Que tanto las Farc como los delegados del gobierno en La Habana hayan acordado que las partes reconocerán a sus víctimas, con miras a la reparación integral que merecen, no solamente es una buena noticia, sino un paso trascendental en la búsqueda de la paz.
Víctimas y paz
Es la primera vez que ello ocurre. En el pasado, los voceros de la guerrilla se habían negado a reconocer sus crímenes y, por tanto, a las víctimas.
No se olvide que en Oslo –Noruega-, cuando se iniciaba este proceso de paz, los voceros de las Farc negaban inclusive que mantenían personas secuestradas, lo que por supuesto generó desconfianza en lo que se iba a hacer.
En efecto, son muchas las víctimas dejadas por la subversión a lo largo de esta guerra con la que Colombia quiere acabar: le deben al país la muerte y la tortura de muchos inocentes, secuestros, reclutamiento forzado de jóvenes y niños, mutilaciones por minas antipersonas, cobardes ataques contra la población civil, extorsiones, violencia sexual, entre otros crímenes.
En cuanto al Estado, también tiene víctimas a su cargo, generalmente por omisión. Pero también por acción de algunos de sus agentes: por ejemplo, los que contemporizaron con las organizaciones paramilitares y los que llevaron a cabo los falsos positivos –crímenes de lesa humanidad-, cuyos tenebrosos métodos acaba de narrar en televisión uno de sus autores.
El proceso de paz se lleva a cabo con miras a los acuerdos en virtud de los cuales se ponga fin al conflicto armado, pero desde luego tales acuerdos no pueden concretarse solamente sobre la base de la desmovilización, los beneficios penales que se otorguen a los desmovilizados o su posible participación en la actividad política.
Nada de eso tiene sentido ni es aceptable en procesos de justicia transicional –como este- si se prescinde de considerar la situación de las víctimas, o si no se prevé cómo habrá de brindárseles la reparación integral a la que tienen derecho.
En fin, la paz sería imposible sin contar con las víctimas.
Su presencia, en procura de sus derechos, es algo indispensable en un proceso como el que se adelanta.
Ahora bien, parece que no todos los integrantes de las Farc quieren la paz. Claro: en uno y otro lado se manifiestan las extremas, de izquierda y derecha, enemigas de la paz, pero la gran mayoría de los colombianos la consideramos urgente.
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