Impresionante deterioro del pueblo vecino.
San Antonio: solo el recuerdo
Atravesar el puente internacional Simón Bolívar tarda cuatro minutos, y ya se está en San Antonio. La vivacidad y el fuerte movimiento comercial de La Parada, su contraparte fronterizo, contrasta con la realidad de la ciudad venezolana.
A las 9 a.m. están abiertas las panaderías, pero sin pan.
“Sale a las 10 a.m. el pan salado”, advierten letreros, pero hace tres horas hay gente haciendo cola para comprar. La mayor parte del pan va de contrabando a La Parada.
Hay tiendas abiertas: las de aquellos que han combinado sus ventas tradicionales con otras; también abren abastos, panaderías y carnicerías.
“Estos son los que aún abren a diario”, dijo Lourdes Rondón, vendedora de cigarrillos y chocolates en la avenida principal (carrera 4), pero que hace seis años era vendía carteras en un negocio en Ureña.
El sol estalla en su piel, pero ella se mantiene detrás de la barrera de alambres de púas de por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Vende en pesos colombianos y en bolívares. “Doy gracias a Dios cuando me pagan en pesos… Esos los guardo bien escondidos”, expresó.
En esa misma cuadra, en la siguiente esquina, está el negocio de Ángela Figueroa. Hasta hace cinco años era un abasto. Ahora solo ofrece gaseosas, agua, y dulces.
Los anaqueles de exhibición se amontonan junto al único empleado de 10 que tuvo.
El comercio farmacéutico y el de repuestos, que caracterizaban la zona, cayó en picada, porque los dueños no tienen dólares para importar piezas. Así lo explicó Luis Ordoñez, encargado de un local donde atiende a dos compradores por semana. Para sobrevivir, vende hielo, gaseosas, cigarrillos.
“Al jefe no le pega tanto, porque tiene otros negocios en San Cristóbal, y porque el local es propio…”, dijo.
Otros han optado por lo ilegal. En la nariz de los guardias nacionales, negocios de repuestos y de ciberservicios ofrecen obtener la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (Tmf), documentos que nadie exige.
Hace 16 años, San Antonio era una gran colección de negocios pujantes.
Según Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio, la frontera pasó de generar 7 mil millones de pesos al año, a ser una frontera fantasma, colmada por la ilegalidad.
Hace cinco años, según la Cámara de Comercio, había 9 mil negocios entre San Antonio y Ureña: hoy quedan 500.
“Por manzana abren unos ocho locales diarios, cuando antes había más de 40 por manzana”, dijo Castillo.
En materia de industrias hay tres abiertas, y de 200 trabajadores registrados, quedan solo dos.
Castillo explica que los servicios básicos (electricidad, agua, internet) se han visto afectados, y los cortes eléctricos traen consigo cierres tempraneros. De hecho, al mediodía ha cerrado 90 por ciento de los locales, y así cada día.
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