No será, desde luego, una noche de paz. Pero, la de hoy, será una noche sin guerra, la primera real en muchas décadas de dolor y muerte.
Una noche distinta
No será la utópica noche que proclaman villancicos y canciones infantiles navideñas. Ni siquiera se acercará a las idílicas noches cantadas en tantas piezas del folclor nacional. Estará lejos de la noche blanca, tibia, serena y llena de música de alas celebrada por los poetas.
No será la típica noche de Navidad deseada por todos para los amigos.
No será, desde luego, una noche de paz. Pero, la de hoy, será una noche sin guerra, la primera real en muchas décadas de dolor y muerte, noches negras de las que jamás nos hemos arrepentido. Por el contrario, algunos aún hacen esfuerzos por que no desaparezcan.
Tenemos que estar todos los colombianos de acuerdo con el presidente Juan Manuel Santos en su corta disertación ante los soldados del fuerte militar de Tolemaida: ‘La palabra paz ya no será simplemente una palabra retórica, un anhelo; es una realidad’.
Que la de hoy sea una noche fría, quizás lluviosa, austera, algo tensa, por razones económicas; sin desbordes, sin excesos, no quiere decir que no sea una noche lo más cercana posible a la definición de una buena noche.
Llegar a hoy le ha costado al país tanto dolor, tanta sangre, tanto llanto como nadie, en sano juicio, pudo imaginar que existiría. Esa es una muy buena razón para hacer todo lo que esté al alcance de cada colombiano para defender el derecho a que todas sus noches sean al menos tranquilas.
Con las Farc silenciadas para siempre y con el Eln ansioso, como dijo uno de sus comandantes, por prolongar el cese el fuego vigente, ¿habrá de verdad alguien que crea que es mejor dormir con el corazón en vilo esperando el primer bombazo, la primera descarga del combate, para ver qué hacer?
Sin dudarlo, no. Nadie puede pensar que es mejor en vez de cama tener una trinchera y en vez de cuna para el bebé un pequeño fortín.
En algunas palabras de su discurso no coincidimos con el presidente Santos, aunque comprendemos por qué las dijo a los soldados.
“Me voy alegre de haber podido convivir con ustedes todos estos años, de ver cómo ganamos, ustedes ganaron esta batalla y ver cómo quedaron tan bien ubicados y preparados para defender esa paz que es su victoria”, les dijo.
No ganaron los soldados ni perdieron los guerrilleros, con los diálogos de La Habana y el acuerdo de paz. Ganamos todos los colombianos, sin distingos ni de credo ni de idea política ni de cualquiera otra circunstancia.
En un país en guerra, todos pierden; con la paz, todos ganan para siempre. Esa es una verdad insoslayable, irrefutable. Además, es una realidad a la que debemos acostumbrarnos: la guerra se fue definitivamente, aunque existan todavía temores de su retorno, fundados en la dinámica partidista de sectores que no se resignan a que todo el país disfrute de la tranquilidad relativa de estos días y duerma a pierna suelta…
A partir de esta noche, para generaciones enteras de colombianos, los deseos de Navidad de tener una noche feliz comenzarán, por fin, a tener algún sentido. Ya no serán palabrería vacía. Por fortuna.
Y, desde este rincón, con sinceridad, con lealtad, a usted, lector incansable, leal, franco y tolerante, le deseamos la mejor noche de Navidad que sea capaz de disfrutar.
Todos lo merecemos.
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