Ni son las motocicletas ni la falta de señales en las calles: son los motociclistas y su irresponsabilidad diaria. Las motos, como las armas, solas no generan tragedias, sino las personas que las manejan y manipulan.

Y, en Cúcuta, las tragedias en las que hay motociclistas involucrados son de tal relevancia, que la ciudad, sexta en magnitud e importancia en Colombia, es la cuarta en materia de accidentalidad con motocicletas. Y así es desde 2010.

De unos 10 mil comparendos de tránsito entregados por la Policía en 2014, más de la mitad los recibieron motociclistas, por su caótico desempeño como conductores y su permanente actitud de ignorar las normas básicas, no solo las de tránsito, sino las de conducción.

La motocicleta es un vehículo de transporte personal, ágil, barato, económico y muy útil en sectores a donde el transporte convencional no llega. Pero, la insoportable falta de cultura vial de los motociclistas lo ha convertido en un peligro permanente, en arma peligrosa disparada al azar en las calles.

Para la Policía de Tránsito, controlar a los motociclistas es una misión casi que imposible, por la falta absoluta de cultura vial que demuestran: estacionan donde les parece, adelantan en zonas prohibidas, de ordinario van a exceso de velocidad, omiten el paro ante los semáforos y otras señales, andan en contravía, se cuelan por entre las filas de carros en marcha, corren sobre los andenes, llevan a varias personas, hacen toda clase de piruetas y reaccionan con violencia ante cualquier reclamo.

O, en situación más extrema, van embriagados sobre sus frágiles aparatos.

La cultura vial, como todas las demás, se aprenden. Por ello, todas las personas que conducen motocicleta, deben tener licencia para hacerlo. Y si la tienen, debieron presentar un examen ante las autoridades de tránsito sobre todo lo que significa tener el privilegio de conducir un vehículo automotor, y sobre las reglas que deben cumplir.

Pero, la verdad es otra. Un trámite que en otros países significa exámenes muy rigurosos, acá se lleva a cabo sin ellos. Centenares de licencias para conducir moto son expedidas sin el lleno de requisitos, en especial, sin constatar que el aspirante conoce las normas de tránsito y sabe conducir un aparato de estos.

En este sentido, el Municipio tiene mucho qué hacer. ¿Por qué razón hay que entregarle una licencia a toda persona que la solicita? No hay ninguna que lo amerite. Tener licencia para conducir un vehículo es un privilegio que otorga el Estado, no una obligación que deba cumplir.

Pero, si no existe cultura vial entre los motociclistas, tampoco hay quienes se ocupen de controlarlos. ¿Qué pueden hacer 13 policías ante el caos que siembran 70 mil motociclistas apoderados de las calles de la ciudad? La verdad, nada diferente de verlos pasar raudos, en contravía o como les parezca, burlándose de automovilistas, normas, autoridades y hasta de la muerte. Hasta que a muchos, esta los alcanza en el momento en que ellos menos la esperan.

En las urgencias de salud de la ciudad siempre hay al menos un motociclista en manos de médicos y enfermeras que tratan de recuperarlo de algún accidente vial, mientras en las camas otros, como él, se recuperan de cirugías causadas por su irresponsabilidad.

Los motociclistas se están matando, y lo saben, pero puede más su manera de actuar, que su integridad física, y así muy poco se puede hacer para disminuir la gravedad de la tragedia diaria.

Pero hay que hacer algo, lo que sea, y pronto...