Las paradojas son como la sal de la historia. Sin ellas, todo sería un lento y tedioso transcurrir de hechos, casi todos predecibles. Lo inimaginable, aquello en lo que nadie atinó siquiera a pensar, hace de la monotonía una realidad excluida.

En La Habana, este lunes, la paradoja hizo fiesta, fue la invitada de honor en la reunión del secretario de Estado, John Kerry, y los negociadores de las Farc.

Como toda organización guerrillera de izquierda latinoamericana, las Farc nacieron con un discurso en el que el imperialismo norteamericano, como aún se escucha gritar en las calles, era un objetivo político y militar de primer orden.

Todos los males del Continente eran consecuencia de las políticas y de las decisiones de Washington. El imperio era —y sigue siendo— el coco de todos los revolucionarios y de muchos que no lo eran, pero en especial de los guerrilleros. Si ellos lo declaraban objetivo militar, lo obvio es que ellos también lo fueran del imperio. Solo que en Washington muchas veces ni se daban cuenta…

En el monte, los guerrilleros se cuidan de la leishmaniasis, de las venéreas, de las fuerzas del Estado y de los yanquis, como les dicen a los estadounidenses.

En una famosa e infame masacre interna del Frente Ricardo Franco (FRF), entre 1985 y 1986, a uno de los combatientes que sus jefes ejecutaron, porque supuestamente eran infiltrados del Ejército, lo ahorcaron con alambre de púas, solo porque le hallaron una carta de una amiga que vivía en Estados Unidos.

“Eres un cochino proimperialista”, recuerdan testigos que le gritó José Fedor Rey o ‘Javier Delgado’, al guerrillero. Así eran, y quizás son, las cosas en algunos sectores políticos radicales. Y las Farc lo han sido siempre.

Después del lunes, claro, muy probablemente ya no lo serán nunca más. Milagros de la paradoja.

Ni el colombiano más despistado ni el analista más aventurado, nadie, ni siquiera el más osado y delirante guerrillero, muchísimo menos su comandante máximo, hubiera imaginado, ni por equivocación, que los más altos jefes de las Farc terminarían, una plácida tarde cubana, recibiendo la oferta formal de que el imperialismo yanqui les garantizará su seguridad. El gran coco los cuidará.

¿No es esta, una de las más grandes paradojas de la inverosímil historia colombiana? Y los negociadores de la guerrilla ni siquiera por respeto a sus ideas rechazaron la oferta. Al contrario, a Kerry le pidieron ayuda para combatir a las organizaciones paramilitares.

Tal vez no Pedro Antonio ‘Tirofijo’ Marín, pero sí Guillermo León ‘Alfonso Cano’ Sáenz y Luis Alberto ‘Jacobo Arenas’ Morantes, a pesar del pragmatismo de su realpolitik, deben estar revolcándose en sus tumbas, tratando de entender lo que ha sucedido. Para ellos, sería parecido a si los gatos más temidos del barrio se hubieran ofrecido para cuidar a los felices ratones en su fiesta de grado.

Pero la rueda de la historia se mueve por contradicciones. Solo que esta vez la capacidad de sorpresa de muchos quedó hecha añicos ante una situación inimaginable por décadas: los jefes de una organización calificada de terrorista y de narcotraficante, con rezagos de su inicial discurso marxista leninista, capaces de enfrentar durante lustros a uno de los ejércitos mejor entrenados del mundo, autores de masacres sin cuenta… terminan recibiendo consejos, sugerencias y, en especial, garantías serias de seguridad de parte de su archienemigo de todos los tiempos.

Y, aunque parezca más una escena de un sainete parroquial, que no quede la menor duda de que Washington cumplirá a carta cabal su ofrecimiento.

Así, los jefes de las Farc ya deben estar mucho más tranquilos que hace dos días, cuando ni siquiera imaginaban que podrían, como va a ser, salir a las calles en campaña política, con sistemas de seguridad ‘made in USA’.