Como primer mandatario, la del presidente de la República es, obviamente, la primera voz del país. Y los aciertos y los yerros de esa voz adquieren importancia vital para los ciudadanos. Por eso, es imprescindible, fundamental, que la voz del presidente diga siempre la verdad. A cualquier costo. Jamás puede mentir.

Infortunadamente, por estos días, el presidente Iván Duque ha mentido. No porque se lo proponga, desde luego, sino porque lo han hecho mentir. Sí, aceptado, de todas maneras es la voz del presidente y debe decir siempre la verdad… Pero no ha sido así en casos muy sensibles, y nadie se ha preocupado por explicar qué pasó.

En el primer caso, la voz presidencial retumbó en todo el país con información clara: el guerrillero disidente de las Farc Wálter ‘Guacho’ Artízala Vernaza fue herido en combate con las Fuerzas Militares en un sitio de la frontera colombo-ecuatoriana. Pero nada de eso fue cierto.

Una investigación interna del ministerio de Defensa concluyó en que todo fue culpa de un suboficial que “violó un alto secreto militar” y transmitió la versión por teléfono a sus compañeros, hasta que llegó a oídos presidenciales.

El suboficial fue sancionado, dijo un comunicado oficial que, en vez de aclarar lo sucedido, permitió múltiples interpretaciones. El presidente le cree más a uno de los militares de más bajo rango, que a su ministro de Defensa, por ejemplo, que sin duda debió advertirle que la versión era falsa, interpretan unos.

El presidente anda en las nubes respecto de lo que le comunican sus altos funcionarios, creen otros, aunque no con mucha seguridad.

Al presidente lo están llevando a hacer el ridículo, con el fin de justificar así la compra de muy costosos sistemas de comunicación cifrada, complementarios del escudo antiaéreo, aventuran otros.

Porque este miércoles, Duque repitió. Dijo con seguridad que el niño Cristo José Contreras, hijo del alcalde de El Carmen y secuestrado cuando lo llevaban en una moto a la escuela, había sido o liberado. Pues tampoco fue así. El niño sigue en poder de sus secuestradores.

Esta vez no hubo un cabo que violara el altísimo secreto de una investigación militar. Y con la experiencia de ‘Guacho’, el ministerio de Defensa en pleno, y todos los funcionarios de la Oficina de Información de la Presidencia debieron estar alerta y advertidos, para evitarle otra vergüenza a Duque.

Existe la versión según la cual, ante la cercana posibilidad de relevos en los altos mandos militares, hay oficiales de todo rango que buscan quedar acomodados de la mejor manera, y se arriesgan a lanzar versiones, en una especie de lotería: si aciertan, cobran, y sus méritos suben; si no, pasan agachados, y nadie se da cuenta.

El problema es que la situación está haciendo quedar a Duque en condición similar a la de El pastorcito mentiroso del cuento infantil.

La inquietud de la opinión puede, incluso, convertirse en viva preocupación, y debe haber gente preguntándose cuáles, de todas las cosas que ha dicho

Duque son mentiras, o si ha dicho alguna verdad. Repetimos, no por su culpa, sino forzado por las circunstancias representadas en su más estrecho círculo de confianza.