Al albergue de Villa del Rosario llegaron unas 700 personas, de ellas, 120 niños, algunas que no recibían desayuno por falta ayudas.
Por deportados, los refugios colapsaron en dos días

De los tres albergues instalados en el área metropolitana para la atención humanitaria de los colombianos deportados desde Venezuela, el de Villa del Rosario era el que ayer enfrentaba la mayor calamidad.
El pasado lunes, a las 10 de la mañana, los coordinadores del censo en ese puesto de atención no daban abasto en el conteo de personas que necesitaban atención humanitaria.
A pesar del inclemente sol, que recalentaba las polvorientas calles cercanas al albergue, las personas optaron por recostarse sobre los andenes para buscar la sombra mientras eran censadas.
Al sitio llegaron unas 700 personas, de ellas, 120 niños, algunas que no recibían desayuno por falta ayudas, y sin ropa ni útiles de aseo, dijeron las autoridades.
Según los coordinadores del refugio, en este lugar tampoco quedaba un metro cuadrado más para la atención de nuevas familias, lo que obligó a que la gente se quedara en la calle junto con sus hijos.
“Las cosas que teníamos se quedaron en la casa, en Mi Pequeña Barinas (asentamiento en San Antonio del Táchira)”, dijo Fernando Suárez, uno los deportados. Nos sacaron sin nada”.
Según Guillermo José García, director de Cultura, Turismo y Educación, que tuvo que hacer de coordinador en el refugio, la capacidad del centro fue desbordada desde el domingo.
“Queremos gestionar la atención humanitaria lo más rápido posible, pero primero debemos establecer los censos reales para poder hacer la solicitud a la Cancillería, a la Gobernación y a las autoridades competentes”, señaló el funcionario.
Las autoridades locales informaron que, sumado al gran número de solicitantes de ayudas, ayer se esperaban otros 1.500 deportados; por eso, se estaba coordinando la utilización de escuelas para la atención humanitaria.
Niños tendrán atención especial
Puntualmente, para atender el caso de los niños, la secretaría de Educación Departamental aceptará que los pequeños sean llevados a las escuelas, donde recibirán atención humanitaria de forma permamente.
“No importa que los niños no traigan documentos, no importa si son venezolanos, no importa que no traigan uniformes”, dijo García. “Los vamos a recibir a todos en las escuelas porque están propensos a enfermarse por la sobrepoblación que hay”.
Según las autoridades, la idea es que los pequeños reciban un tratamiento especial hasta que sus padres puedan solventar su situación.
Solo el domingo, las empresas privadas y la alcaldía de Villa del Rosario habían invertido 8 millones de pesos en alimentos, por lo que se solicitan frazadas, ropa, colchones, útiles de aseo, alimentos, entre otras ayudas para los deportados.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Personería, la Defensoría del Pueblo y Bomberos atendían ayer a las familias afectadas.
La alcaldía habilitará otra parte del centro de abuelos para la atención.
Cada vez llegan más deportados a los albergues
La cifra de deportados pidiendo ayuda en los albergues de Cúcuta va creciendo paulatinamente. De 751 personas asistidas en los refugios en la mañana, la cifra aumentó a 1.012 al caer la tarde.
Según informó por medio de su cuenta de Twitter el gobernador de Táchira, José Vielma Mora, más de 1.000 colombianos fueron deportados desde Venezuela. También afirmó que “1.516 personas han abandonado de manera voluntaria el país”.
Para Willington Ortiz, coordinador del Centro de Migraciones, la situación se salió de todo pronóstico. Al centro que coordina se reportó la llegada de más de 150 personas, 60 de ellos niños entre los 0 y los 17 años.
“Necesitamos ayuda como alimentos (perecederos y no perecederos) ropa, colchas y todo tipo de ayudas materiales para las personas”, dijo.
Según Ortiz, la capacidad de este albergue fue sobrepasada en más del doble, por lo cual no seguirán recibiendo personas. El Centro de Migraciones puede aceptar máximo a 100 personas.
Pero si en el Centro de Migraciones la atención es difícil por el hacinamiento, las condiciones de infraestructura para otros deportados son peores en otros albergues creados por la emergencia.
En el coliseo del colegio Municipal no hay fácil acceso a agua potable y los deportados deben aguantar climas insoportables.
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