Estar en el tope de la lista en materia de muertos por coronavirus como sucedió el jueves en que Norte de Santander fue primero, por encima de Bogotá y el Valle del Cauca, o cuarto, como ayer, empatado con Cundinamarca, comprueba que estamos en el más peligroso de los escenarios.

Se acuerdan cuando al principio de la pandemia escuchábamos y veíamos que estaba falleciendo gente en las casas y en calles por la COVID-19, ahora resulta que en el departamento estamos al borde de que la catástrofe en la salud lleve a pavorosos espectáculos.

Hay que aplaudir al gremio médico por la contundente carta enviada a la Gobernación y a la Alcaldía de Cúcuta, que en un  lenguaje directo les reclamó actuar con contundencia para prevenir un desastre.

Pero también resultó impactante lo expuesto frente a la desobediencia ciudadana para acatar las medidas de bioseguridad como el uso de tapabocas, lavado constante de manos y el distanciamiento físico.

“Amplios sectores de la población asumen de manera flagrante e irresponsable conductas de riesgo, omitiendo normas básicas de prevención y de convivencia”, dijeron los profesionales de la salud sobre quienes van por ahí como si nada pasara, exponiendo a muchos a enfermarse gravemente o a morir.

Lo ocurrido por las calles de Cúcuta, Pamplona, Villa del Rosario, Ocaña y demás municipios es lo que ha llevado a que la ocupación en las unidades de cuidados intensivos esté en el 99% en la capital nortesantandereana y en el 94 % en el departamento, hecho que equivale a que no hay cupo para atender a más personas que lleguen en búsqueda de ese servicio, lo cual implica prácticamente que quedar en altísimo riesgo de muerte.

Pero lamentablemente eso parece no importarle mucho a la mayoría ciudadana. Entonces, ha llegado el momento de que las autoridades apliquen la ley contundentemente a todos, sin excepción alguna.

En otras palabras. Como es obligatorio llevar el tapabocas, entonces simplemente proceder a exigirle al ciudadano infractor la cédula y aplicarle el respectivo comparendo, para ver si tocándole el bolsillo recuerda que él es responsable de que otros no sufran o fallezcan por su irresponsable actuación frente al coronavirus.

 Y como la situación ya ha entrado en una fase de alta complejidad, también hay que ser inflexibles con los establecimientos donde no se acaten el distanciamiento físico y la restricción en los aforos para evitar aglomeraciones.

Hay que exigirles a los bancos, EPS, farmacias, empresas de telefonía y casas de giros que hagan cumplir la distancia de  dos metros entre personas cuando se forman las filas en las calles a la espera de poder entrar, porque ahí esas instituciones deben hacer ver su responsabilidad social.

Y a la Policía de Tránsito, que hace tantos retenes, le ha llegado también la hora para que actúe desde el punto de vista de la prevención y requiera a las busetas para que los pasajeros lleven los tapabocas y se evite el sobrecupo y que las ventanillas vayan abiertas para permitir la aireación.

Ya no debe de haber contemplación de ninguna clase, porque los niveles de letalidad, de mortalidad y de aceleración de contagio del coronavirus prueban que de no actuar con firmeza, el resultado final tendrá visos de una película de terror.

Como la desobediencia ha sido recurrente, entonces las autoridades simplemente tienen que amarrarse los pantalones y actuar como lo señala la Constitución y la Ley.