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Sábado, 21 Octubre 2017 - 4:06am

Cúcuta y su gente en 1947 (II)

En los meses de junio hasta agosto, dice que “los vientos fríos del sur refrescan la atmósfera enrarecida de la canícula".

En la anterior entrega, habíamos concluido que el “gallo cucuteño” era una modalidad de ironía ‘sui generis’ y vernácula, que nada tiene que ver con el chiste tosco y carente de ingenio y de alusiones innobles. Parece que con el avance del tiempo y la pérdida de las costumbres ancestrales de reuniones y tertulias, la tradición de la cual surgía el sarcasmo y la sátira propia de la ciudad, ha ido perdiendo este hábito, una de las características más demostrativa de la personalidad local.

Sigamos pues con la descripción que hiciera, en buena hora, el doctor Alfonso Meisel Ujueta sobre el cucuteño de mediados de siglo. En el capítulo tercero hace una sinopsis de la patología regional. Comienza por aclarar que ésta no dista de ser diferente a la de sus similares de las ciudades enclavadas en la zona tropical del continente. Incluso llama la atención que haga la mención de que “una palabreja que en ninguna otra parte del mundo goza de tanta popularidad como en Cúcuta, sea la colibacilosis o infección colibacilar.” Para los habitantes de hoy pareciera comprensible, toda vez que hasta ese año, apenas comenzaba a estrenarse la potabilización del agua en un acueducto que  iniciaba su proceso, después de años de consumo del líquido obtenido de la toma pública o de los aljibes, sin mayor tratamiento que el filtrado rudimentario que se hacía con tinajas de piedra tallada.

En los meses de junio hasta agosto, dice que “los vientos fríos del sur refrescan la atmósfera enrarecida de la canícula; en esa época, predominan la gripe, las afecciones bronco pulmonares, se recrudecen los estados reumatoides y son frecuentes las alergias y las dermatosis, la insuficiencia hepática se acentúa y por ende, las dispepsias y las colitis.”  Termina su análisis patológico con alguna descripción relacionada con el clima y las fechas mensuales argumentando que por efecto de los vientos alisios del nordeste que suavizan las temperaturas “pagan su tributo los hipertensos y los cardio-renales; entre abril y mayo y octubre y noviembre, se exacerban las endemias del grupo coli-tifo-disentérico y el de las salmonellas.” Dirán los entendidos su opinión sobre este tema, pues la poca información que conozco sobre las cuestiones patológicas regionales, no me permite juzgar la realidad de las conclusiones manifestadas en esta publicación.

El tópico con el que continúa su observación, lo denomina ‘esquema biotipológico’ y lo desarrolla utilizando la conocida clasificación del alemán Ernst Kretschmer, quien se destacó por sus estudios que relacionan el temperamento y la constitución corporal de las personas. Sus apreciaciones fueron que “el cucuteño, más bien pertenece al tipo atlético, la talla es mediana y la estructura ósea y muscular se encuentra proporcionalmente desarrollada. La vida orgánica cumple su función con ritmo aceptable para una zona cálida de situación mediterránea.

El tonus vago-simpático se mantiene en un equilibrio más o menos estable y el reflejo óculo-cardíaco, las veces que se ha investigado, apenas modifica el contaje del pulso.” Sigue describiendo otras características como el color de los ojos, diciendo que es frecuente el marrón y en las mujeres agrega que tienen reflejos irisados azabaches. El color de la piel en otra de sus descripciones, lo define como ‘blanco matizado ante el predominio del canelo para la piel con insistente recargo de pigmento facial por la tan común insuficiencia hepática. Racialmente es un mestizo y en su modelaje genético han intervenido el indio, el español y el africano.’

En cuanto a la incidencia del entorno expresa que la irradiación muy intensa en este valle excita considerablemente la retina que se defiende con el juego del diafragma pupilar asociado a distancia por contracciones faciales, acentuando surcos y rasgos que le dan al habitante de Cúcuta un semblante algo adusto o veladamente hosco.

Según Meisel, el cucuteño, biotipológicamente, es un tirodeano normal. Aunque es cierto que su metabolismo basal, cuando se ha tomado con el método de Read cuyos datos son bastante aproximados, es un poco bajo. El cálculo realizado señala en 36% en promedio, valor que se cree se debería a una disminución de las oxidaciones por adaptación a la temperatura ambiente.

El funcionamiento normal de la glándula tiroides, en Cúcuta, asegura Meisel, tiene como causa indudable dos factores: la presencia de yodo en la sal de consumo y la alimentación. El caso del primer factor, es la explicación de la baja incidencia de afecciones originadas por las deficiencias tiroidianas, como el bocio endémico y sus ad lateres como el cretinismo o el mongolismo. Sin embargo, su investigación anota que ya se comienza a observar en los consultorios, disfuncionamientos glandulares, en razón a que desde hace unos diez años ha dejado de consumirse la sal marina, rica en iodo por la sal gema extraída de las minas de Zipaquirá, “que carece de las dosis mínimas de ese elemento.”  

En la evaluación  que realiza del factor alimentación, argumenta que el problema es muy grave. Extensas zonas de la población viven una tragedia fisiológica; hecho que debe plantearse sin demagogia y con la franqueza que exige una situación biológica de lamentables consecuencias. Cito su apreciación, tal vez la más cruda “… no es un desaguisado afirmar que el cucuteño, por lo menos el de las clases sociales estudiadas, sufre de un tipo de hambre que no es como dice Paul de Kuif, el hambre del rostro demacrado ni la del estómago vacío que busca algo con qué llenarse, sino el hambre oculta por el aporte insuficiente de elementos esenciales en la ración alimenticia.”

A esta conclusión llegó luego de la aplicación de una encuesta realizada en algunos sectores de las clases media y obreros, en la que encontró que se consumían solamente unas 1.712 calorías diarias, cifra que escasamente era suficiente para satisfacer las necesidades energéticas del organismo, especialmente en los obreros; además que la alimentación era incompleta debido a la ausencia casi absoluta de verduras y frutas frescas, así como de leche, fuente principal de vitaminas y minerales.

Finaliza el estudio, que como se dijo en la entrega pasada, fue presentado en la Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico, con la explicación del, en ese entonces, famoso ‘gallo cucuteño’ con el que iniciamos esta crónica.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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