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Domingo, 6 Enero 2013 - 11:54am

Willy family, cuando la vida pende de un alambre

Las luces se encienden. El público grita con cada acrobacia de los Willy, una familia tumaqueña de cinco artistas. Un alambre de acero de 10 metros de largo, templado a una altura de 4,5 metros,  separa a los Willy de la tierra firme. El más mínimo descuido podría cambiar el curso del espectáculo y convertirlo en una tragedia.

Temas - Circo
Laura Soto /La Opinión
Los Willy
/ Foto: Laura Soto /La Opinión
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Temas - Circo
jennifer.rincon@laopinion.com.co

Las luces se encienden. El público grita con cada acrobacia de los Willy, una familia tumaqueña de cinco artistas. Un alambre de acero de 10 metros de largo, templado a una altura de 4,5 metros,  separa a los Willy de la tierra firme. El más mínimo descuido podría cambiar el curso del espectáculo y convertirlo en una tragedia.

Miradas apuntando al techo de la carpa, el nerviosismo y la ansiedad  se apoderan de los espectadores que se frotan los ojos con asombro, mientras Yeison, Maritza, Andrés, Johannia y Robinson avanzan en su acto de nueve minutos.

Con pantalones y camisas blancas, chaquetas rojas, y una seguridad envidiable, los tres hombres de la Willy family bailan al ritmo de hip hop a medida que van haciendo sus acrobacias.

Con las manos en el aire invitan al público para que los anime con las palmas, mientras uno de ellos toma el balancín y empieza a caminar sobre la delgada cuerda de acero. De llegar a caerse, unas colchonetas amortiguarían el golpe.

Para volver más interesante el acto, los otros dos alambristas se unen  y desfilan de manera simultánea por el camino que pende de un hilo. Luego, con giros y botes en el aire dejan boquiabiertos a los espectadores.

A sus 21 años, Robinson confiesa con serenidad que en cada giro cierra los ojos y que solo ubica el alambre cuando está a punto de caer sobre él. Pese a que la familia solo lleva seis meses trabajando junta, presenta un show  impecable.

Además de los giros y las piruetas, el baile también está presente en el acto de los equilibristas tumaqueños. Robinson, uno de los más jóvenes, se pone una chaqueta de colores brillantes y un sombrero para danzar, sobre el cable, uno de los éxitos de Michael Jackson.

Cuando los asistentes creen que lo han visto todo, las dos mujeres de la familia, Maritza, de 24 años, y Johannia, de 15, con unos pantaloncitos y un maquillaje colorido, salen a escena.

La triple altura, uno de los números más arriesgados, se lleva todos los aplausos. Andrés carga sobre sus hombros a Maritza, que a su vez lleva a Johannia encima. El balancín de seis metros de largo se convierte en la única herramienta para no perder el equilibrio.

A paso firme, los tres equilibristas recorren  sin mayor dificultan el cable de acero.

La carretilla humana, paradas de cabeza, giros acostados sobre la cuerda y la espacada (donde de Maritza se abre de piernas en el aire apoyándose en sus dos compañeros), hacen parte de su rutina sobre el alambre.

Cualquier persona que presencie el espectáculo no dudaría en decir que este trabajo es producto de muchos años de ensayos, sin saber que los Willy llevan solo un año y dos meses juntos, entre ensayos y actividad profesional.

La familia Willy aprendió  a trabajar con el alambre en el patio de la casa del tío Dixy, en Tumaco (Nariño). En tiempo récord, él formó el grupo de equilibristas que desde diciembre descresta a los cucuteños.

La pasión por el alambre

Un disgusto con sus padres le abrió a Dixy Meza las puertas del mundo circense.  El hombre, que empezó hace 30 años jugando fútbol en una carpa multicolor, se convirtió en uno de los mayores formadores de alambristas en Colombia.

Con solo 16 años, Dixy empezó a hacer sus primeros pinitos en la cuerda de acero, tras su paso como utilero en un circo en Cali. Con pocos meses de ensayos y caídas, se empezó a perfilar como uno de los mejores sobre el hilo.

Fue así como Dixy, o ‘Willy’, como se le conoce en el mundo del espectáculo, inició su trayectoria en las carpas.

Royals Stars fue el circo de su debut. Allí trabajó durante dos años, y recorrió gran parte de Sudamérica. Luego se aventuró a trabajar en otra carpa.

Con la familia circense conoció Costa Rica y Panamá, pero se tuvo que devolver para Colombia con la cabeza abajo. El circo fracasó y tuvo que vender flores en los bares panameños para reunir el dinero del viaje de vuelta.

