Colombia llegó a ser uno de los países expulsores de miles de nacionales como consecuencia de los altos picos de arremetida que registraba el conflicto armado con las incursiones guerrilleras, los ataques paramilitares, las desapariciones, las amenazas de muerte, los asesinatos selectivos, el despojo y los desplazamientos.

Hacia naciones vecinas algunas de Europa y Estados Unidos salieron tanto por esa razón como en búsqueda de nuevas oportunidades, lo cual indica que nuestro país siempre ha estado en el eje del refugio, puesto que no olvidemos que el desarraigo interno no ha cesado en esta etapa de posconflicto luego de la firma del acuerdo de paz con las desmovilizadas Farc.

Primero como expulsor y ahora -quien lo creyera- se convirtió en receptor dentro de la que es considerada la mayor oleada de éxodo que proviene de Venezuela.

Para medir la magnitud, acudamos a esta cifra que la Organización de Naciones Unidas (ONU)  que señala en más de cinco millones las  personas que han abandonado su país desde 2015, por el agravamiento de la crisis económica, social y política.

Con el recorderis de que Norte de Santander con Cúcuta, Villa del Rosario y Los Patios como principales municipios en los que se concentran estos ciudadanos, sirve de marco para una nueva conmemoración del Día del Refugiado en el mundo.

 La Convención de 1951, que define quien es un refugiado, contiene una serie de sus derechos y también pone de relieve sus obligaciones hacia el país de acogida. La piedra angular de la Convención es el principio de no devolución. De acuerdo con este principio, un refugiado no debe ser devuelto a un país donde se enfrenta a graves amenazas a su vida o su libertad. Esta protección no puede reclamarse por los refugiados que están considerados un peligro razonable para la seguridad del país, que hayan sido condenados por un delito particularmente grave o que se consideren un peligro para la comunidad. 

La pandemia de COVID19 y las recientes protestas contra el racismo ponen de manifiesto cómo necesitamos luchar desesperadamente por un mundo más inclusivo e igualitario; un mundo donde nadie se quede atrás. Este momento que vivimos nos demuestra que todos desempeñamos un papel en la lucha para conseguir cambiar las cosas, ha dicho la ACNUR, que es la agencia de la ONU para los refugiados.

Un dato que también debe llamar a la reflexión es que el mundo está siendo testigo del mayor número de desplazamientos en la historia.

Una cantidad sin precedentes de 79,5 millones de personas en el planeta se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa de conflictos y persecución. Entre ellas, hay casi 30 millones de refugiados, de los cuales más de la mitad son menores de 18 años.

 Además, a 10 millones de personas apátridas se les ha negado una nacionalidad y el acceso a derechos fundamentales, como la educación, sanidad, empleo y libertad de circulación.

Precisamente, la Agencia de la ONU para los Refugiados tiene su Sede en Ginebra, aunque el 90% de su personal trabajan sobre el terreno. A 31 de mayo de 2019, una plantilla de más de 16.803 personas en 134 países proporciona protección y asistencia a millones de refugiados, repatriados, desplazados internos y apátridas.