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Jueves, 28 Febrero 2019 - 5:33pm

206 años de la Batalla de Cúcuta

La estancia de Bolívar en la ciudad es un motivo de glorificación.

Archivo La Opinión
Loma de Bolívar.
/ Foto: Archivo La Opinión
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Todos los años, los estudiantes de la ciudad, en unión a las autoridades civiles y militares, representantes de diferentes estamentos y la ciudadanía en general, desfilan jubilosos desde el parque Santander en el centro de la ciudad hasta la Columna de Bolívar, monumento que se levantó en honor al centenario del nacimiento de Simón Bolívar en 1883, en el mismo lugar donde ocurrió la memorable Batalla. De esta manera, la sociedad de San José de Cúcuta refrenda la más clara y tradicional conmemoración de la Batalla del 28 de febrero de 1813, donde el futuro Libertador, en asombrosa acción de armas y movimientos culminó la primera etapa de una gran empresa militar que los anales de la Historia reconocen como “La Campaña Admirable” en el periodo de la Primera República.

Antes del recuento detallado de los hechos ocurridos hace 206 años y cuya celebración hoy nos corresponde exaltar, permítanme en esta ocasión también resaltar la importancia del estudio de la Historia en los tiempos actuales, su papel como fuente suprema de conocimiento y cohesión colectiva, por encima de las manifestaciones apasionadas y super¬ficiales del arrebatado patriotismo que provoca un triunfo deportivo o la consagración de un artista en cualquier género. La historia es el elemento que más desarrolla la conciencia local y nacional, desde su conocimiento y valoración se erige el respeto a la institucionalidad, el estudio y análisis de la historiografía regional genera la apropiación de la cultura y tradiciones propias de cualquier conglomerado humano. 

El acontecimiento que hoy recordamos con justicia y gratitud, entre otros hechos, personajes, instituciones y lugares de la ciudad, hilvanados en la maraña del tiempo crean la identidad de una región y constituyen una muestra palpable del civismo y acendrado patriotismo de sus gentes. 

Pero no es la hora del análisis, es la hora del homenaje y del recuerdo imperecedero, es la magnífica oportunidad para proyectarnos desde este hecho histórico con el imperativo deber de construir entre todos, por medio de nuestras acciones diarias -justas en el juicio, respetuosas en el trato, solidarias en el sentir, sanas con el ambiente y constructivas en el espirituana ciudad cada vez mejor, habitada por civilizados y orgullosos ciudadanos que corresponden con laboriosidad y entusiasmo a los principios de la nacionalidad, no obstante la indiferencia y desconocimiento que el poder central tiene sobre nuestra realidad fronteriza. 

Estoy seguro que muchos de los aquí presentes conocen muy bien la historia del suceso que venimos a recordar, su dimensión y sus consecuencias, y para los que por primera vez participan de esta emotiva conmemoración, aquí va el relato de la Batalla del 28 de febrero de 1813: 

Próximo objetivo San José de Cúcuta, al otro lado de una formidable barrera montañosa, allí Bolívar había de enfrentar al coronel español Ramón Correa, quien lo esperaba con 1300 hombres bien entrenados y equipados. Correa, mientras retenía 750 hombres en San José de Cúcuta, había distribuido estratégicamente otros batallones aguardando los pasos montañosos a través de los cuales las tropas de Bolívar tenían que transitar. 

Correa había enviado parte de su ofensiva de 200 hombres a San Cayetano, frente al rio Zulia, instaló otras 240 tropas un poco más lejos hacia Salazar, y 100 a las alturas de La Aguada. 

Quince días después de entrar a Ocaña, Bolívar recibe una solicitud del Gobernador y comandante Militar de la provincia de Pamplona, para su asistencia y protección ya que temían el ataque de las fuerzas de Correa. Después de recibir permiso desde Cartagena para asistir a Pamplona, Bolívar envía su ofensiva a los pequeños asentamientos de La Cruz (hoy Ábrego), San Pedro (hoy Villacaro) y Salazar. En este último punto, el camino montañoso se divide dirigiéndose a San José de Cúcuta en una dirección y hacia Pamplona en la otra. La tarea de mover, incluso un pequeño batallón de 450 hombres hasta Pamplona era titánica. 

A la pequeña fuerza patriota le tomó seis días alcanzar el cañón de La Aguada, una distancia de tan sólo 40 o 50 millas. El camino atraviesa un profundo barranco defendido a lo largo de su extensión por un pelotón de cien hombres enviados por el coronel Ramón Correa. 

