Son situaciones a las que, de ordinario, los grandes estadistas no se enfrentan. Es que eso de tener que tragarse hoy las palabras que dijo ayer no deja bien parado a nadie, mucho menos a presidentes en problemas, y problemas serios.

Es el caso del presidente español, Mariano Rajoy, que no solo debe estar buscando la forma de no pasar a la historia como el responsable de la atomización de España, sino de buscar la manera de borrar palabras que dijo hace una semana y que hoy le calzan como el guante del refrán.

En reunión con Donald Trump en la Casa Blanca, Rajoy participó en una conferencia de prensa durante la cual se declaró el líder de una campaña para sancionar a Venezuela, en desarrollo de planes para marginar al gobierno de Nicolás Maduro, por las expresiones de fuerza con las que enfrentó marchas diarias y violentas de la oposición contra su gobierno.

Palabras de Rajoy en esa oportunidad fueron: Hemos constatado la necesidad de mantener la presión internacional sobre el gobierno venezolano. Estamos liderando en la Unión Europea la propuesta para sancionar a Venezuela. (…) Apoyamos una solución democrática y negociada que beneficie al pueblo (de Venezuela). Venezuela está en una deriva que la lleva inevitablemente a una dictadura. Las sanciones son importantes (…) una coalición internacional que presione al gobierno de Caracas. Todos los que compartimos los valores de democracia y de derechos humanos tenemos que hacer algo. Y muchas otras.

Por cuenta de la increíble violencia que desató la Policía española contra Cataluña, el villano del día es Rajoy, quien llegó al poder en 1996 como ministro de José María Aznar, a nombre del gobernante Partido Popular (PP).

Desde entonces, Rajoy se ha mantenido en la cúspide del poder político. Es solo el presidente, pero él actúa como si fuera el Estado español, y las consecuencias de esa manera de actuar se pueden leer en lo ocurrido con Cataluña. 

Guardadas las proporciones de lo que implica comparar las situaciones de los dos países, en vez de dialogar, como le proponía a Maduro, Rajoy optó por la fuerza y la violencia, como lo ha hecho Maduro en Venezuela y como lo hacía el dictador Francisco Franco, donde están los orígenes del PP. Es decir, cayó en la misma conducta –sin duda reprochable- que tanto ha criticado. 

Hoy, Cataluña va por el camino sin regreso de su independencia, y si bien de todos modos es algo que iba a ocurrir, Rajoy es el responsable de que cualquier deseo de negociar de los catalanes se haya disipado. 

Nada menos que el propio Consejo Europeo lo urgió para que evite usar la fuerza y, de esa manera, eludir un escalamiento en el conflicto del que es tan responsable como el Gobierno Catalán. 

Falló el presidente Rajoy, pues demostró que la práctica que tanto criticó, terminó siendo el recurso que ordenó usar cuando las cosas amenazaron con salirse de madre, igual que a su colega venezolano se le salieron, por no negociar, por no dialogar, por preferir la soberbia a la humildad que permite negociar.

Es tiempo de reflexión y de asimilación de lo aprendido, el de Rajoy estos días. Es tiempo de intentar aplicar el mensaje que tanto ha predicado.