En Caño Indio estará una de las zonas veredales acordadas entre gobierno y Farc para alojar temporalmente a los guerrilleros.
La hora llegada
De Caño Indio no existía referencia clara ni siquiera en muchos mapas. En realidad, salvo en Tibú, muy contados nortesantandereanos sabían algo sobre este trozo de territorio catatumbeño que desde ya comienza a convertirse en un punto del que todos hablaremos durante un buen tiempo.
Es un rincón abandonado de la mano de Dios y de los hombres, entre Tibú y La Gabarra, donde con todas las dificultades sobreviven unas 350 personas de 50 familias campesinas que lo necesitan todo y ahora mismo.
A pesar de ser zona de selva poco intervenida por el hombre, no tiene agua potable, lo que indica sin rodeos el nivel de desidia con la que el Estado ha tratado a esta zona rural que, a última hora, le solucionará al gobierno un asunto logístico vital para los acuerdos de La Habana.
En Caño Indio estará una de las zonas veredales acordadas entre gobierno y Farc para alojar temporalmente a los guerrilleros mientras cumplen con la entrega de sus armas a la ONU y avanza el proceso de paz.
Una zona perfecta para ello, en concepto de guerrilleros que estuvieron allí con comisionados del gobierno en busca de aprobar el sector como zona veredal: no hay energía eléctrica ni agua potable ni telecomunicaciones ni asistencia en salud… Nada, realmente. Salvo una escuela con 20 niños y una maestra, ninguna otra señal indica que Caño Indio es un punto civilizado, aunque un siglo atrás…
Pero la guerra que lo ha mantenido aislado —en la zona se registra actividad de todas las guerrillas, como en todo Catatumbo— le permitirá ahora —ojalá— dar los pasos suficientes para ponerse al día en muchas cosas.
El campamento donde estarán los guerrilleros necesitará electricidad y agua potable, como servicios básicos. Y sin ninguna duda, el Estado les tendrá que dar a los campesinos algo de esto que llevan décadas pidiendo sin que los escuchen.
Quizás esta sea para Caño Indio la hora llegada, por la que han esperado durante generaciones. Quizás un azar de la historia ponga a estas gentes en el ojo de toda la burocracia. Ojalá recibir y alojar a los guerrilleros les deje beneficios a los que tienen todo el derecho, pero que de otra manera jamás les hubieran dado.
La economía de los habitantes mejorará, por cuanto, de acuerdo con todo lo pactado entre gobierno y guerrilla, en las zonas veredales transitorias, serán los habitantes quienes suministran la alimentación para los desmovilizados.
Quizás esta oportunidad los aleje un poco de sus cultivos de coca, a los que se han dedicado ante la imposibilidad física de hacer otra cosa para sobrevivir y les permita siquiera tener recursos para cavar los pozos sépticos que les permitan tener al menos una letrina de la que hoy carecen.
Para Norte de Santander es Caño Indio. Pero para Colombia son numerosos otros lugares que llegan del pasado a los primeros planos, todos en condiciones similares de abandono, producto de la abulia de la burocracia y de la ineptitud de los gobiernos para satisfacerles necesidades tan elementales como el agua potable.
Hasta nosotros está llegando, palpitante, ensangrentada, esa Colombia que ha vivido toda la guerra en toda su ferocidad… y llega para llenarnos de vergüenza. Sí, es la hora llegada.
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