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Sábado, 16 Junio 2018 - 1:00am

Cúcuta, una crisis constante (II)

En 1960 se presentó una nueva depresión económica, esta vez motivada por una serie de medidas tomadas por el gobierno colombiano.

El “Modus Vivendi Comercial” firmado en 1946, solamente duró dos años pues debido a las mejoras implementadas en Colombia en los sistemas de trasporte, la centralización del Banco de la República y las restricciones no arancelarias a la importación de ciertos productos de Venezuela, unido a la progresiva escasez de algunos productos e esa nación y la creciente devaluación del peso colombiano, hicieron que el tráfico fronterizo fluyera con mayor intensidad en la medida que nuestros productos resultaran más baratos para los compradores venezolanos, produciéndose una inversión de los saldos de intercambio comercial, situación que llevó a la aparición de la primera gran “bonanza” del siglo XX.

Durante el decenio de los cincuenta, se produce en ambas naciones un reacomodo democrático, introduciéndolos en un ámbito político ajeno de autoritarismos y de conflictos partidistas. Apenas un convenio fue firmado en 1952 entre ambos países, sin que tuviera una incidencia directa con los problemas de su frontera terrestre, toda vez que se relacionaba con el ya largo diferendo surgido con los islotes del archipiélago de Los Monjes.

Así pues, en 1960 se presentó una nueva depresión económica, esta vez motivada por una serie de medidas tomadas por el gobierno colombiano en franco perjuicio de la economía local como fueron la eliminación del puerto terrestre de Cúcuta como centro exportador de café y la suspensión y anulación del comercio importador y mayorista así como el desplazamiento hacia las  actividades de menor escala, tipificadas con la simple distribución de las manufacturas colombianas por el sistema de agencias intermediarias, dejando escasos beneficios que no contribuían al desarrollo regional ya que no aportaba valor agregado representativo.

El proceso de recuperación económica fue oportuno gracias a la decidida participación de los sectores productivos de la ciudad pero especialmente a la gestión del recién nombrado Ministro de Fomento Rafael Unda Ferrero quien lideró proyectos como la Zona Franca, el Distrito de riego del Zulia, la Central Térmica de Tibú, la construcción de las sedes bancarias del B.C.H. y el Banco del Comercio –en la esquina de la calle once con avenida cuarta, en el inmueble donde funcionó por años el Club del Comercio-, además de la promoción de actividades de fomento industrial y agropecuario mediante el otorgamiento de créditos, en esa época redescontables en los Fondos administrados por el Banco de la República y finalmente, la contratación que hiciera con el profesor Lauchlin Currie de un estudio de programas de inversión y desarrollo del Norte de Santander.

La década de los setentas tuvo un transcurrir económico estable para la región debido a los altos ingresos percibidos, en Venezuela, especialmente por sus exportaciones petroleras y por el cauteloso manejo de nuestra economía que se tradujo, a mediados de esa época, en un desbordamiento de las ventas minoristas a los “turistas venezolanos” que nos visitaban, configurándose la segunda y tal vez, la más importante de las “bonanzas” y que por las actitudes esgrimidas por quienes venían de compras, se llamó la época del “ta barato, dame dos”. 

La alegría no duraría mucho, pues el viernes negro de febrero de 1983, se produce, aunque anunciada la más grave crisis del siglo XX, la que nadie creía debido a los efectos adormecedores de ocho largos años de fáciles y crecientes ingresos del comercio, consecuencia de las ventajas comparativas de nuestros productos y en razón de nuestra envidiable ubicación geográfica. La catástrofe económica y social fue de tal magnitud que la ciudad sobrevivió gracias a la intervención del gobierno y a la migración que redujo considerablemente la población, estimada entonces en un 25%.

La economía local sufrió un proceso de reordenamiento; las actividades productivas se acomodaron a las nuevas condiciones y se incentivó, como siempre sucede en estos casos, la actividad manufacturera, como si eso contribuyera a solucionar un problema estructural en una región donde la relación de intercambio mantiene una diferencia tan grande que siempre será más rentable y cómodo el ejercicio del comercio.

En esta ocasión los más importantes proyectos esbozados por el gobierno, no todos lograron materializarse. Los principales proyectos desarrollados fueron: la Fundación para el Desarrollo empresarial del Norte de Santander, FUNDENOR; el Fondo Mixto de Promoción Turística del Norte de Santander; proyectos de infraestructura como la Central Termoeléctrica de Tasajero, el Paseo de los Próceres –conocido hoy como el malecón-, la construcción de la nueva sede del Banco de la República y las carreteras a la frontera a Puerto Santander y San Faustino.

Al año siguiente se construye se construye el oleoducto Caño Limón Coveñas, que absorbe de cierto modo el desempleo generado por la crisis del bolívar, pero contribuye a la aparición de un fenómeno peor e inexistente, la guerrilla. Entre los proyectos que no se realizaron, está el ingenio azucarero del Zulia, identificado como AZURCA, que a pesar de la promoción de la Corporación Financiera del Oriente, financiando la obra, los inversionistas venezolanos nunca se manifestaron y por el contrario, siempre obstaculizaron el desarrollo de la idea, pues nunca mostraron interés, toda vez que entraría a competir con el Central Azucarero de Ureña, argumento de más para torpedear la empresa.

Terminando el siglo, la economía venezolana entró nuevamente en crisis, razón por la cual en 1994 se introduce el control de precios y de cambios. La agitación política no se hace esperar y antes de finalizar el siglo, aparece en escena un nuevo partido, el Movimiento Quinta República,  hoy Partido Socialista Unido de Venezuela y con él su ideología “el Socialismo del Siglo XXI” y con ellos, la más dura, larga y calamitosa de las crisis del pueblo venezolano, que de una manera u otra siempre nos afectará. Con Chávez en la presidencia, en sus primeros años mejoró la calidad de vida de sus gobernados con la implementación de sus programas sociales conocidos como Misiones Bolivarianas, pero esta situación duró mientras el precio del petróleo se mantuvo alto.

Para el 2010, los fenómenos, inflacionario y de escasez se incrementaron y la enfermedad del presidente venezolano hizo mella en su organismo hasta que en marzo de 2013 falleció. Con la llegada de un nuevo mandatario, ignorante en materia de gobernabilidad, La situación se agravó a tal punto que en agosto de 2015 se tomó la medida unilateral de cerrar la frontera común, primero en el Estado Táchira días más tarde, en el resto de la frontera. Aunque el cierre perjudicó la actividad económica de la región, las dificultades que afrontaba el vecino no incidieron de la misma manera que en anteriores ocasiones.

Como es usual, el apoyo del gobierno, esta vez, se hizo vía otorgamiento de créditos blandos y como medida coyuntural, la exoneración por tiempo limitado, del IVA sobre los  productos de mayor incidencia en la canasta familiar. La frontera fue reabierta parcialmente y con ciertos condicionamientos y la acostumbrada crisis ya no nos afecta tanto como en ocasiones anteriores.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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