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Domingo, 1 Mayo 2016 - 1:00am

Trabajadores y sindicatos

Hoy debería ser un día de reflexión y decisiones determinantes por parte de trabajadores, para que asuman el control de sus reivindicaciones.

Bastante lejos quedaron en la historia de Colombia aquellos tiempos en los que días como este Primero de Mayo se libraba una sola intensa batalla campal en todas las ciudades, entre trabajadores estimulados por agitadores de oficio y la fuerza pública.

Por fortuna la historia archivó esas jornadas sangrientas envueltas en rojo, que solamente les servían a los dirigentes sindicales para afianzar sus posiciones dominantes dentro del movimiento obrero y a los activistas de los partidos de izquierda para recibir bolillazos de la Policía.

Porque para los trabajadores todo siguió igual, en una economía endeble y  dependiente y necesitada, y con un liderazgo sindical voraz, corrupto, egoísta y sin la menor expectativa de modernizarse a través de la capacitación académica.

Que por excepción algún dirigente obrero hubiera llegado a ser ministro, por ejemplo, fue más resultado de una decisión demagógica del gobierno de turno para tranquilizar a la masa obrera, que de capacidad real del escogido.

Las posiciones directivas en las centrales obreras —la pregonada unidad obrera en Colombia ha sido, en realidad, una lucha permanente entre dirigentes, basada en discursos ideológicos y políticos que pocos han entendido, pero todos han defendido— se las disputaban a dentelladas, por las gabelas económicas, siempre muy jugosas, que obtenían como cabezas visibles de la clase obrera.

Nacido de la más pura entraña anarquista y socialista de Estados Unidos, cuando tales ideas no eran un problema allá, la fiesta del Primero de Mayo nunca ha significado para los trabajadores colombianos más que un feriado de descanso obligatorio.

La historia oficial lo dice sin rodeos, y en ello coincide la historia de cada trabajador. Y con toda honradez debe aceptarlo así cada central obrera, cada sindicato, cada líder…

Nació para reforzar la exigencia de los obreros de Chicago, que planteaban 8 horas para el trabajo, 8 para el descanso y 8 para el hogar, pero quizás este detalle lo ignoren muchos burócratas sindicales colombianos, más interesados en defender sus intereses particulares que en otro asunto.

Hoy, debería ser un día de reflexión y decisiones determinantes por parte de los trabajadores, para que asuman el control de sus reivindicaciones al margen de un sindicalismo que está sumergido en una penosa situación, en una crisis de la que muy difícilmente se recuperará.

Los trabajadores colombianos están mayoritaria y definitivamente mejor preparados académica e intelectualmente que sus anquilosados líderes sindicales, que no se han percatado de que, precisamente, la mayoría de sus afiliados están en sectores laborales que perdieron participación en el empleo urbano. Cambios en la estructura productiva del país no fueron percibidos por la dirigencia sindical.

Tampoco detectaron las consecuencias generadas por los cambios en las relaciones contractuales —outsorcing, prestación de servicios…—, que dificultan la agremiación de los trabajadores, que ahora no tienen ni sentido de pertenencia ni la identidad que siempre tuvieron.

La crisis también pasa por la manera como la politización y la primacía de los intereses particulares atentan contra el deber ser sindical, caracterizado por agendas trazadas desde partidos y movimientos de izquierda que tampoco hallan sintonía con las masas trabajadoras.

Si quiere sobrevivir, el movimiento sindical tendrá que reinventarse en todo sentido, a fin de que esté en capacidad de responder a las necesidades de la masa trabajadora. Claro que si no lo hace, nada importante pasará: total, desde hace unas dos década el sindicalismo colombiano solo se limita a participar en la mesa de concertación del salario mínimo, en la que nunca logra imponerse.

En circunstancias así, es lo más probable que los trabajadores colombianos no sientan, como quizás alguna vez, la necesidad de líderes que los condujeran en busca de lograr el reconocimiento pleno de sus derechos. Algo que ahora ha cambiado de manera drástica.

Hoy, el sindicalismo podría estar ad portas de ser un recuerdo…

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