Según los resultados, quienes más dicen haberse visto afectados en la disminución de sus ingresos son los desempleados (78,6%).
El dilema de la frontera
En los diez meses que lleva cerrada la frontera, han sido constantes las posiciones encontradas de quienes defienden el cierre como un beneficio a largo plazo para que la ciudad cambie su vocación netamente comercial por una más industrial, y de los que, por el contrario, aseguran que solo ha traído desventajas y problemas a los cucuteños.
En concordancia, desde el 19 de agosto de 2015, cuando sorpresivamente el gobierno de Venezuela tomó la decisión de eliminar el paso en su frontera con Norte de Santander, los debates de si ésta debe permanecer cerrada, o, por el contrario, abrirse para que todo vuelva a ‘la normalidad’, han sido pan de cada día, y han generado duros debates, que se han nutrido de voces que exponen el punto de vista de los gremios económicos o de los sectores sociales, pero sin datos confiables que sustenten las posiciones en una u otra orilla.
La encuesta encargada y publicada por este diario en su edición dominical (ayer), permite acercarse un poco más a la realidad de lo que ha significado el cierre de frontera para ciudadanos, empresarios, trabajadores formales e informales.
El dato más significativo tiene que ver con la forma en que el cierre ha afectado de forma negativa a todos los encuestados por igual: desde empresarios hasta empleados y estudiantes. Los resultados indican que el 75% de los encuestados cree que su situación económica ha empeorado desde el cierre fronterizo, lo que da luces para entender la notable molestia de muchos sectores hace varias semanas cuando el presidente Juan Manuel Santos dijo en una cadena radial que en Cúcuta la mayoría de la gente estaba feliz con la decisión del gobierno del país vecino.
Según los resultados, quienes más dicen haberse visto afectados en la disminución de sus ingresos son los desempleados (78,6%), sector que, seguramente, encontraba en la economía informal propia de la frontera parte del ingreso que no obtenía a través de un empleo. El 77% de los empleados también asegura que su situación económica ha empeorado, mientras que en los empresarios, son el 77,6%.
En contraste con la afectación económica, está el incremento de los gastos, pues el cierre de la frontera obligó a muchos cucuteños que antes se abastecían de productos venezolanos, con precios mucho más bajos, a empezar a comprar en la ciudad, lo que les implicó un gasto adicional. El 84% de los encuestados aseguró que sus gastos se incrementaron notablemente tras el cierre de frontera.
En lo que se refiere al contrabando, la encuesta revela que los cucuteños no perciben mucha variación de este fenómeno con respecto a antes y después del cierre, pues el 46% considera que el contrabando se mantiene en iguales condiciones, mientras que el 35% considera que se ha disminuido y el 18% que ha aumentado.
En otros temas importantes y sensibles como el consumo de gasolina legal o ilegal y la posibilidad de que los propietarios de vehículos con placas venezolanas paguen impuesto de rodamiento, el temor de la gente en responder es notorio, porque casi el 80% prefirió no referirse a esos temas puntuales.
La notoria mayoría que desea que la frontera se vuelva a abrir (86%), y el resto de los resultados mencionados, son un indicador de que quizás la respuesta del Estado a las inmensas necesidades de la población fronteriza, disparadas con el cierre, no fue efectiva y no cumplió las expectativas de generación de empleo e incentivos para la creación de nuevas empresas e industrias.
Estos resultados demuestran que las autoridades locales, regionales y nacionales tienen mucho trabajo por adelantar en una ciudad en la que las oportunidades de trabajo son escasas, limitadas y de poco valor, y en donde la inseguridad se está incrementando, como una señal negativa de la compleja situación social que se vive.
Estando casi a un año de cumplirse el cierre de frontera, vale la pena preguntarse ¿En qué ha cambiado la realidad de la ciudad? ¿Se ha aprovechado este tiempo para hacer mediciones, sacar indicadores, establecer programas y sobre todo, prepararse para un eventual estallido social en Venezuela?
La respuesta parece estar clara. Los meses trascurrido son valiosos, pero parece que no se han aprovechado.
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