La revelación de la agencia Reuters de que Venezuela tiene en su poder 5.000 misiles tierra-aire de fabricación rusa (lo que sería el mayor arsenal de América Latina), ya inquietaba desde hace algunos días al Gobierno de Estados Unidos.

El pasado 11 de mayo, el director de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA), Mike Pompeo, advirtió en una audiencia en el Senado sobre el “alto riesgo” que supone la creciente transferencia de armas en el país petrolero, y agregó que se trata de una “amenaza no solo para Venezuela, sino para Suramérica y Centroamérica”. 

Los misiles en cuestión, específicamente del tipo MANPADS (Sistema de Defensa Aérea Portátil), tienen la característica de que se lanzan desde tierra para atacar una aeronave, son portables (se pueden cargar al hombro) y su facilidad de operación los volvió frecuentes en grupos insurgentes alrededor del mundo. 

Por ejemplo, se cree que algunos misiles no registrados en Libia después de la muerte de Muamar Gadafi se han enviado a otras partes de Oriente Medio.

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Al respecto, Jhon Marulanda, experto en seguridad internacional, dice que no es novedad que, desde el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), Venezuela se volvió un asiduo comprador de armamento ruso (el segundo, después de India), y ha adquirido aviones de combate estratégico, tanques y misiles para prevenir un ataque aéreo.

“Si se unen esos indicios al recorte de inversión en las fuerzas militares colombianas para 2017 y a las recientes tensiones de Venezuela con Estados Unidos, tenemos todo para pensar, no paranoicamente, que un conflicto puede estallar en cualquier momento. De ahí las advertencias desde Washington”, señala el experto.

Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio Venezuela de la Universidad del Rosario, destaca que la adquisición de armamento por parte de Chávez tenía como intención defender la revolución y ha sido usado más como una forma de disuasión para quienes atenten contra el país.

No obstante, el experto reconoce que aunque Colombia está en desventaja militar respecto al país vecino, “tampoco hay que entrar en temor exacerbado”, porque “una cosa es tener armamento y otra es poder luchar”, dice, refiriéndose que muchas veces los contratos armamentísticos de Venezuela han servido para desviar recursos.

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En eso coincide Édgar Zambrano, presidente de la comisión de Defensa de la Asamblea Nacional de Venezuela. Según denuncia, aunque el poder Ejecutivo ha mantenido un permanente secretismo en cuanto a la adquisición de material bélico y se ha negado a aceptar los controles e investigaciones de su comisión, su grupo ha podido observar, “de manera reiterada”, la falta de calidad en las adquisiciones que ha hecho, por ejemplo, de helicópteros rusos: “se están cayendo con la picada de un zancudo, lo que constituye una desviación innecesaria de los recursos financieros y humanos del Estado”.

Zambrano, además, dice que desconoce si la cifra de misiles revelada por Reuters existe. “El alcance de la información que tenemos es bajo. Si han hecho estas adquisiciones, ha sido al margen de nuestros controles”, afirma.

Una analista venezolana en temas de defensa, que prefiere guardar su identidad por la sensibilidad del tema, concuerda en que se trata de un asunto “grueso, delicado y no hay forma de auditar ni de saber exactamente cuánto presupuesto se destinó a la compra de esos misiles, qué se adquirió y si es verdad o no”.

Sobre el riesgo que pueda representar la tenencia de un arsenal para los países vecinos, aclara que la doctrina militar de Venezuela ha cambiado y pasó de tener a Colombia como el enemigo de un hipotético conflicto por temas territoriales, a temer más bien la invasión de un estado extranjero, “básicamente de Estados Unidos”.

_{El Colombiano}