Pasada la jornada electoral del domingo, una de las tareas pendientes del alcalde electo y de los demás aspirantes que participaron en la contienda es limpiar la ciudad.

Empapelada como quedó, es casi un deber cívico de quienes compitieron por dirigir los destinos de la ciudad desinstalar toda la publicidad con la que inundaron hasta el más recóndito rincón de Cúcuta y su área metropolitana.

Ojalá no se repita la experiencia de elecciones anteriores, en las cuales la publicidad política de los candidatos ha perdurado por años, deteriorando espacios sin que nadie se haga responsable, afeando muros, postes, paredes y en general el mobiliario de la ciudad.

Esta tarea no es un asunto menor, especialmente en momentos como el actual en el que la administración municipal adelanta varias obras de embellecimiento de la ciudad, a través de la recuperación de separadores, plazoletas, redomas, y lugares emblemáticos como monumentos.

En algunos de estos espacios, como la Avenida Panamericana, se están cambiando avisos políticos de campañas viejas y de la reciente por murales que muestran la riqueza de la ciudad. Esta labor realmente debería ser un complemento de la limpieza que adelanten cada una de las campañas.

Es solo un ejemplo que deben dar quienes se supone más respetan y aprecian a la ciudad, y que deben seguir los cucuteños en el momento en que se den al servicio de todos los lugares que ahora están sometidos a reparación, mantenimiento o remodelación.

La inversión que está haciendo el municipio en este asunto asciende a los 30 mil millones de pesos y contempla también el cambio de look de lugares emblemáticos que hoy están deteriorados como el monumento al músico Elías M. Soto, las estatuas de Simón Bolívar y el general Francisco de Paula Santander, en el Malecón; el reloj del sol en la Zona Franca; la escultura de cerámica debajo del puente Elías M. Soto; el indio motilón en la subida a Atalaya, la redoma de San Mateo, entre muchos otros.

La responsabilidad de mantener y cuidar estos lugares una vez estén renovados es de todos los ciudadanos. Evitar que los ensucien, que los llenen de grafitis, que los deteriores o que se roben el mobiliario o incluso las flores que se sembrarán para embellecerlos, como ha sucedido en otros lugares de la ciudad en el pasado, es una tarea de quienes los vamos a disfrutar.

La defensa de esos bienes refleja el sentido de pertenencia que tienen los cucuteños por lo suyo. ¿Qué tanto hay que decir para explicar que proteger eso que nos identifica como ciudad redundará en beneficio de todos?

Cambiarle la cara a Cúcuta tiene el objetivo de hacerla más amena a propios y visitantes. Es la oportunidad para dejar de quejarse y aportar al mantenimiento de los lugares públicos que vemos, visitamos, usamos todos los días, y que permitirán empezar a hacer de Cúcuta una capital más atractiva para el resto de los colombianos.

El ejemplo debe empezar por casa; los movimientos políticos, que fueron quienes la ensuciaron en los últimos meses, deben ponerla en orden.