Acudir a un hospital privado en Venezuela es un sueño inalcanzable para muchos ciudadanos.
Enfermos venezolanos y su instinto de supervivencia en la frontera
A toda prisa mientras abría espacio entre la multitud que se aglomeraba a lo largo del puente internacional Simón Bolívar, que une a la población venezolana de San Antonio del Táchira con el departamento Norte de Santander, llegó Carlos Figueroa a la frontera.
Cargaba en brazos a Daniel, su hijo de seis años. El venezolano procedente de Valencia, imploraba bajo un sol lacerante que lo dejaran transitar. El cruce binacional fue restringido el pasado ocho de marzo como medida de seguridad ante el proceso de elecciones al Senado colombiano.
La insistencia del padre llamó la atención de las autoridades colombianas que, al percatarse de que el niño venía enfermo, corrieron las plataformas de seguridad y le facilitaron la entrada al país. El recorrido de 676 kilómetros en autobús hasta la frontera no fue en vano, padre e hijo ya estaban en Colombia.
Con tapa boca y la temperatura corporal marcando los 40ºC, el pequeño Daniel fue asistido, lo hidrataron y llevaron en la ambulancia de la Policía Nacional hasta el Hospital Universitario Erasmo Meoz, en Cúcuta.
La emergencia pediátrica del hospital asistió a 328 niños venezolanos durante enero de 2018, cifra considerada en alza por las autoridades hospitalarias al comparar dicha cifra con los 139 pequeños atendidos en el mismo periodo de 2017.
Luchando contra el cáncer
Daniel Figueroa fue diagnosticado con leucemia en el año 2015. A través de un convenio entre Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y una fundación de ayuda a niños con cáncer lo llevaron a Italia, en donde recibió un trasplante de médula y retornó a su país en diciembre de 2017.
Entre la escasez de medicamentos, el éxodo de médicos y los pocos recursos económicos de la familia Figueroa, la vida de Daniel en Venezuela se vio afectada, dijo el padre.
El presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV), Douglas León Natera, dijo que unos 22.000 galenos venezolanos se han ido del país y un 50% de los que ocupaban cargos en hospitales públicos han renunciado ante las constantes agresiones del gobierno, los bajos sueldos (Bs. 430.000, equivalentes a 9.640 pesos mensuales), y la carencia de insumos y medicamentos que solo se tienen en un 3% a 4% en centros asistenciales.
“Si voy a un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de los que creó el presidente Chávez, no hay ni un solo medicamento. ¿Usted cree que si en Venezuela pudiera encontrar los requerimientos para mi hijo yo estaría aquí? ¡No!”, afirmó Figueroa.
El afligido hombre señalaba una a una las medicinas y exámenes que deben practicarse a Daniel, pero en su país es imposible: “no hay ni reactivos en los laboratorios. Cada análisis tiene un costo entre 8.000.000 y 10.000.000 de bolívares en un laboratorio privado”.
Acudir a un hospital privado en Venezuela es un sueño inalcanzable, no solo para Carlos Figueroa y su hijo, sino para cualquier venezolano común que perciba un salario mínimo mensual de 392.546 bolívares, equivalentes a 8.636 pesos, de acuerdo al cambio monetario en frontera.
“El niño se está alimentando mal, comemos una sola vez al día porque solo alcanza para la yuca y el arroz. Aquí donde usted nos ve, no nos hemos desayunado (pasadas las 10 de la mañana)”, vociferó en la sala de emergencia Carlos.
Antes de llegar a Colombia, él buscó auxilio, visitó instituciones públicas y privadas de asistencia en salud de Venezuela, pero la respuesta fue siempre la misma: ¡no hay recursos!
“Si el enfermo fuera yo, no muevo un dedo porque ya viví, tengo 34 años, pero mi hijo apenas tiene seis y tres de ellos luchando con esta enfermedad. Le pido a Colombia que me ayude a salvarle la vida”, suplicó.
El hospital universitario Erasmo Meoz no puede sufragar el tratamiento del paciente oncológico, porque solo atiende casos de emergencia y no las enfermedades críticas.
El caso de Vicky y Michelle, dos niñas venezolanas de cuatro y ochos años de edad que fueron diagnosticadas con leucemia linfoblástica aguda de alto riesgo, en el estado de Mérida, al oeste del país, es similar al de Daniel. Ellas tuvieron que huir de Venezuela para buscar salud al otro lado de la frontera.
Al tener uno de los dos padres con nacionalidad colombiana, ellas pudieron acceder a la ayuda que brinda la fundación Soñar que está ubicada dentro del hospital de Cúcuta.
“Comprar el tratamiento fuera del país era casi imposible, pero con la colaboración de muchos ángeles pude adquirirlo hasta que se hizo insostenible. Me tocó venirme a Cúcuta porque el caso iba empeorando. Vicky se complicó al punto que se le infectaron las vías por donde va la quimio y no quise arriesgarme a una complicación mayor o a cualquier virus”, dijo Carolyn Vivas, madre de la niña que ya cumple la segunda fase de la quimioterapia.
