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Lunes, 16 Noviembre 2020 - 6:39am

Hogares Solidarios dan una mano a los inmigrantes

Estos espacios de familias colombianas, en su mayoría víctimas del desplazamiento, abrieron las puertas a venezolanos.

Cortesía
Henry sueña con ampliar su fábrica de zapatos y apoyar a los migrantes.
/ Foto: Cortesía
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Colombianos desplazados abren las puertas de sus casas para apoyar a los venezolanos. En estos espacios aprenden oficiosy cuentan con asesoría a sus necesidades.

Lucenid Guillín 

La dura experiencia del desplazamiento vivida por Lucenid Guillín Hernández en Colombia le sirvió años después para comprender la difícil situación que hoy atraviesan miles de familias migrantes venezolanas.

Por eso no pone reparo en ayudar a quien lo necesite, tanto así, que ha dispuesto su casa para convertirla en un Hogar Solidario desde donde apoya a los más vulnerables. 

Lucenid nació en El Carmen, en Norte de Santander, pero la violencia forzó a que sus padres buscaran estabilidad en Arauca. Años después, ese mismo escenario de conflictos se repitió en ese departamento con los enfrentamientos entre grupos irregulares. “La guerra hizo que dejáramos todo de nuevo y nos fuimos a Cúcuta”, expresó.   

Recuerda que poco a poco fueron surgiendo con estudio y trabajo. Su esposo comenzó vendiendo pollos en Venezuela y con esos recursos hicieron la casa en Cúcuta. “Nosotros antes comimos allá de ese país, y por qué no ayudarlos”, refirió Lucenid.  

Con el cierre de la frontera hace cinco años, se complicó el traslado de mercancía entre ambos países y emprendieron su propio negocio de comidas.   Después de establecerse quisieron ayudar a los migrantes para que también saquen a sus familias adelante y darles el ejemplo de que sí se puede progresar. 

“Nosotros también pasamos de tenerlo todo a no tener nada y por eso queremos apoyarlos. Que cuando lleguen al barrio poder orientarlos para que alcance un mejor estilo de vida con sus hijos”, dijo. 

Muchos migrantes no saben dónde tocar puertas, cómo hablar y ahí están los Hogares Solidarios para apoyarlos y gracias a Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, los líderes de los hogares han recibido capacitación para atenderlos y poder integrarlos a  la sociedad.

“Los asesoramos en nutrición, salud y mujeres embarazadas reciben orientación en su control prenatal. Los Hogares empezaron con ollas comunitarias y con las capacitaciones de los líderes, los barrios donde se encuentran ubicados han ido surgiendo”, destacó. 

Lucenid tiene un estudio técnico en atención a primera infancia y trabaja en un centro cristiano. Hace visitas a las casas de los barrios, en donde encuentran los casos de personas vulnerables que requieren asistencia humanitaria.

Recientemente asistió a una mujer embarazada, quien tenía antecedentes de dos abortos espontáneos por falta de medicamentos. Este tipo de experiencias la motivan a seguir buscando medios de ayudas a quienes lo requieran.    

“Esta mujer tiene cuatro hijos y se le está tramitando para que el año entrante puedan estudiar, también los ayudamos a gestionarle algunos bonos económicos de acuerdo a la necesidad que tengan.   Los enlazamos con otras entidades de apoyo que puedan ayudarlos”, contó Lucenid. 

¿Cómo funcionan? 

En un Hogar Solidario le toman los datos a la persona, dónde vive y luego se comunican con Acnur para gestionar la respuesta a su necesidad. Mientras se canaliza la asistencia, este centro ofrece el apoyo temporal, desde alimentos, asesoría en casos de violencia intrafamiliar  hasta dinero para su movilización en diligencias.   

“Nosotros somos un puente entre ellos y nosotros para apoyarlos y  que puedan tener un mejor futuro”, resaltó Lucenid.  

Ante la pandemia pidió a los venezolanos reinventarse para surgir, con cualquier plan de emprendimiento que tengan. Desea habilitar otros puntos en el barrio para asesorar a más migrantes venezolanos.  

Se siente agradecida con Dios por haberle dado la oportunidad de conocer a estas personas y de llenarla de fortaleza para apoyarlos. Está contenta con lo que hace y no espera nada a cambio porque asegura que Dios será quien la recompense.  

Henry Ardila 

La humilde casa de Henry Ardila se ha convertido en un pequeño centro de enseñanza para los migrantes. Desde hace cuatro años recibe a venezolanos en su vivienda donde les muestra el oficio de la zapatería para ayudarlos a progresar.  

Cuenta que tenía su negocio de fabricación de calzado con 25 empleados, pero la extorsión en su contra lo obligó a abandonar lo que había logrado en su país para irse a Venezuela. “Me tocó dejar todo, mi casa, mi negocio, mi familia y salir corriendo como si hubiese hecho algo malo”, recuerda el padre de familia.  

