En las iglesias se escucharon plegarias para que cese la sequía y venga la refrescante agua, y promesas de un cambio de comportamiento con la naturaleza y evitar un desastre fatal. 

Cúcuta está sola. Las avenidas se ven lo anchas que son porque el tráfico vehicular bajó notoriamente. Los trancones en los días santos quedaron convertidos en una historia de la ordinaria cotidianidad cucuteña que se da cuando una parte de la población se va de paseo a descansar y a escapar del abrasador calor que por efecto del cambio climático ha disparado los termómetros.

Prueba de ello es que algunos el miércoles, y otros desde el mismo lunes cuando los estudiantes no regresaron a clases para salir a disfrutar de una semana de vacaciones, se fueron a los municipios que en Norte de Santander, Santander, Boyacá y Cundinamarca ofrecieron una variada programación en la Semana Santa y, de paso, bajar unos cuantos grados centígrados.

Pamplona, Chinácota, Salazar, Bochalema y Ocaña figuraron entre los destinos elegidos por quienes decidieron partir a rezar y a vacacionar desde la capital de Norte de Santander, donde en prevención de accidentes de tránsito, en la Central de Transportes se activó el plan especial de seguridad para que los vehículos salieran con la revisión técnica y mecánica en regla, mientras que los conductores fueron sometidos al examen de alcoholemia, para evitar que condujeran embriagados. Hasta ayer, las autoridades de tránsito reportaron completa normalidad e indicaron que no se registraron accidentes graves en las vías del departamento.

En la ‘Ciudad Mitrada’ se vivió el fervor religioso en cada una de las ceremonias y en las procesiones que recorrieron varias calles pamplonesas. Como ha sido tradicional, personajes de la vida política y administrativa de la región marcharon al frente de muchos de los pasos religiosos, como lo hiciera el gobernador William Villamizar Laguado, en Pamplona.

Bogotá, las playas colombianas, los viajes al extranjero y el disfrute de otros sitios del país también fueron elegidos por quienes residen en Cúcuta.

Y los que se quedaron aquí, ayer todavía se quejaban de que parecía un castigo divino la asfixiante temperatura que fue soportada el Jueves Santo por los rayos del sol. En la casa no la aguantaban. En la calle tampoco. La brisa que corría era igualmente caliente y la noche pareció ser más bien un soleado mediodía. De nada les valió el bañarse más veces que de lo común. Ni consumir grandes cantidades de líquido y los ventiladores lo que hicieron fue arrojarles aire muy caluroso.

Por eso, los creyentes que colmaron la Catedral y las iglesias de los barrios, clamaron a Dios que por favor se acuerde y haga llover sobre la calcinada tierra que arde bajo los pies como cuando el pueblo de Israel atravesó el desierto en el Éxodo.

La promesa que se escucha, es aquella de que: “no volveremos a contaminar”, “mire cómo se acabó el Pamplonita, que ahora hasta espuma y mal olor emite, como el río Bogotá”. Y quienes se fueron para el río Zulia a tratar de disfrutar de un paseo santo, luego de orar, también quedaron asombrados de ver que al igual que El Catatumbo y el Táchira, se está secando lentamente, aunque en esta semana el caudal mejoró algo.

La conclusión es que la plegaria más elevada al Altísimo es que ponga el agua y quite el sol, para que retorne el equilibrio y la promesa que más se planteó es la de que ahora sí vamos a ser protectores y defensores de la naturaleza, al empezarse a entender que La Tierra es de todos y para todos, pero que hay que cuidarla.