Llegó una crisis mundial, en forma de pandemia, que también tocó a la industria de la moda y que ha obligado a repensar bastantes temas en este negocio.
¿Qué pasará con la moda después de esta pausa?
Las reseñas de las pasarelas de la Semana de la Moda de Milán, a finales de febrero de este año, hablaban de excesos en la ropa, prendas oversize (tamaño muy grande), cintura ceñida y trajes masculinos para las mujeres. Se suponía que esas tendencias, y otras más que se verían reflejadas en vitrinas alrededor del mundo, marcarían la conversación el resto del año.
Uno que otro tapabocas con diseño se asomó en un par de desfiles (el de la francesa Marine Serre, por ejemplo), pero lejos estaba imaginar que esa mascarilla iba a ser protagonista en los meses siguientes.
Llegó una crisis mundial, en forma de pandemia, que también tocó a la industria de la moda y que ha obligado a repensar bastantes temas en este negocio. Unos que incluso ya se venían conversando desde hace más de una década, pero que reflejaban con precisión el refrán popular que del dicho al hecho hay mucho trecho.
Comenzaron las reflexiones
El pasado 2 de abril, la revista estadounidense Women’s Wear Daily analizó en un artículo cómo este nuevo coronavirus ha obligado a repensar hábitos de la industria como el ritmo a la hora de presentar colecciones, el consumo y la compra vista como una inversión, la defensa de la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. Un día después de esa publicación, uno de los grandes iconos de la moda aún vigentes, el diseñador italiano Giorgio Armani, con 85 años, envió una carta abierta al medio para hacer la reflexión sobre lo absurdo que, él considera, es el estado actual de la industria, “con la sobreproducción de prendas y una falta de alineación criminal entre el clima y la temporada comercial”, y hablarlo abiertamente “es valiente y necesario”, dijo.
“No tiene sentido que una chaqueta o un traje mío esté en la tienda durante tres semanas y que después se vuelva inmediatamente obsoleta y sea reemplazada por nueva mercancía, no demasiado diferente de la anterior”. El diseñador remató con la frase “ya no quiero trabajar así, me parece inmoral”.
Eso piensa Armani, pero, ¿y los demás? “El mundo como lo conocimos ha terminado”, dijo la diseñadora italiana Donatella Versace según lo referencia la revista Vogue; en la misma publicación, el estadounidense Marc Jacobs mencionó “que el sistema, que tiene que cambiar como resultado de todo esto, nos permitirá definir lo que hacemos de una manera nueva, de una manera diferente”. El colombiano Esteban Cortázar, en un live de Instagram con el Instituto Marangoni en Miami, añadió que esta crisis pone a pensar en “cómo usar esta plataforma de creación que es la moda para una mejor idea, algo más personal y humano”.
Historia
No es la primera vez que la moda podría cambiar de perspectiva. William Cruz Bermeo, docente de Diseño de Vestuario en la Universidad Pontificia Bolivariana, puntualiza que esta industria es una de las que más está habituada a la transformación “frente a lo contingente, lo que es urgente y emergente”.
Trae situaciones claves de la humanidad como las guerras mundiales que significaron un momento de ruptura, “tras la primera se evidenció una rebelión en las mujeres que no querían estar llenas de adornos, hubo un aligeramiento de las formas, una simplificación de la ropa, una apuesta por lo práctico y utilitario. Con la segunda ni se diga, los diseñadores salieron a confeccionar máscaras, bolsos y enterizos que fueran prácticos para correr y meterse en un refugio”.
A la revolución industrial, que inició en la segunda mitad del siglo XVIII, se le reseña como un gran momento de transformación económica y social que impactó el mundo de la moda y el consumo, y habitualmente se le echa la culpa de la compra excesiva de hoy, pero “si uno menciona a la revolución industrial no solamente debe hacerse desde el punto de vista de producción y consumo sino también con las prácticas culturales que alimentaron todo. Los tiempos de ocio escenificaron una manera de vestirse y eso se revierte en que había que comprar y comprar y comprar. La revolución industrial instaló la compra como entretenimiento”.
Concluye el docente que lo que vivimos ahora es el resultado de eso que hace 200 años convertimos como un modo de ser en sociedad, que se incrementó, notoriamente, empezando la década de los ceros y el auge de la tecnología, “la voracidad del consumo se hizo más intensa, hubo una reducción en precios que decía que cualquier persona, independiente de su capacidad económica, podía comprar ropa para desecho”.
Tanto consumo
Hay un ejercicio, muy personal, que Natalia Gutiérrez hace hoy al frente de su clóset. Ella, como consumidora, analiza su guardarropa en un examen de conciencia acuñado a la nueva realidad que evidencia esta pandemia. Y se pregunta, “¿qué consumiría hoy (de esa ropa)?” y luego reflexiona “¿qué necesidades tengo actualmente?”.
