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Sábado, 29 Agosto 2015 - 2:37am

‘Dios mira lo que nos hacen’, dicen abuelos

La crisis que vive colombia por causa del cierre de la frontera afecta a toda la población, sin importar la edad.

Cortesía
Sebastiana Anquita Ortíz, de 75 años de edad, es una de las abuelas y abuelos que viven, a su avanzada edad, de la tragedia por el distanciamiento entre Colombia y Venezuela.
/ Foto: Cortesía
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Tres viajes con sus enseres al hombro fueron suficiente esfuerzo para que Sebastiana Anquita Ortíz, de 75 años, de Salazar de Las Palmas, se desplomara en el río Táchira, en límites entre San Antonio y Villa del Rosario.

Caminaba en compañía de sus hijos, bajo un inclemente sol, tratando de recuperar lo poco que tenían en su casa, destruida por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

Cuenta su hijo, Jorge Anguita, que al cruzar por las aguas la debilidad en las piernas la doblegaron y solo pudo alzar los brazos para apoyarse en su hombros.

Policías atendieron a la abuela en la línea imaginaria que separa a los dos países y, rápidamente, usando una silla mecedora de plástico, la evacuaron hasta una carpa del Grupo de Operaciones Especiales en Emergencias y Desastres Ponalsar, donde fue estabilizada.

Como ella, son cientos los abuelos que desde hace ocho días dan sus últimos esfuerzos por salvar lo poco que tienen. Muchos, arriesgándose a cruzar a pie una frontera que para ellos fue invisible por más de 50 años.

Los abuelos colombianos viven la tragedia más angustiosa de sus vidas porque sienten que a sus edades no les queda más que pedir auxilio porque sus cuerpos, debilitados por el tiempo, ya no dan más.

La Opinión estuvo del lado de los abuelitos colombianos, muchos de ellos desamparados, que como miles de colombianos huyen de las autoridades venezolanas por temor al maltrato.

Con su experiencia, los veteranos apelan al poder divino y piden que se haga la voluntad de Dios con el pueblo colombiano que vive el mayor desplazamiento ocurrido en 200 años de historia entre las dos naciones.

Más de 1.150 personas, que salieron de Venezuela, están en albergues en Cúcuta y Villa del Rosario. Cada uno tiene una necesidad diferente, pero hay algo que particularmente saben: se sienten orgullosos de ser colombianos.

Ángel María Ibarra Ibarra

 

“Nací el 20 octubre 1947 en El Zulia, zona metropolitana de Cúcuta. Siempre he vivido en la región, ahorita estaba en Ureña. Por seguridad fue mejor dejarlo todo. Me toco pasar el río como pude. Sufro de las rodillas y tengo una hernia. Ureña y San Antonio eran como otro pueblo para los colombianos, porque somos muchos los que vivíamos allí. Colombianos y venezolanos siempre hemos estado en la frontera. Nos despojan de nuestras raíces”.

 

 

Justo Elías Maldonado

 

“Tengo 74 años, soy de Ábrego, vivía en La Invasión (San Antonio del Táchira). Estaba desplazado por la violencia. Limpiaba lotes en San Antonio, me dedicaba a labores de agricultura y también les hacía cercas a los terratenientes del vecino país. Lo que más me duele es cómo nos sacaron”.

Actualmente Justo Elías se encuentra en un albergue de Cúcuta. Aunque tiene tres hijos adultos, cuida de otros dos: uno de 8 años y otro de 3. La casa donde vivía fue destruida.

 

Elvia Muñoz

 

“Residíamos en una parcela, en la vereda mallorquín (Ureña), por la vía a La Mulata, desde hace 10 años. Cultivaba limón, moringa, maíz y papaya. Nos llenamos de temor y cruzamos el río. No esperábamos que esto nos pasara a mi esposo y a mí, estamos solos a esta edad. Creímos que iban a respetar a los abuelos”.

Elvia Muñoz, 62 años, se albergaba ayer en una casa vieja en la vereda Santa Cecilia, vía San Faustino. Permanecía a la espera de su esposo quien fue a recuperar a su vivienda objetos de valor.

Libia Ema Contreras

 

“Mi Dios es muy grande y él se va a encargar de todo. Allá en Venezuela nunca nos dieron nada en 38 años de vivir allá. Siempre hemos trabajado por nuestra comida , nada no lo regalan. Somos personas humildes pero trabajadoras”.

Libia salió a Cúcuta y cuando volvió encontró la frontera cerrada. Lo poco que tenía se quedó del otro lado del río Táchira y ayer no había manera de entrar a recuperar lo poco que les quedaba.

 

 

Eduardo Niño

“Tengo 75 años. Nos tocó un desalojo terrible, todo fue improvisado. Me caí en el río pasando esta maleta. Hay personas que por el mal estado de salud no pueden pasar por el río, pero aún así les toca. Maduro está castigando a un pueblo que no ha hecho más que trabajar y servir en Venezuela. Hay personas honestas y trabajadoras que están sufriendo, nuestros niños ¿qué mensaje se traen de Venezuela?”.

Eduardo Niño pasó ayer con un canasto con ropa en sus hombros. Segundos antes el Ejército cerró una trocha entre San Antonio del Táchira y La Parada, Villa del Rosario.

José Contreras

“Es una arbitrariedad eso que está haciendo Maduro. Esto no tiene sentido es un hombre muy bruto con lo que está haciendo. Si en verdad él quería retirar esa gente, pues que les dé una oportunidad, unos 30 días, para que retiren sus ‘corotos’. Es inaudito”.

Con 68 años, Contreras es un hombre que mantiene su fortaleza. Ayer pasaba sus objetos por el río y ayudaba a otras personas en el sector conocido como La Playita.

Las familias que viven en el lugar, según dijo, están durmiendo a orillas del río, entre la multitud y los enseres que permanecen en las calles de La Parada.

Aunque el censo de refugiados atendidos es de más de mil personas, miles cientos siguen huyendo de Venezuela por trochas en El Táchira.

Emélida María

 

“Le pido a Dios que nos ayude. Voy a sacar las cosas (rompe en llanto). Estaba con mi esposo cuando llegó la GNB y nos sacaron con un poquito de ropa ¡de rapidez!. Dios que está allá arriba es el que mira todo lo que está pasando y el que castiga. Ha sido terrible porque ayer cerraron otra vez y no nos dejaron sacar las cosas. De todas maneras no me averguenzo de ser colombiana. Tengo confianza de que tenemos un presidente que nos va a ayudar”.

 

 

María Oneida Lozano

“A los 70 años, pasar por un río es una cosa muy difícil. Mi esposo tiene 75 años y está incapacitado, en San Antonio del Táchira. Es una cosa muy difícil que estamos pasando las personas de la tercera edad y nos trataron muy mal. Queremos que nos ayuden porque nos quedamos sin nada, sin que comer, sin que vestir. Para la tercera edad se necesitan medicamentos. Yo sufro de la columna y no hay quién nos ampare en esta situación tan horrorosa”.

Jean Javier García

jean.garcia@laopinion.com.co

Periodista Local de La Opinión

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