La mamá de Michelle, Yoerliz Zambrano, llegó hace siete meses a Cúcuta. El incumplimiento en el tratamiento por falta de medicamentos, le provocó a su hija una complicación que casi le cuesta la vida, explicó.
“Moví cielo y tierra, conocí la fundación Soñar y a través de ellos obtuve los recursos para traerla, en vista de la gravedad que tenía. Michelle se encuentra ahora estable y se ha logrado que recupere el peso que había perdido y tiene continuidad en el tratamiento de quimioterapia al que responde satisfactoriamente”, dijo.
La situación del niño con cáncer en Venezuela es complicada, comentó Zambrano. “Les ponen medicamentos vencidos y el problema que presentó Michelle fue por la reutilización de una jeringa. Es triste lo que está sucediendo. Muchos niños mueren por complicaciones”.
Los números de la Asociación de Niños con Cáncer (Anican) en el fronterizo estado Táchira, dan cuenta de que en el 2017 fallecieron en la zona 35 infantes diagnosticados con cáncer y en lo que ha transcurrido del 2018, la cifra se eleva a 10, solo en los hospitales Central y en el Seguro Social de San Cristóbal. Quedan excluidos del recuento los fallecidos en el hospital oncológico y en clínicas privadas.
Organizaciones por el derecho a la salud y a la vida, como Codevida, han denunciado al gobierno de Nicolás Maduro, por violar los derechos a 3.500 pacientes trasplantados que presentan complicaciones al no poder continuar un tratamiento con inmunosupresores y estar condenados a muerte.
En busca de vida
El instinto de supervivencia, mueve a diario a decenas de embarazadas a buscar asistencia en Cúcuta. Las últimas cifras suministradas por el hospital Erasmo Meoz, muestran que en el primer mes del 2018, se atendió en la sala de parto a 287 venezolanas, número en crecimiento al cotejar con los 72 nacimientos en enero de 2017.
Mirian Mendoza, de 23 años llegó a dar a luz en Colombia. Su historia no es común: rompió fuente y vio nacer a su niña en una ambulancia de la Policía Nacional colombiana que la trasladó desde el corregimiento de La Parada hasta el hospital de Cúcuta.
La mujer, proveniente del estado Lara, había cruzado a tempranas horas de la mañana el puente internacional Simón Bolívar y decidió descansar luego del largo recorrido y conseguir algo de comida en la casa de paso “El buen pastor”, en donde la Diócesis de Cúcuta alimenta diariamente a decenas de venezolanos.
“Me senté a almorzar, tenía mucha hambre cuando comenzaron a darme dolores fuertes. Cerca de la casa de paso había una jornada médica y el doctor llegó, me revisó y cuando me vio, llamó a la ambulancia de la policía, en la que me atendieron y mi bebé nació allí. Luego fui traída al hospital”, recordó.
“En Venezuela es muy difícil vivir. No hay empleo y lo poco que se gana no alcanza para comer. Quien pueda tomar la decisión de salir que lo haga por un mejor futuro para el bebé que va a llegar”, agregó la joven madre.
La atención que recibió en el hospital fue gratuita. Siempre estará agradecida del policía colombiano que estuvo en su parto: “se armó de valor y no me dejó sola. Ahora mi hijo es colombiano y a lo mejor es que eso me puede garantizar quedarme aquí”, apuntó.
Holocausto de la salud
Históricamente, el país vecino nunca había sobrellevado un momento tan crítico en su sistema de salud como el que está atravesando en estos momentos, dijo el presidente de la Federación Médica Venezolana.
“Desde 1830, cuando se fundó la república no había pasado algo similar. Estamos en presencia de un holocausto a la salud pública”, declaró Douglas León Natera.
No existen cifras concretas de las muertes que se han registrado en Venezuela en los últimos días por falta de insumos y medicamentos.
El médico indicó que en el Hospital del Seguro Social de San Félix en el estado de Bolívar al oriente del país, entre los meses de enero y lo que va de marzo, “solo en la sala de emergencia han fallecido 114 personas. Esta es apenas una muestra del desprecio que muestra el gobierno venezolano por las personas de escasos recursos económicos”, dijo.
En el hospital de niños J.M de los Ríos, ubicado en Caracas, señaló León Natera, la falta de suplementos alimenticios y nutricionales acelera la muerte de los infantes cada día.
Escasez de medicinas, desnutrición y patologías bacterianas mataron a 30 neonatos durante los dos primeros meses de este año en el hospital Central de San Cristóbal.
A lo anterior se suman las muertes recientes de un bebé de cuatro meses de nacido que llegó al hospital de la población fronteriza de Rubio. Presentaba problemas respiratorios y no pudo ser asistido por la interrupción del suministro eléctrico.
De acuerdo con la Corporación de Salud del Táchira, esta es una situación que se ha hecho recurrente y ha cobrado la vida de dos personas más; la de una joven de 25 años, paciente oncológica que sufrió un paro cardiaco y no pudo ser reanimada por la falta de luz, y la de un paciente de 76 años de edad.
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