la compañía de seguros le respondió a la Sociedad de Mejoras, que entre sus planes no figuraba realizar ninguna construcción, pero que lo haría cuando la oportunidad se presentara.
Tal respuesta causó un malestar mayúsculo entre la comunidad al punto que se promovió un boicot contra la vieja y meritoria entidad aseguradora. El hecho pasó al olvido al poco tiempo, sin embargo, un año más tarde, de manera silenciosa, la empresa de seguros compró un inmueble algo deteriorado en la avenida quinta entre calles doce y trece, media cuadra arriba del almacén de Tito Abbo, con la intención de construir allí, un moderno edificio.
La noticia no fue difundida por la aseguradora sino que se supo como una “chiva” que se filtró en la Notaría Primera de la ciudad, donde se firmó la correspondiente escritura. Al regarse la noticia, de boca en boca, como era tradicional entonces, la Sociedad de Mejoras Públicas, le envió una comunicación, manifestándole su complacencia por la decisión tomada, que aunque pasado el aniversario del terremoto para el cual habían solicitado la obra, ésta sería un aporte significativo para el progreso de la ciudad y la región.
La presidencia de la compañía le respondió a la Sociedad de Mejoras, agradeciéndole su gesto y que la construcción del edificio se haría en un plazo muy corto, de seis meses como máximo y que estaría dotado de todas las modernidades que hasta ese momento se disponía.
La construcción del edificio estuvo a cargo de la empresa constructora Ibáñez & Manner Limitada, quienes por esos años habían sido encargados de la mayoría de las grandes edificaciones de la ciudad.
La planificación aprobada para el edificio era de un edificio de tres plantas, en las cuales, la primera estará ocupada con los almacenes de automotores, repuestos y los numerosos electrodomésticos que ofrecía el negocio de los señores Larsen & Gavassa, empresarios de larga trayectoria y con otras actividades empresariales en la ciudad de Bucaramanga.
La segunda planta se pondría a disposición de la compañía aseguradora, para instalar sus oficinas y dependencias, así como las salas de atención a sus clientes. En el tercer piso se construirían unos apartamentos que serían ofrecidos en alquiler y con los cuales se recibirían unos ingresos con los que la compañía buscaba recuperar parte de la inversión.
La inauguración revistió especial solemnidad, como todos los actos que por esos años se acostumbraba, con derroche de alegría y la presencia de distinguidas damas y numerosos caballeros representantes del gobierno, la banca, la prensa, el clero, el comercio y la industria.
El acto central, era la consabida bendición de las instalaciones, en esta ocasión presidida por el Vicario de la diócesis, el presbítero Daniel Jordán quien, por sus dotes y cualidades de elocuente orador, fue el encargado de pronunciar las palabras de agradecimiento y congratulaciones a la Compañía Colombiana de Seguros por “esta obra de progreso para la Capital del Norte de Santander”, a los ingenieros constructores, por haber cumplido en el tiempo estipulado y haber dado al servicio la imponente construcción y a cuantos, “en una u otra forma se han vinculado a la espléndida realización.”
Al recibir el edificio, el Gerente General de la compañía, el doctor Edmundo Beltrán, hizo un hermoso elogio de la ciudad y con esta obra demostró la buena voluntad que siempre había animado a la Colombiana de Seguros para corresponder dignamente a la amplia acogida que se le había dispensado en la ciudad y en todo el departamento; terminó su alocución agradeciendo a la firma constructora por el esmero que había puesto en la ejecución y por los buenos resultados obtenidos.
La aseguradora aprovechó la oportunidad para condecorar a sus representantes en Cúcuta, al doctor Gabriel Rojas Espinosa y de manera especial a su gerente regional, don Sixto Jaramillo Cabrales.
La velada terminó con el coctel que fue ofrecido a los asistentes y el respectivo bufet, al cabo del cual y para despedirse, fueron expresando a los anfitriones su satisfacción y gratitud por la obra que le hace honor a la ciudad.
Actualmente, el edificio continúa en pie, con las modificaciones que el tiempo le impuso, pero tal vez, la más importante es la adecuación que se le hizo a la última planta, que transformó los apartamentos en unas amplísimas oficinas, en desuso hoy, dedicado exclusivamente a actividades comerciales y profesionales.
*Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com
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