"Si el Eln realmente tiene alguna voluntad con la paz de Colombia lo primero que debe hacer es liberar a todos los secuestrados y poner fin a los actos criminales”.

Las anteriores palabras fueron expresadas en Ocaña por el presidente de la República, Iván Duque, en su reciente visita de dos días a Norte de Santander. 

A lo expuesto por el  Jefe de Estado podría dársele la interpretación de  que la llave para reabrir la puerta del diálogo con esa guerrilla no fue arrojada al mar.

Como el Eln tiene uno de sus principales bastiones en el departamento tanto en los municipios fronterizos con Venezuela como en el Catatumbo, pues la Ciudad de Los Caro fue el mejor escenario para que Duque hablara como lo hizo.

Sin triunfalismos ni anticipando absolutamente nada porque es entendible que los canales entre el gobierno y esa organización alzada en armas están rotos, es indudable que deben hacerse ingentes esfuerzos para que esas palabras caigan en tierra fértil.

Esta región del país saldría altamente beneficiada con el hecho de que se lograra un proceso encaminado a pactar la paz con el Eln, en el entendido que es uno de los actores más activos dentro del conflicto armado en la región y en el país.

Es innegable que llegar a procesos inicialmente de desescalamiento y de ponerle punto final a las acciones violentas como lo plantea Duque, empezarían a dibujar una senda de paz y tranquilidad que igualmente necesitarían ser impregnadas con acciones de inversión social, apoyo al sector rural, salud y educación para las zonas desprotegidas y el fortalecimiento de  los tejidos empresarial y del trabajo.

Llegó el momento para que el Eln, cuyo balón lo tiene actualmente en su cancha, haga lo que tiene que hacer en favor del pueblo colombiano por el que dice luchar desde las montañas.

Dejar para siempre la práctica inhumana del secuestro y liberar a quienes tiene en su poder, interpretando lo dicho por Duque, podría resultar siendo una buena señal para la Casa de Nariño.

Estamos en diciembre, época propicia para la reconciliación, en donde el Eln podría darles el mejor regalo a muchas familias como es la de devolverles a sus seres queridos a quienes mantienen en cautiverio.

Ojalá mediante el concurso de la Iglesia católica y de las organizaciones de derechos humanos esa guerrilla comience a dar de nuevo los pasos indispensables para reanimar y darle confianza a una mesa de negociaciones.

Si el presidente les dijo desde territorio ocañero que liberen a los plagiados y le pongan punto final a  los actos criminales, pues denle el valor que esas palabras encierran, que no es otro que el de una posibilidad abierta para que el Estado y esa fuerza insurgente se sienten a deliberar y a zanjar diferencias y a construir un proceso de paz.

Recordemos que nosotros como territorio somos los que en últimas sentimos en carne propia los zarpazos del conflicto, puesto que todo lo que pasa en el Catatumbo de inmediato tiene su reflejo sobre ciudades como Ocaña y Cúcuta, esta última sufriendo hasta de desplazamiento en la zona rural, como sucedió recientemente.

Luego aunque el Gobierno Nacional tiene una visión sobre la paz con legalidad y la guerrilla plantea en su lucha posiciones frente a la explotación petrolera y de recursos naturales, lo cierto es que lo mejor es sentarse a dialogar para buscar y llegar a acuerdos y entendimientos en medio de las absolutas diferencias, porque la confrontación no es la salida.