Este plantel de Pamplona nació el 5 de marzo de 1823 y estaba ubicado en la esquina suroriental del parque Águeda Gallardo.
El día que quisieron cambiarle el nombre al Colegio Provincial
El colegio Provincial San José de Pamplona, es la institución educativa insignia del departamento, nacida como ‘la Casa de Estudios’ de esa ciudad, fundada gracias a los buenos oficios del general Francisco de Paula Santander, quien dicho sea de paso, fue el mayor impulsor de la educación en los inicios de la República, pues fue durante su administración que se establecieron los más importantes colegios, en las principales ciudades del país.
El colegio Provincial nació oficialmente el 5 de marzo de 1823 y estaba ubicado en la esquina suroriental del parque principal, hoy llamado Águeda Gallardo, en honor de la insigne matrona criolla, principal inspiradora del ‘grito de independencia de Pamplona’. En esa esquina en la que inicialmente estuvo el Convento de San Agustín, inició sus labores el colegio Provincial. Durante trece años desarrolló sus labores en ese sitio y debido a la gran aceptación que tuvo entre los pobladores de la provincia, tuvo que expandirse y trasladarse a un lugar que le permitiera ampliarse sin mayores restricciones.
Al abandonar esa sede que se llamó ‘el colegio viejo’, la administración municipal construyó la reconocida ‘Plaza de Mercado’ hoy monumento nacional.
El colegio Provincial fue desde sus inicios, una institución educativa de bachillerato, pero a finales del siglo XIX el Estado Soberano de Santander le autorizó funcionar como Escuela Normal con especialidad en Artes y Oficios. Años más tarde y viendo la necesidad que la región tenía de capacitar a la población en el campo de la Agricultura, abrió cursos de ‘Agricultura Teórica y Práctica’, el cual otorgaba un Diploma en Idoneidad en Agricultura. El carácter de ‘Colegio Universitario’ que tenía la institución, fue la piedra angular sobre la que asentó su obra educativa y que fue confirmada por la Asamblea del Departamento mediante Ordenanza 45 de 1925.
En sus primeros años, el colegio era una organización seglar manejada por una Junta Administradora o Consiliatura, que junto con el rector tomaban las decisiones y orientaciones para su normal desempeño.
La rectoría estuvo a cargo de eminentes pedagogos, casi todos extranjeros y particularmente franceses y alemanes, quienes salvo excepciones, tuvieron un acertado manejo y mantuvieron el nivel académico esperado. En 1916, cuando fue consagrado obispo de Nueva Pamplona, monseñor Afanador y Cadena, propuso a la congregación de los Hermanos Cristianos tomar las riendas del colegio.
Esta decisión les tomó un largo tiempo de meditación, pues transcurrieron catorce años para que los religiosos se decidieran a asumir la dirección del plantel, la cual empezó el 2 de enero de 1930 y desde entonces lo han venido guiando por la senda del éxito educativo.
Tan pronto los Hermanos Cristianos asumieron la administración del colegio, muchas fueron las decisiones que tuvieron que tomar para enderezar algunas piezas que no encajaban en los lineamientos tradicionales de la comunidad, como cuando en 1931, tuvieron que negarse a otorgar los diplomas de bachiller a los estudiantes de sexto de bachillerato, por considerar que no estaban lo suficientemente preparados para iniciar una carrera universitaria. Pero esas fueron sólo unas eventualidades que se fueron superando a medida que avanzaban los años; así pues, los Hermanos Cristianos de esa época, incluido el Hermano Arturo, pionero del baloncesto en Colombia, se dedicaron a mejorar la calidad de la educación que era impartida, tanto en lo académico y lo deportivo, así como en la infraestructura necesaria para contribuir a un aprendizaje más sólido y duradero; es lo que los académicos de hoy denominan ‘el currículo oculto’.
Los años fueron pasando y los Hermanos Cristianos se dieron a la tarea de construir sapiencia, no solamente en torno a la academia sino que se propusieron conseguir los recursos necesarios para ejecutar una ampliación de sus instalaciones, de manera que les permitiera recibir una cantidad mayor de estudiantes, especialmente aquellos provenientes del vecino país de Venezuela, que cada día crecía en afluencia.
Comenzando el decenio de los años cuarenta y aprovechando el auge que le había dado el gobierno anterior, durante la primera administración de López Pumarejo, el presidente Eduardo Santos, continuó su política de ayuda a la educación y el ministerio de Educación Nacional, en cabeza del doctor Germán Arciniegas, contribuyó de manera extraordinaria al financiar la construcción de un nuevo edificio en los terrenos que habían sido asignados para la expansión del colegio. Fue así como a mediados de 1942, siendo rector el R. H. Gonzalo Carlos, fue inaugurada la nueva construcción, con la asistencia de las altas autoridades de la nación encabezadas por el ministro del ramo.
Fue tal el entusiasmo que se generó en torno a la celebración del evento inaugural, que el hermano rector le envió al presidente de la república, una serie de mensajes (telegráficos en ese momento) en los cuales le comunicaba los agradecimientos de toda la comunidad pamplonesa por la obra de tan magnífica edificación y que por tal motivo , ha resuelto, darle a partir del momento de su inauguración, el nombre de ‘Colegio Eduardo Santos’, como máximo homenaje al mandatario, porque fue en su administración que se inició y terminó el nuevo y moderno edificio.
Tal decisión cayó como un baldado de agua fría en todos los sectores de la población e incluso allende las fronteras. Extrañeza, por decir lo menos, causó esa decisión tan insólita y unilateral, toda vez que ni siquiera había sido consultada con los organismos de dirección del colegio. Baste decir que fueron muchos, entre alumnos, egresados y aún extraños al colegio, que se manifestaron en contra de tal medida. Incluso apuntes jocosos salieron a relucir entre los mismos egresados, quienes orgullosos llevaban el nombre de ‘provinciales’ y que a partir de ese instante deberían cambiárselo por ‘santistas’.
Afortunadamente el asunto no pasó a mayores; el propio presidente declinó el honor, considerado exagerado y todos los relacionados, directa e indirectamente con el colegio Provincial, quedaron satisfechos al saber que su nombre se mantendría, tal cual.
Gerardo Raynaud D.| gerard.raynaud@gmail.com
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