Ese destierro forzado lo llevó a buscar futuro en el vecino país, donde vivió siete años y tuvo una hija, en El Vigía, estado Mérida. Para ganarse la vida hizo lo que más le gusta: fabricar zapatos. 

Años después, la situación fue empeorando por la crisis económica venezolana. Al ver que la historia se repetía dejó la ciudad donde estableció su negocio para retornar a Colombia. 

La idea de empezar de cero no fue impedimento para que Henry saliera adelante. Consiguió una casa en Cúcuta y la convirtió en un Hogar Solidario para ayudar al que lo necesitara.

“Decidí  ayudar a los venezolanos porque cuando tuve mi experiencia en Venezuela, que me tocó irme a ese país, sin conocer a nadie, sin saber a dónde ir, hubo muchas personas que me tendieron la mano”, recuerda Henry.

Perdió la cuenta del número de venezolanos que ha ayudado en su casa, muchos se encuentran en Ecuador, Perú y otros retornaron a Venezuela, pero desde la distancia le agradecen su ayuda incondicional.   

“Uno se llena de alegría de poder ayudar a otras personas como lo hicieron conmigo cuando estuve en Venezuela y yo lo estoy haciendo ahora con los migrantes”, dijo sonriendo mientras cosía las suelas de uno de los 200 pares que hacen a la semana.  

En la pequeña sala de su casa, lo acompañaba su esposa Estefany Camero y tres jóvenes migrantes venezolanos. Ninguno quitaba la mirada de los zapatos que armaban junto con Henry. Entre ellos estaba Rafael Rodríguez, un venezolano graduado de enfermero y que también tuvo el grado de oficial agregado de la Policía Estadal de Lara.

“Con la pandemia nos dieron casa, alimentación, no tenía nada en realidad donde pudiera tener algo estable y el señor Henry nos dio la mano.  Me siento bien porque hay confianza y respeto, nos ayudamos entre todos”, señala Lara. 

Colaboración de todos

Poner un granito de arena para darles oportunidad a muchos venezolanos propuso Henry a todos los colombianos y a las organizaciones de cooperación internacional. “Acnur nos ha enseñado muchas cosas a cómo compartir y cómo vivir (…) Quisiéramos pedirle que nos sigan apoyando, porque los venezolanos quieren trabajar y debemos darle la mano”. 

El sueño de Henry es crear una industria colombo-venezolana, tener más de 60 empleados y que no se les exija tantos requisitos a los venezolanos para ejercer una labor digna.  “Sigo teniendo un corazón grande y con eso basta para seguir ayudándolos.  Necesitamos crear más empresas para que salga zapatos, ropa y muchas cosas más. Sé que lo vamos a lograr”, comentó.  

Henry contó que gracias a los Hogares Solidarios tienen la oportunidad de brindarles a los venezolanos un techo, alimento y que aprendan algo para defenderse.  “Sólo unidos vamos a lograr muchas cosas”, dijo.     

Una iniciativa que surgió de la comunidad

Los Hogares Solidarios son una iniciativa que surge de la comunidad y se ha mantenido gracias a ella. Estos espacios de familias colombianas, en su mayoría víctimas del desplazamiento forzado, abrieron las puertas de sus casas para acoger a migrantes provenientes de Venezuela, en quienes ven reflejados sus experiencias como población desplazada debido al conflicto armado. 

Nosotros como Acnur identificamos esta iniciativa solidaria y comunitaria en el 2015-2016, pero según nos comparten los Hogares Solidarios, con quienes hemos venido trabajado de manera articulada, esta iniciativa surgió desde el 2012, aproximadamente. Pero se fortalecieron más en el 2015 cuando la población venezolana aumentó el flujo de llegada”, explicó  Tania Anaya, Asociada Senior de Protección de Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Cúcuta. 

Aunque no es un plan impulsado por Acnur, la organización espera que en la comunidad haya más Hogares Solidarios que den la mano a los migrantes, apostándole de esta manera a una integración y convivencia en armonía.

“Las expectativas es contar con este tipo de iniciativas que aporten y contribuyan a satisfacer necesidades no solo de vivienda, de comida, sino poderse integrar con la parte emocional, con la integración social”, sostuvo Anaya. 

Una vez ubicados estos centros de atención, Acnur les ha brindado orientación para que las personas conozcan sus derechos y formen parte de las dinámicas comunitarias, generando algunos apoyos para sostenerlos. 

Anaya indicó que las familias también transfieren sus conocimientos en diferentes oficios  para que los migrantes encuentren otras habilidades de sustento. “Hay una familia que hace zapatos y les enseñan cómo hacerlos, y otra apoya a los venezolanos enseñándoles a hacer pasteles y jugos para la venta”, comentó.  

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