Aún siente susto cuando salta a la tarima  o a la pantalla de televisión o de cine. Sus 35 años de experiencia no le han podido apagar esa llama que se encendió cuando niño, en Sevilla, Valle, donde nació.

Álvaro Rodríguez, quien ha actuado en medio centenar de telenovelas, series y  largometrajes, se califica como un provinciano con 13 hermanos. 

Pagó el servicio militar y llegó a  Bogotá detrás de un hermano que estudiaba medicina y “terminé enredado con la antropología y no tengo la menor idea por qué”.  Su ilusión era crear un grupo de teatro en Sevilla con Lisandro Duque, pero lo invitó al teatro La Candelaria con un ‘culebrero’ que hacía y ahí conoció al  director y dramaturgo Santiago García con quien permaneció 25 años.

El teatro lo considera una goma “que se le pega a uno y siente placer”. Pero el cine “le enseña a uno lo ignorante que es, me abrió todas las puertas, a conocer todos los lenguajes, porque aquí confluye todo. Es una búsqueda que baja al último suspiro”.

A pesar de no cuadrar en los estereotipos ‘60-90-60’  siempre “que necesitan una caspa me dan trabajo”. Y critica, sin arrojo, esos parámetros que considera “producto del narcotráfico” y le parece terrible que el dinero lo clasifique todo. “La belleza es hasta el  infinito, está en el ser, en la sabiduría. No está en el 90 60 90. Es como si a los gordos o a los negros toque desterrarlos. Eso es absurdo, inhumano, en un país del Sagrado Corazón”.
 
“Las niñas querían, a los 15 años, que les pusieran tetas, nalgas. Y he tenido experiencias dolorosas de una amiga que se puso a joder con eso y en una escena se le reventó un seno. La naturaleza las cobra, es perfecta. A mi me toca pelear por el pago. Reclamo por el tiempo que he estudiado y consagrado. Es una discusión fuerte, ahora está empezando a mellar. La televisión se está acabando por la cantidad de juguetes que existen para hacer películas y las modelitos están empezando a  trastabillar”.

Ha navegado por varias aguas, pero el teatro lo llena, la televisión la hace por “el billete” y la goza cuando en los proyectos priman el sentido artístico y estético. El cine lo aterriza. Hoy cuenta con su propio grupo teatral Alcaraván. Allí, es director, actor, escritor. “Me tiene quebrado, pero me encanta”.

Con el teatro  ha viajado por más de 30 países y “eso es suficiente porque viajar con el grupo y con el trabajo de uno, los encuentros son más gratos”. En estos momentos está en posproducción la película número 40,  ‘Un tal Alonso Quijano’ en donde encarna a  Sancho Panza.

Sus 35 años de profesión los resume con “felicidad total, plena, alegría. Las dificultades me han hecho humano, porque sin conflicto no hay drama”.

A esta capital vino por cuatro días como tallerista del INI, convenio con el ministerio de Cultura, y se reencontró con ‘La magia de Cúcuta en función de dos guiones: ‘La niña’ y ‘Francisco’ y un largometraje,  inspirado en el gimnasta Jossimar Calvo. 

El reconocido actor hizo un repaso de los títulos de sus principales series y telenovelas. 

¿A quién considera un NN?

A todos los desconocidos que somos, que juega, que se roba hasta los sentimientos, la alegría.

¿Ha pasado una última tarde con Teresa?

Sí, más de una. (risas)

¿Qué tiene sabor a limón?

La juventud.

¿El fuego es verde?

Como la esmeralda.

En qué circunstancia diría ¿Por qué diablos?

Esas son las preguntas que se hace uno, ese diablito que tiene adentro.

¿A dónde cree que va Soledad?

Sigue en la búsqueda de sus afectos.

¿El corazón sí tiene ley?

Sí, claro.

¿Cree que Isabel se la veló?

Sí, siempre me la vela.

¿A quién considera La Lectora?

A una narración periodística en la Cámara.

¿Cree que la plata lo separe?

Sí, la plata separa e inhumaniza.

¿Es necesario amar para vivir?

Hay que amar para vivir.

Ha tenido tres mujeres

Muchas más.

¿Perro si come perro?

Perro no come perro.

¿Soñar cuesta o no cuesta nada?

Lo que cuesta es hacerlo realidad.

¿Quién matóm a Gaitán?

Yo.