Hay que darse cuenta de lo grave y peligroso que resulta dejar que un mal crezca y se vuelva prácticamente inmanejable, como es lo que está pasando con nuestro casi centenario Cúcuta Deportivo, al borde de la desaparición.

Ese cuento de que al ser una empresa privada nadie puede ir a meterse -olvidando que es el activo emocional más importante de la región- debe de ser revaluado y eliminado, puesto que a todos nos duele, porque finalmente, bien o mal, el impacto es para todos.

Recordemos, por ejemplo, cuando llegamos al cenit con la conquista de la primera estrella, en 2006, y la extraordinaria actuación en Copa Libertadores que catapultaron a varios jugadores y sus precios de venta se dispararon.

Dinero a raudales ingresó. Muchos de los hinchas llegaron a pensar que esa platica (mucha además) iría a servir para volver al Cúcuta en un poderoso equipo económicamente hablando, para que nunca más viviera angustias y pudiera tener una nómina de lujo que siguiera luchando en los primeros lugares del torneo colombiano.

Pero finalmente eso no resultó siendo así por la misma concepción como se manejan las empresas futbolísticas, pues dichos cracs no eran propiedad del Cúcuta sino de los accionistas, razón por la cual no llegó ni un dólar de eso.

Este aspecto debe llevarnos a reflexionar para exigirles al Ministerio del Deporte, a la Superintendencia de Sociedades y a la misma Dimayor el cambio en la conformación de esas empresas que tienen que ver con el fútbol y así permitir, por ejemplo, que obligatoriamente todos los jugadores, estrellas o no, hagan parte de sus activos, para que finalmente sirvan de base para cualquier negociación.

Lo otro que ha dejado ver este pasaje siniestro del Cúcuta Deportivo, es el riesgo que significa la llegada de empresarios considerados ‘mercenarios’ a quienes solo les interesa el negocio y llenarse los bolsillos, se burlan de la afición y son desafiantes porque parecieran tener poderosos ‘amigos’ que los protegen.

Es momento también para que la Dimayor, oficial y formalmente, aclare si es cierto que la ficha del equipo quedaría en manos de José Augusto Cadena y la ciudad quedaría huérfana. Sobre esto, en el portal de Caracol Radio hay una declaración de Fernando Jaramillo dirigente de esa entidad, según la cual “eso no se le entregó a Cadena, no tiene nombre propio”.  

Lo recomendable en esta grave situación en la que se encuentra comprometida por el momento la participación en el campeonato de 2021, es edificar sobre lo que ha dejado este nefasta experiencia, procurando enmendar toda esa cantidad de errores cometidos en el pasado que al final equivalieron a una goleada de la que ha resultado complicado recuperarse.

Esta reconstrucción del club rojinegro es la oportunidad para que la ciudad se una y aporte lo mejor de sí para que esta insignia cucuteña recobre el brillo y quede blindada tanto de los politiqueros que la utilizan para luego hacer de las suyas, como de los negociantes que la usan con propósitos malsanos.

En la nueva era, el Cúcuta tiene que ser de todos -tanto en las buenas como en las malas- con una organización adecuada y una estructura empresarial sólida, con el debido respaldo y compromiso de las autoridades locales y el firme compromiso de la afición de acompañarlo en todo momento, puesto que así como habrá mayor exigencia, igualmente debe haber sentido de pertenencia para salvarlo y protegerlo.