Castigar con cárcel a quien delinque es una especie de norma sine qua non la sociedad puede estar tranquila.
Menos presos
Con un sistema que está sobrepoblado en 52 por ciento, es una tontería decir que el sistema carcelario es un fracaso estruendoso. Lo es, desde luego, y cada día, con cada preso más, se acelera su carrera desbocada hacia la catástrofe. Sin duda.
Y, todo, porque no se acepta que los viejos siempre tuvieron razón cuando, sin pensarlo mucho, afirmaban que es mejor prevenir que curar. Un Estado que toda conducta delictiva la sanciona con la cárcel, en vez de evitar que ocurra, llega sin esfuerzo a realidades como la de Colombia: un preso por cada 264 habitantes.
No se puede más que estar de acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr), cuando afirma que “las cárceles tienen una situación humanitaria grave, pero, más allá de ello, son la consecuencia de una política criminal que no funciona”.
Y no funciona, porque Colombia no necesita más cárceles, como lo consideran algunos influyentes, sino menos presos, y para ello hay que modificar radicalmente la política criminal, para poner el énfasis en las condiciones de seguridad, a fin de evitar que más personas vayan a prisión, donde al tiempo que pagan su sanción, se capacitan en otras formas del delito.
Porque a eso lleva el sistema actual de prisiones, con multitudes ociosas que en su hacinamiento infame solo pueden ocuparse de perfeccionar sus prácticas y de reclutar o ser reclutadas para las filas siempre llamativas del crimen organizado.
Según Alejandro Marambio, analista de política criminal del Cicr, “hay serias investigaciones que vinculan el crecimiento de las pandillas al crecimiento de la tasa de prisionización; la cárcel es un sitio excelente para captar personas para el delito”.
Las estadísticas señalan que la tasa de homicidios en Colombia era más alta en los años 90 que ahora, pero la tasa de prisionización se triplicó, debido no a que haya más delito actualmente, sino al mal manejo del uso del castigo, que entrega a las pandillas decenas de miembros cada día con solo llevarlos tras las rejas.
Castigar con cárcel a quien delinque es una especie de norma sine qua non la sociedad puede estar tranquila. Pero esa es una cultura equivocada. Los expertos consideran que la penal debería ser la última respuesta del Estado ante el delito, pero aquí es la primera.
Ante cada delito grave, ante la consolidación de toda tendencia criminal, ante la aparición de una nueva conducta delictiva, en lo primero en que se piensa es en aplicar penas, a veces descabelladas, como la de quitarles la vida a los violadores, cuando está demostrado a cabalidad que la pena de muerte no disuade a nadie.
Un Estado más preocupado por su gente procura generarle condiciones de seguridad en todos los ámbitos, y esto significa disponer de todos los recursos que sean necesarios para neutralizar a los delincuentes antes de que comiencen a actuar.
Pero Colombia no cumple con el mínimo sentido de una política criminal, que es mejorar las condiciones de seguridad. “¿Crecieron los delitos y eso hizo que los presos aumentaran, o fue al revés?”, pregunta el Cicr y responde: “Creemos que el tipo de cárcel y la forma como ustedes generan la privación de la libertad aumentan el delito”. Y esto no parece admitir discusión…
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