Como el hijo pródigo, volvió a Royals Star. Meses después, firmó contrato con el Circo de los Hermanos Gasca, donde actuó seis años.

Sus habilidades sobre el alambre lo llevaron a conocer Malasia, Filipinas, Corea, Alemania, y Estados Unidos. Para entonces había conformado su primer grupo de trabajo con dos hermanos y tres primos, pero se desintegró años después.

El show debía continuar. Willy se dio la tarea de reclutar nuevos talentos entre su familia para formar a los nuevos alambristas. La Willy family solo duró dos años junta.

Los protagonistas del alambre

Andrés Felipe Leal es sobrino de Willy, y también futbolista. Pese a que no tenía mayor conocimiento sobre la técnica del alambre, es capaz de a cruzar la cuerda con cerca de 100 kilos encima.

“Este es un trabajo de pasión y concentración”, señaló el equilibrista que sueña con conocer Los Ángeles y Las Vegas. “Anhelo el día en que pueda presentarme en Tumaco ante mi gente para mostrarles todo lo que he aprendido”.

Robinson Delgado, su tío, también dejó las canchas de fútbol por las carpas multicolores.

 A diferencia de Andrés, entró a trabajar en un circo como ayudante. Su labor era armar, desarmar y estar pendiente de los útiles de los artistas. Dos años después empezó a ser parte de la función.

“Lo más difícil fue aprender a saltar sobre otras personas en el alambre. Cuando voy a saltar no miro el cable, solo lo observo cuando voy a caer”, explicó el menor de 13 hermanos.

Yeison Enrique y Johannia Ordóñez González son los hermanos del grupo. La pasión por el alambre la llevan en la sangre. Su padre hizo malabares y piruetas sobre cuerdas durante la juventud.

El mayor de los Ordoñez lleva 5 años metido en el mundo del espectáculo. Aunque le encanta trabajar sobre el alambre, no descarta la posibilidad de aprender otros actos circenses. El globo de la muerte le quita el sueño.

“La primera vez en el escenario sientes que el público te traga”, confesó. “Eso lo aprendes a controlar; después te das cuenta que trabajas mejor cuando la carpa está a reventar”.

Johannia comparte el mismo pensamiento que su hermano. Aunque en su primera función en Bucaramanga, hace seis meses, sintió que el cuerpo se le congelaba al ver tantas miradas apuntándole, hoy su mayor satisfacción es sentir la atención de los asistentes.

La joven de cabello trenzado se separó de sus padres para seguir con su sueño y ayudar en los gastos del hogar. Su mamá es ama de casa y su papá vigilante.

La más pequeña de los Willy tiene nervios de acero. A su corta edad desafía el peligro en la triple altura, sobre los hombros de dos de sus primos.

Solo en una ocasión ha probado la derrota: resbaló hace unos días en plena presentación. Adolorida, pero con una sonrisa, salió del escenario. La función debía continuar.

Finalmente,el elenco se completa con Luz Maritza Angulo, la única de los Willy que ha estudiado técnicas de circo.

Se graduó en 2008, en la escuela Fundación Circo Para Todos, de Cali, que se dedica a favorecer la inserción socio-económica y cultural de jóvenes desprotegidos a través de una carrera artística, siendo la primera escuela de formación profesional de circo en Colombia y la primera con vocación social en el mundo.

Allí, durante cuatro años, aprendió malabares, acrobacias, danza contemporánea, ballet, trapecio y alambre, en el que se especializó durante un año.

La mujer de mirada expresiva y enorme sonrisa, se enamoró de los actos circenses en 2004,  luego de ver en su colegio una velada de la fundación.

El acto de las telas, donde una mujer se deslizaba y enrollaba sobre paños multicolores, la deslumbró.

Como su mamá no le dio consentimiento para iniciar los talleres, se escapó para irse a las clases, con el pretexto de que debía asistir a los extracurriculares de educación física, porque iba muy mal en la materia.

Al finalizar el primer ciclo del taller no pudo sostener la mentira y le contó a su mamá lo sucedido. Tras una larga charla en la que explicó os pro y los contras del acto circense, la madre aceptó que su hija estudiara.

Con la ayuda de la escuela, Luz Maritza se presentó en Londres, en septiembre del año pasado.

Hace seis meses volvió al Circo Italia, donde trabajó como bailarina y ayudante del mago, para hacer lo que más le gusta: caminar sobre el alambre.

Al culminar la presentación, la familia Willy es despedida con un fuerte aplauso que no solo retumba en la carpa multicolor, también resuena en el corazón de los seis artistas tumaqueños.

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