La posición del enemigo se hacía tan ventajosa que esta pequeña fuerza podía detener cualquier ejército. La táctica fue enviar un espía quien informó al enemigo que no solamente eran las tropas de Bolívar las que estaban en camino de atacarles, un gran destacamento patriota desde Pamplona se aproximaba con la intención de sorprenderlos por la retaguardia. Ante estas noticias las guarniciones españolas escaparon en pánico hacia Las Arboledas y San José de Cúcuta perseguidas velozmente por la vanguardia patriota. Exitoso en prevenir un ataque a Pamplona, Bolívar decidió pasar por la pequeña villa de Salazar y de allí proceder a San José de Cúcuta. Dejando esparcidos, lejos de su dominio los pequeños contingentes enemigos, acelera su marcha hacia San Cayetano, situada en el margen derecho del río y distante tan sólo diez millas desde San José de Cúcuta. El 25 de febrero después de una breve, pero no menos sangrienta escaramuza, las guarniciones españolas estacionadas en San Cayetano escaparon hacia Cúcuta dejando sus muertos y heridos abandonados. En San Cayetano, Bolívar recibió municiones enviadas por el gobierno de la Nueva Granada y fue reforzada su retaguardia con un destacamento de 126 soldados al mando de los capitanes Lino Ramírez y Félix Uscátegui, enviados por el Coronel Castillo desde Pamplona. Con estos refuerzos la tropa no alcanzó más de los 500 soldados a causa de las deserciones, enfermedades y penalidades en general. 

Llega el 28 de febrero de 1813, en veloz movimiento Bolívar llega a las colinas en los alrededores de San José de Cúcuta donde lo esperaba Correa y sus tropas. Luego de cuatro horas de fiero combate vino la victoria para las tropas patriotas cuando el futuro Libertador ordenara una carga de bayonetas y finalizara así la obstinada resistencia del ejército realista. José Félix Ribas distinguido y valiente teniente del ejército patriota fue la figura principal responsable de la victoria. Las tropas de Bolívar recogieron gran cantidad de armas, municiones, comida y otros suministros abandonados por el enemigo en su precipitada huida, y de los bien surtidos depósitos y almacenes de la ciudad. Los patriotas persiguieron los remanentes del ejército de Correa que escapaba a través de la frontera con Venezuela hacia la ciudad de San Antonio.

Bolívar regresó a Cúcuta donde recibió la promoción al grado de Brigadier General del Congreso de las Provincias Unidas de Nueva Granada por tan espléndida victoria, sus tropas permanecieron casi once semanas en San José de Cúcuta, no sólo por cuenta de la insurrección de uno de sus oficiales, tampoco podía dejar el territorio de la Nueva Granada para liberar a Venezuela hasta recibir la necesaria autorización de ambos gobiernos, el de Cartagena y el de las Provincias Unidas de Nueva Granada.

Curiosamente el coronel Manuel del Castillo y Rada nacido en Cartagena y fusilado por Morillo el 24 de febrero de 1815, anteriormente su igual en el rango, pero ahora su subalterno, comandaba las fuerzas en la Provincia de Pamplona con alrededor de 300 hombres. Después que Bolívar fuera promocionado como Brigadier General, el coronel Castillo recibió la orden del gobierno de poner sus fuerzas bajo las órdenes de Bolívar. Cumpliendo no a su gusto, el coronel Castillo se rehusó además a cruzar la frontera hacia Venezuela, considerándola una aventura fantástica, ambiciosa, peligrosa y condenada al fracaso de antemano por el insignificante número de soldados patriotas que estarían enfrentando a un enemigo diez veces más fuerte. Bolívar trató en vano de razonar con Castillo y después de dos meses de escuetos mensajes entre los dos comandantes y sus gobiernos, Castillo fue relevado de su comandancia. 

Finalmente le fue concedido el permiso a Bolívar para cruzar la frontera con Venezuela, estipulando que su accionar sería solamente en las Provincias de Mérida y Trujillo, con ésta el Gobierno de la Nueva Granada envió a Cúcuta suministros de armas y municiones, mientras el gobierno de Cundinamarca envió un regimiento de 150 voluntarios. 

La estancia de Bolívar en la ciudad es un motivo de glorificación. Fue la primera vez que piso el suelo cucuteño. 

Desde aquí vislumbró con la nitidez de nuestro cielo su eminente misión, calculó la extensión de su empresa libertadora, desde aquí organizó y recibió el apoyo necesario para la “Campaña Admirable” que lo llevo victorioso hasta Caracas. La correspondencia del Libertador durante los meses de marzo, abril y mitad de mayo dan cuenta de su seguridad en el triunfo, la inflexibilidad para enfrentar todo peligro y sufrir todo dolor, contienen, además, un vaticinio de su vida guerrera y de su imponderable lucha emancipadora. Ciertamente, La Batalla del 28 de febrero de 1813 en San José de Cúcuta tiene carácter trascendental en el desenvolvimiento de la cruzada libertadora. Quizás por esto el Libertador afirmó al día siguiente de la Batalla, “La América entera espera su libertad y salvación de vosotros, es aquí la cuna de la Victoria y de la Libertad”.

Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz | Academias de Historia de Norte de Santander, de Ocaña y Centro de Historia de Chinácota.

La Opinión

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