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Sábado, 5 Mayo 2018 - 2:10am

Celebración del primer día del trabajo en Cúcuta

 Como era tradicional por aquellos días, el festejo en mención, era un certamen que se celebraba con solemnidad.

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Día del Trabajador.
/ Foto: Internet
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La celebración del día del trabajo es una de las festividades más recientes en la historia de la humanidad. Antes de la Revolución Industrial, la actividad laboral se circunscribía a labores artesanales y para los trabajadores no existían reglamentaciones que regularan su actividad, entre otras cosas, porque no existían empresas propiamente constituidas, las cuales empezaron a aparecer cuando las dinámicas fabriles y las operaciones manufactureras se hicieron cada vez más necesarias, a medida que la población requería de elementos que facilitaran la solución de sus necesidades y ayudaran a llenar las carestías que se presentaban debido a la sobrepoblación que invadía los principales centros poblados de las nacientes ciudades del antiguo y del nuevo continente.

A lo largo del siglo XIX, multitudes de todo el mundo eran especialmente atraídas por las oportunidades, que se presentaban al margen de las ciudades que se fueron industrializando con la puesta en marcha de los recientes inventos, en términos de mecanización de procesos, tales como el empleo y transformación del vapor y luego con las aplicaciones, cada vez más crecientes de la energía eléctrica. 

Este fenómeno hizo que se fueran creando las primeras villas humildes que albergaban a cientos de miles de trabajadores que esperaban ser contratados en las grandes compañías manufactureras que comenzaban a expandirse, gracias a la demanda que de todos los países llegaba en solicitud de sus productos. En esa época, los trabajadores eran considerados un recurso más y los administradores no los diferenciaban de los demás insumos, razón por la cual, su trabajo se programaba con la misma rigurosidad con que se hacía con las máquinas, sin considerar diferencias. Esto contribuyó a que se conformara un movimiento obrero que buscara la reivindicación de una jornada laboral que tuviera en cuenta las limitaciones humanas. En ese momento, en algunas de las principales ciudades de los Estados Unidos, sólo existía una norma que permitía trabajar un máximo de 18 horas diarias “salvo en caso de necesidad” y cuya infracción su multaba con la suma de $25 dólares. Para 1830, el movimiento obrero había logrado que algunas legislaturas locales, como en las ciudades de Chicago y Nueva York, se estableciera la jornada laboral de las ocho horas; pero sólo hasta 1868 se expidió la Ley Ingersoll, que establecía la jornada de las 8 horas diarias, pero con cláusulas que permitía que se extendiera hasta 18 horas. Su reiterado incumplimiento llevó a huelgas violentas y a la radicalización de los gremios y sindicatos de trabajadores y para comienzos del siglo XX, con la internacionalización del movimiento obrero y la aparición de las corrientes socialistas y comunistas, y la adopción del socialismo como sistema económico en numerosos países de Europa y Asia, y más tarde en África y América, se dio un impulso a la celebración del Día de los Trabajadores, que finalmente acogió como su fecha clave, el 1 de mayo.

En Colombia, tuvo un carácter diferente a la de otros países, pues no se había constituido una clase obrera, sino bien avanzado el siglo pasado y el primer Día del Trabajo celebrado en el país se realizó el primero de mayo de 1914, convocatoria hecha por la Unión Obrera de Colombia, en Bogotá. El acto principal de este primer día del trabajo, fue un desfile desde la Plaza de Bolívar hasta el barrio “La Perseverancia, en el que se enarbolaron banderas blancas, mientras se entonaba el Himno Nacional”. Acto seguido se procedió a la colocación de la primera piedra de un monumento conmemorativo a esa fecha.

En Cúcuta, mientras tanto, este Día del Trabajo, se pospuso unos diez años, pues sólo se tiene noticias de su celebración en 1924. Como era tradicional por aquellos días, el festejo en mención, era un certamen que se celebraba con la solemnidad propia de las ceremonias patrocinadas por la Iglesia con carácter de magnificencia y severidad. No hubo desfiles ni mucho menos manifestaciones con reivindicación de los derechos incumplidos, a pesar de la “vocinglería de los promotores del desorden que ocultan su falta de fuerzas y la pobreza de sus ideas con aparatosa y ridícula ostentación”, era la apreciación de los voceros de la curia local, ante los asomos de inconformidad de algunos personajes reunidos en el parque Santander frente a la iglesia de San José. A las ocho de la mañana de ese 1 de mayo, las autoridades civiles y militares, los estudiantes de las escuelas y colegios de la ciudad, los empleados públicos, un gran número de señoras y señoritas y el pueblo obrero católico, dieron comienzo a la celebración 
de su día, iniciándose con un Te Deum, acción de gracias al Todopoderoso y la elocuente oración que el R.P. Demetrio Mendoza pronunció sobre la problemática actual: las relaciones entre patronos y obreros. En ardoroso verbo, el padre Mendoza expuso la necesidad de que “amos y trabajadores, reconociendo sus derechos y deberes recíprocos, comprendiendo los unos y los otros que son partes que se complementan, procuren caritativa ecuanimidad para de esa manera, evitar los trastornos sociales que han acabado con muchas naciones del viejo mundo y son el más grande peligro para el nuevo continente.” El orador terminó su discurso probando que la Iglesia Católica es quien ha resuelto, por boca del papa León XIII, el problema obrero, lo cual le mereció un prolongado y caluroso aplauso.

A continuación, el doctor Víctor M. Pérez, profesional recién afincado en la ciudad, después de terminar sus estudios en la capital de la república y considerado defensor de las teorías sociales de la Iglesia, ensalzó las virtudes del esfuerzo cristiano y cómo la Iglesia Católica era la clave apaciguadora de las agitaciones socialistas que por esos días sacudían al mundo. 

La agraciada señorita Rita Omaña, alumna de la Escuela de Artes y Labores, declamó con encantadora naturalidad la sentida y original “Oración al Trabajo” del ilustre poeta colombiano Adolfo León Gómez.

Para terminar el certamen, los obreros representados por los gremios de zapateros, carpinteros, sastres, albañiles, herreros, hojalateros, alpargateros, costureras, jornaleros, lavanderas, tipógrafos y sirvientas, probaron su cariño por el pueblo que los beneficia y al compás de las notas de las bandas musicales del Departamento y del Regimiento Santander, como remate de la jornada se llevó a cabo la rifa de cuatro libras esterlinas (monedas de plata) para cada uno de los gremios asistentes. 

Pasado el mediodía, los participantes retornaron a sus casas, algunos con sus premios pero todos con la satisfacción de agradecimiento por el reconocimiento a sus labores. Era jueves, de manera que había que reintegrarse a su trabajo al día siguiente.

Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

La Opinión

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