El Catatumbo, Gramalote, Durania y Bochalema están sufriendo los rigores y azotes de la deforestación.
La deforestación
En buena hora se han encendido las alarmas por la grave calamidad pública que significa la creciente deforestación y sus devastadoras e imprevisibles consecuencias.
Como ocurre con otros asuntos de interés público, sobre el tema ya se conocen las causas y son muchos los estudios y diagnósticos que se han formulado.
Pero la deforestación no se detiene. Según el Ideam, Corponor y otras autoridades e instituciones públicas y privadas del país, Norte de Santander es la tercera región del país con más deforestación.
Entre 1990 y 2010 hubo una pérdida de bosques de 214.525 hectáreas, equivalente a 10.725 hectáreas por año.
Como si no fueran suficientes todos los azotes y embates que a diario reciben sus sufridos pobladores, la región del Catatumbo se ha vuelto el foco de deforestación más preocupante del país en los últimos años.
Esto era apenas previsible, pues para nadie es un secreto que el aumento de los cultivos ilícitos en las zonas del conflicto armado y la irracional voracidad de los taladores de bosques ha venido menguando la reserva forestal con sus fatales secuelas.
Pero otras regiones de Norte de Santander como el antiguo y destruido Gramalote, Durania y Bochalema vienen sufriendo también los estragos de la deforestación y la tala indiscriminada de árboles.
El panorama es triste, pero es más preocupante que aunque la realidad se conoce parece no mover a nadie. En 2015, durante la Cumbre del Cambio Climático en París, con bombos y platillos el Gobierno colombiano se comprometió a reducir a cero la tasa neta de deforestación en el Amazonas para el 2020. A cambio de su esfuerzo: Alemania, Reino Unido y Noruega prometieron apoyar con US$100 millones gradualmente, siempre y cuando se redujeran las cifras, para lo que se creó el programa Visión Amazonia. Igualmente estos donantes manifestaron que si la deforestación también se reducía en el resto del país podrían destinar el doble de ese monto inicial.
Pero esta realidad y estos compromisos no parecen estar en las agendas, por ejemplo, de los candidatos presidenciales y de nuestros dirigentes políticos que se encuentran en plena campaña.
En el 2016 Colombia borró de su territorio 178.597 hectáreas de bosque, lo que en términos gráficos es como perder un departamento como el Quindío anualmente y cada hora se pierden 20 hectáreas de bosque (Ideam, 2017). El Ideam, encargado de calcular la cantidad de bosque que pierde Colombia, anunció que la deforestación aumentó un 44 % respecto al 2016.
El 45% del territorio nacional se utiliza para fines diferentes a su vocación, generando un conflicto por uso de las tierras. Por ejemplo, en 1993 la ganadería ocupaba 40.1 millones de hectáreas, mientras que su potencial de uso se reducía a 15.3 millones.
50% de los suelos del territorio nacional presentan algún grado de erosión, de los cuales el 24.4% es de carácter severo. En la zona andina, el problema de erosión severa es más grave dado que las tierras afectadas sobrepasan un 80%. Se ha determinado que anualmente entre 170.000 y 200.000 hectáreas de terreno inician procesos erosivos.
La deforestación afecta todo el país. En el Pacífico, los únicos bosques húmedos de importancia mundial contaron con una tasa de deforestación del 16% debido a la extracción de madera y cultivos de comercio no lícito.
Del bosque seco solamente queda alrededor el 1,5% de su cobertura original y en la región Caribe, máximo representante de este tipo de bosques, la deforestación tuvo una equivalencia del 14% del nacional. No fue más porque ya no había más que tumbar, según dicen los expertos.
La pérdida de bosques también contribuye de manera contundente a la pérdida de biodiversidad y al deterioro de los ecosistemas y por ende representa un problema para las comunidades locales, para las cuales los servicios ecosistémicos son la fuente de su economía y bienestar. Cerca de 2.194 plantas y 503 animales están amenazados en Colombia por la desaparición de bosques y selvas.
Como se puede apreciar, el problema de la deforestación no requiere más análisis, estudios y diagnósticos. Urgen las acciones y cuanto antes, mejor.
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