Que por una noche unos policías duerman en donde les llegue la noche, es algo normal. No siempre pueden pasar la noche en casa. Las circunstancias de su trabajo así lo determinan.

Pero, por las particularidades del caso, es necesario establecer diferencias entre una situación accidental y la realidad que viven de manera permanente los 30 agentes de la estación policial del corregimiento de Las Mercedes.

Allí, los policías llevan largos meses afrontando enormes dificultades logísticas originadas en la falta de un cuartelillo como el que hay en todos los demás pueblos de Colombia, por razones de diversa índole que incluso tienen que ver con la insistencia reiterada de no obedecer a la Corte Constitucional.

Dormir detrás de un árbol, sobre un andén, al lado de una pared, en fin, donde nadie más lo haría en condiciones normales, es, como lo denunciaron sus parientes, lo normal en Las Mercedes, un pueblo acosado desde hace varios años.

La Policía de Las Mercedes no tiene estación, porque fue destruida por las Farc en el comienzo de una serie de hechos que solo han tensionado las relaciones entre la comunidad y el Estado representado por la institución armada.

Los habitantes acudieron ante la Justicia para pedir que la nueva sede policial no sea construida en el casco urbano, donde, al hacerla blanco las guerrillas, sufren las consecuencias las casas de los civiles.

La Corte les dio la razón a los ciudadanos, y ordenó a las autoridades de Norte de Santander y de Sardinata (en cuya jurisdicción está Las Mercedes), a la Policía y al ministerio de Defensa, construir el cuartel fuera del casco urbano, en un esfuerzo de los jueces por aminorar los riesgos de la guerra.

El ministerio y la Policía se han negado a cumplir el mandato de la Justicia, y como consecuencia, los policías en Las Mercedes no tienen ni donde dormir, en una situación indigna que causa el obvio rechazo general de los colombianos.

Lo peor es, sin embargo, que la terrible situación de los policías era ignorada por los altos mandos, según lo admitió el general Jaime Vega, comandante de Policía de la Región 5, en declaraciones para una radio.

¿Cómo puede ser ocultada una situación anómala como esta, que compromete la integridad física de los agentes y destruye su dignidad? ¿Qué se pretende con esconder una realidad que de todas maneras se hizo pública?

Ojalá la reacción nacional haga reflexionar a los responsables de construir la nueva sede, para ubicarla donde ordenó la Corte y preservar la seguridad de todos los habitantes, que tienen que dormir lejos de sus casas, en la mitad del pueblo más alejada de la montaña.

Y, conocida la realidad, ojalá la Policía y el Ejército actúen y vayan hasta la zona donde están desde hace años los guerrilleros y desde donde disparan todas las noches.

¿Quién explica por qué ni la Policía ni el Ejército suben la montaña y disipan, de una vez por todas, las amenazas de las Farc contra el pueblo, contra los policías y contra los ciudadanos?

Consideramos que las denuncias tienen toda la razón, pero confiamos en que, desde la comodidad de sus despachos, los responsables de la guerra contra la subversión atiendan las necesidades tan marcadas de los agentes de Las Mercedes.

Queda, sin embargo, la duda de si la de este corregimiento tan nuestro es única, si en otras zonas no se repiten estas circunstancias que hacen pensar en que el sacrificio diario de policías y soldados es mayor del que se puede imaginar.

De la voluntad de sacrificio de estos hombres no se puede dudar un ápice, pero tampoco es como para mantenerlos en condiciones infrahumanas…