Lo primero que hizo la política fue aborrecer la semántica. Necesitaba que las palabras significaran algo diferente de lo que en realidad significan, y entonces se inventó la eufemística, esa manera pedante de decir o de callar cosas usando términos rebuscados o a los que les ha cambiado su real significado.

Según la semántica política, las cosas son lo que se quiere que sean, no lo que verdaderamente son. Para los políticos, el costo de vida no se encarece, sino que crece el índice de inflación. No hay civiles muertos ni destrucción en una acción militar contra la guerrilla, por ejemplo, sino daños colaterales.

Y de la policía en los pueblos de Catatumbo se dice que está replegada en sus cuarteles, cuando lo real es que está inmovilizada porque tanto a los agentes como a sus oficiales les da miedo la calle, que es donde está su trabajo.

Por razón de los eufemismos y de esa particular semántica política que se estila en el gobierno, solo cuando fue devuelta por el Eln se supo que la periodista Salud Hernández-Mora había sido secuestrada.

No porque los colombianos no tuviéramos la íntima certeza de que así fue, sino porque el gobierno cometió dos errores: primero, siempre calló la realidad, y cuando intentó explicarla, mintió y no rectificó.

De reconocer públicamente que no sabía del paradero de la periodista, los voceros del gobierno pasaron a la afirmación de que estaba retenida por el grupo guerrillero en la zona de Catatumbo, y ponían el énfasis en el hecho de que ella se había ido por su propia decisión a trabajar en los caseríos del Eln.

Pero, en verdad, siempre estuvo secuestrada. Obviamente, retenida, como el gobierno lo dijo, con una palabra que está a mitad de camino entre la libertad y la realidad del secuestro.

Retener es impedir que algo se mueva; en el caso de una persona, oponerse a que vaya donde quiera, es decir, mantenerla retenida contra su voluntad.

Sólo que, de acuerdo con las leyes penales colombianas, la retención de una persona por otras, sin autoridad para hacerlo, como es el caso del Eln o de cualquiera otra organización, clandestina o no, legal o ilegal, es acción delictiva y se llama secuestro. Así, con todas sus letras.

Y, básicamente, hay dos tipos de secuestro: el simple, o sea el que comete una persona que arrebata, sustrae, retiene u oculte a otra persona con propósitos diferentes del secuestro extorsivo, que comete alguien cuando a cambio de su rehén exige un provecho o cualquier utilidad, o que se haga u omita algo, o con fines publicitarios o de carácter político.

Por conveniencia, claro, la guerrilla también habló de retención. Y que por razones de no distanciarse demasiado de la posibilidad de negociar con el Eln el gobierno acuda a los eufemismos no significa que Salud Hernández-Mora y otros periodistas no hayan sido secuestrados. Porque lo fueron, y el propio Timochenko, comandante de las Farc (maestras del secuestro en Colombia) así lo dijo.

Por eso, siempre —con mayor razón el gobierno— lo mejor es decirle al pan pan y al vino vino, como lo indican el refrán y la lógica, y no andar intentando, sin resultados, ocultar una realidad que todos conocemos. Hay que hablar con las palabras del pueblo, con su semántica. Con la verdad.