Su niñez enfermiza le impidió patear la pelota. Pero sentado en las gradas de su colegio, en el Caribe colombiano, desarrolló otro talento: el de la observación, con el que ha descubierto a futbolistas que hoy brillan en Europa.
Su vida se la debe al balón, pero a Agustín Garizábalo no lo desvela ver un partido: ni siquiera tiene televisión en casa. Sólo busca una transmisión cuando compite uno de los jugadores que ha descubierto en más de dos décadas como cazatalentos.
“El fútbol que a mí me interesa es el de divisiones menores”, dijo a la AFP el trigueño de gafas y poco pelo, con semblante de profesor de primaria.
Por ello pasa sus días visitando, casi siempre de incógnito, potreros y canchas polvorientas, principalmente en el Caribe colombiano, donde ha hallado a talentosos como Juan Guillermo Cuadrado, Luis Fernando Muriel, Rafael Santos Borré, Abel Aguilar, Gustavo Cuéllar, Felipe Pardo y Freddy Montero.
Garizábalo ha llevado al profesionalismo a más de 30 jugadores. Catorce de ellos fueron al exterior y la mayoría vistió la camiseta de la selección Colombia, clasificada al Mundial de Rusia-2018 y en el que tienen chances de participar seis de sus pupilos.
“De repente aparece alguien que hace algo y tú dices ‘hey, este qué’. De estar viendo el fútbol en blanco y negro empiezo a verlo a color”, explicó Garizábalo, quien hace quince años trabaja como veedor del Deportivo Cali, una de las canteras más respetadas del país.
“De los que están en este momento en la Selección, tuve mucho que ver en sus comienzos con Muriel, Cuéllar, Tesillo, Cuadrado y Abel Aguilar”, dijo.
Aprendiz de mago
Ese brillo lo sintió cuando vio por primera vez a un menudo y frágil Juan Guillermo Cuadrado, hoy una de las figuras del Juventus de Turín y de la selección de José Pékerman.
Con el pelo ensortijado, como ahora, Cuadrado era un aprendiz de mago de frágil figura.
El Manchester de Urabá, una región bananera y violenta de la que es oriundo el mediocampista cafetero, se coronaba campeón en Barranquilla con Juan Guillermo como figura.
“Este es un brasilero”, pensó Garizábalo, quien destaca la resiliencia del jugador tras haber perdido, cuando tenía cuatro años, a su padre en un hecho violento.
Llamó a Cali para decir que tenía una joya, viajaron a verla y “no pasó nada”. Agustín insistió y el formador Nelson Gallego se hizo cargo del muchacho. Cuadrado debutaría con el Medellín en 2008 y su picardía ya es globalmente famosa.
También recuerda al primer futbolista al que consagró: Ricardo Ciciliano, un mediocampista ofensivo que vislumbró al continente en el campeonato Sudamericano Sub-17 de 1993, en el que la anfitriona Colombia levantó el trofeo.
Ciciliano fue considerado el mejor jugador del torneo, por encima de un joven del que hoy todos saben su nombre: el brasileño Ronaldo. “Fue el primer jugador con el que yo sentí que había hecho todo el proceso”.
La mayoría de sus descubrimientos son volantes o atacantes. Busca jugadores técnicos, fuente de su inspiración. “El que tiene talento de verdad no sabe cómo va a solucionar las cosas, pero sabe que las va a solucionar”, reflexiona.
Garizábalo, que este año llevó a 16 nuevos jugadores al Cali, está expectante. Sabedor de que en sus manos ha tenido a deportistas fenomenales, no se cansa de buscar su “gran acierto”.
“Considero que el jugador top no lo he tenido. El jugador de un nivel tipo James, o tipo Messi o Falcao no lo he tenido”, aseguró.
Rompecabezas
Para este cazatalentos de 57 años la búsqueda de nuevas perlas es cómo elaborar un rompecabezas.
Desde niño quiso ser escritor y periodista, un sueño frustrado por la pobreza de su hogar. Pero un profesor de secundaria le enseñó que el deporte es una fuente de historias donde las personas se muestran tal como son.
Así empezó su relación con la pasión de multitudes, que después se fortaleció cuando dirigió a un club de niños en su natal Soledad, departamento del Atlántico.
Entonces, y con el pasar de los años, fue desarrollando una metodología basada en la observación, en ver lo que los demás obviaban: analiza cómo entrena el jugador, si se cuida, su alimentación, la forma en la que habla, sus relaciones personales, sus reacciones.
A la minucia del detalle le sumó el acompañamiento al muchacho. Establece estrechos vínculos con su familia y amigos para evitar que se “descarrile”.
“Todo eso son fichas que tú vas montando, si hay una coherencia, ahí hay una buena historia que contar”, afirma.
En el camino se quedan docenas, incluso jugadores con porte de figuras mundiales pero que descarta por no acogerse a su disciplina.
Su labor finaliza una vez el jugador es fichado por un club. Reconoce que la mayoría no vuelve a llamarlo, pero para él “es suficiente” con que digan que Agustín Garizábalo los descubrió.
“Las grandes obras de la humanidad se hicieron siempre en silencio y con calma, nunca con velocidad y haciendo el escándalo”, dijo.