“No me dejen morir”

Una suave y sobrecogedora música rinde honor al teniente Iván Darío Salamanca Pedraza, jefe de la Sijín en Ocaña, quien murió el lunes en la mañana al ser baleado por desconocidos.
Su cuerpo está en el aeropuerto Aguas Claras, de la Villa de los Caro. Es llevado en un féretro, al compás musical y en medio de una calle de policías, hacia una avioneta. Son las 9:30 de la mañana. Lo acompaña su esposa, su hija, parientes y amigos.
Se dirige a su natal Sogamoso, Boyacá, donde finalmente será enterrado, con lo que caerá el telón de 9 años de servicio a la institución.
Las notas tristes emanadas de una trompeta, un tambor y un redoblante, entre otros instrumentos, dejan de sonar. La hora de la partida está cerca. Las ovaciones se extendieron unos 5 minutos. El ataúd se encuentra cerca de una de las puertas de acceso a la aeronave. Se irá para siempre de Ocaña, donde golpeó a la delincuencia. La misma que, según las hipótesis de investigadores, cavaron su tumba. (Ver Golpe a la delincuencia).
Sin embargo, antes de la despedida, el fantasma del único disparo que lo mató hace más difícil pasar el trago amargo. “No puedo creer que lo hayan matado tan injustamente”, dice un policía. “Tras el ataque dijo que no lo dejaran morir’. Estaba aferrado a la vida”.
El uniformado trata de revivir en la central aérea, una vez más, el padecimiento de su compañero Salamanca Pedraza con la voz un poco entre cortada. Mientras tanto, el cajón marrón sigue parado en la pista del aeropuerto.
“Pidió que le cuidaran su hija, quien cumple 5 años en marzo”, agrega. Y, como si fuera poco, “solicitó que le guardaran una cadena de oro y una argolla de oro que siempre tenía puesta”.
Las dos prendas se las envió a su esposa Yajaira Navarro Herrera. Luego, con sus fuerzas más débiles, insistió que lo llevaran al “hospital. No me dejen morir”.
En el hospital Emiro Quintero Cañizares se le remitió a cirugía, pero fue imposible impedir que la gravedad de las heridas apagara sus ojos.
Golpe a la delincuencia
La noticia de la muerte del jefe de la Sijín se supo rápidamente por las calles de Ocaña. Enseguida, arrancan las investigaciones judiciales con dos hipótesis.
Una, la posible retaliación de las bandas criminales por haber sido golpeadas fuertemente durante los últimos 10 meses de labores del fallecido intendente de la Policía. La otra, un vil atentado planeado por narcotraficantes.
Los cerebros de la delincuencia tendieron una trampa a Salamanca Pedraza alertándolo, por medio de una llamada telefónica, de la extraña presencia de unos hombres, quienes minutos más tarde lo asesinaron.
Con el hecho de sangre sacaron del camino a la persona que logró “incautar al menos 400 kilos de clorhidrato de cocaína”, dice un policía pidiendo reserva de su nombre por no tener permiso de sus superiores para ejercer como vocero de la institución.
El accionar operativo fue más allá. Golpeó una estructura delincuencial dedicada al microtráfico de estupefacientes. “Los infiltró con un investigador. Capturó 8 delincuentes”, agrega la fuente bajo anonimato.
También aprehendió a varios integrantes de los Urabeños y los Rastrojos, dedicados a la extorsión y al homicidio en el municipio.
Esclareció un triple homicidio, en el que murió una menor de edad y dos hombres. Capturó al autor material.
“Se presentaron varios homicidios y en casi un 90% logró dar con el paradero de los asesinos”, explica el uniformado en su diálogo.
Sus parientes agregaron que sus labores operativas se extendieron, antes de llegar a Ocaña, por Mompós (en Bolívar), Hacarí, La Esperanza y Pamplona.
Se fue
El féretro suma 15 minutos frente a la puerta de acceso a la avioneta. Por fin, policías lo adentran en la aeronave no sofisticada, a la cual se le nota a leguas el desgaste por el paso de los años.
Yajaira y su hija de casi cinco años entran a la pista de la terminal aérea. Caminan lentamente, como queriendo evadir la dolorosa realidad. En la cara de la niña no es tan evidente la desazón. Ella, tan solo camina.
Como era de esperarse, el eterno momento se termina. Suben cerca del féretro. Unos puestos más adelante. La escena se rompe con un espantoso sonido. Es el encendido de la avioneta, que comienza su recorrido. Toma impulso y se pierde entre el cielo azul a las 10 de la mañana.
El sitio queda solo. Los acompañantes enlutados huyen despavoridos. Únicamente resta una grata despedida: “cursito, Dios te tenga en su gloria”, manifiesta un policía en su perfil del PIN.
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