Gutiérrez, quien es además consultora en branding, gestión estratégica de marcas de moda y directora del Fashion Group Colombia, trae el análisis hacia algo que desde hace mucho tiempo se venía hablando en la industria: adquirir y adquirir prendas, y ¿ahora?: “Estamos parados en un escenario distinto al consumismo desenfrenado”.
Y ahí el diseñador antioqueño Camilo Álvarez añade que no cree que después de lo que actualmente se vive en el mundo la gente deje de comprar cosas, “puede que se siga gastando, pero el tema ético y el debate que viene será fuerte. La moda tiene que asumir una responsabilidad muy grande porque es un poco descarada con muchas cosas. ¿Qué tan comprometida está la moda con lo social, con los recursos naturales? ¿Habrá un cambio sustancial? Ahora puede ser la oportunidad de que esos cambios sí existan o se den de forma más auténtica”.
Cruz Bermeo recuerda que esta cuarentena sucede en una época que estaba pidiendo cambios a gritos dentro de la misma industria, “ya llevamos varios años hablando de una consciencia frente al consumo desmesurado, eso no es nuevo. Décadas pensando cómo todo lo que produzcamos debe tener una relación amable con el planeta y disminuir su impacto; y probablemente esto haga un momento bisagra y de pronto impulse y acelere una forma concreta de transformación”.
Volver a la esencia
Álvarez hace otra reflexión sobre las palabras del modisto italiano, “Armani cuestiona la pérdida de lo auténtico en medio de la búsqueda de crecimiento económico. Por eso ahora se hará vital que cada quien pueda comunicar desde una intención la manera en la que quiere seguir trabajando y viviendo”.
Cortázar también habló de eso en su live, y de cómo toda persona que trabaje en esta industria debe preguntarse por qué hace lo que hace, qué lo apasiona, cuál es el propósito y alinearse con sus valores.
Los discursos hoy tienen que ser auténticos –indica Gutiérrez–, “ya no podemos seguir hablando y apoyando a las marcas con palabras vacías, antes se hablaba de la sostenibilidad y lo ambiental pero muy desde la superficie, no había una intención ligada a una realidad que uno pudiera evidenciar como consumidor, eso era muy difícil de ver”.
Y Armani siguió hablando de ese tema en declaraciones al diario italiano La Repubblica, dijo estar convencido de que hay que recuperar la esencia, “siempre he creído en el concepto de elegancia atemporal. No es solo un código estético, sino también un modo de hacer ropa que sugiere una forma precisa de comprarla. Es decir, para que dure”.
¿Qué va a pasar?
El docente de UPB es muy reservado frente al pronóstico futurista, el diseñador paisa cree que es difícil en este momento poner en un solo lugar lo que pueda llegar a suceder, “visualizar un solo camino es complejo”.
Armani insiste en que hay una oportunidad única “de arreglar lo que está mal, eliminar lo superfluo y encontrar una dimensión más humana”. La consultora Gutiérrez sí cree que un buen porcentaje de los consumidores tendrán más consciencia y la pedirán a las marcas.
Álvarez considera que las dinámicas sociales, en los próximos 18 meses generarán todo tipo de tendencias y contratendencias, como el maquillaje o lo recargado en la ropa (que se ve constantemente en redes sociales) contra lo básico y sencillo, “sin tanto exceso de dopamina”.
Sobre las pasarelas también se ha abierto el debate. Para Cortázar nunca volverán al lugar en el que estaban. “El viaje va a cambiar y ese ritmo acelerado de esos espectáculos más la cantidad de dinero que se necesita para montarlo. Es muy difícil tener que ser una marca joven y mantener un negocio”.
A pesar de ello considera que las pasarelas son una manera en la que el diseñador expresa su visión. “¿Y eso cómo la vamos a adaptar en un futuro? No tengo la respuesta, porque no tengo idea de lo que va a pasar (...) probablemente se invente una nueva forma de contar historias en el futuro. Hay muchas maneras en la esfera digital que es en lo que estamos ahora, pero tengo curiosidad por ver cómo será”.
Los cambios ya se están viendo, incluso localmente. Marcas haciendo tapabocas o confeccionando prendas de protección, uniendo diseño con inteligencia textil como Maaji o Alado. Otras ya empezaron a bajarle el ritmo a los más de 5 desfiles que hacían al año (Londres, Nueva Yor, Milán y París), además de pretemporadas y colecciones crucero (transición entre otoño-invierno y primavera-verano). La francesa Saint Laurent anunció el pasado 27 de abril que, debido a la coyuntura internacional marcará su agenda en el lanzamiento de las colecciones y no se ajustará a la oficial.
Ante un futuro incierto, concluyen los especialistas consultados, la moda cambiará, abrupta o paulatinamente, no se sabe, pero sí habrá una transformación. Por lo menos ya hay una clara, por ahora no serán ni las flores ni la ropa ancha a lo Billie Eilish, la prenda del año será el tapabocas y ahí ya hay un hilo que se teje diferente .
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