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Domingo, 9 Junio 2019 - 3:58am

Mujeres palmeras, fruto del Catatumbo

Tivisay y Élida fueron las estrellas del congreso Nacional de Cultivadores de Palma por su labor como mujeres rurales y palmeras.

La Opinión
Tivisay Torrado en su finca, donde además de palma tiene una granja autosostenible.
/ Foto: La Opinión
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La vida rural no es para todos y en zonas olvidadas por el Gobierno Nacional, muchos campesinos prefieren irse a las ciudades en busca de oportunidades.

Algunos aceptan el reto de quedarse y hacer empresa de lo que pueden cultivar en sus fincas en medio de la incertidumbre que generan las actividades agrícolas.

Existe otro grupo más pequeño y menos común: quienes se van de la ciudad al campo a probar suerte.

Tivisay Torrado es un ejemplo de esta aventura, se fue de Cúcuta hacia Tibú hace ocho años con su familia y hoy es una de las principales productoras de palma de aceite en el Catatumbo.

Esta semana fue elegida entre 10 participantes como la Mujer Palmera del Año, en el marco del congreso Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite, desarrollado por Fedepalma.

La región la hizo lo que es hoy, a pesar de que en un principio empezó probando otras actividades agrícolas como la crianza de pollos y gallinas.

Junto a su familia obtuvo la finca Villamariana, de la vereda La Serena en Tibú, y allí empezaron a construir su vida en el campo.

“Al principio no fue fácil porque nosotros estábamos acostumbrados a la vida de ciudad, no conocíamos a nadie en el pueblo”, dijo.

Poco a poco, Torrado fue entendiendo cómo funcionaban los trabajos del agro y se fue enamorando de este estilo de vida.

Fue entonces cuando decidió apostarle a un cultivo de largo aliento como el de la palma de aceite.

“Yo veía que los vecinos de otras fincas tenían sembrada la palma y que parecía un buen negocio y le dije a mi esposo que empezáramos con eso a ver cómo nos iba”, agregó.

Sin embargo, no era tan fácil como parecía; para sembrar las 20 hectáreas de palma que hoy tiene se necesitaban más de $30 millones, pero ni los bancos ni cooperativas le facilitaron préstamos.

Un trabajo orgánico

Por eso, junto a su familia se le ocurrió la idea de construir una granja autosostenible en la que también se tienen pollos, cerdos, pescados, árboles frutales y viveros.

“Todo es totalmente orgánico, mis cosas son ecológicas, hacemos mucho reciclaje, reutilizamos llantas, potes, papel”, dijo.

Producen 17 frutas diferentes y de cada una tienen dos variedades.

“Entre todo lo que hemos intentado hacer bien, hemos aprendido”, dijo.

Con los ingresos que se obtenían de la granja, Torrado pudo empezar a sembrar la palma y obtener recursos, mientras pasaban los tres años que el cultivo tarda para dar fruto.

Además, recibió el apoyo de Palmicultores del Norte (Palnorte), empresa que le compra el fruto de la palma y contribuyó con fertilizantes, entre otras cosas.

Hoy, de las 32 hectáreas que tiene la finca, 20 están con el cultivo de la palma y las demás con la huerta casera.

Antes de que Torrado llegara a Tibú, vivía en El Tarra, donde conoció a su actual esposo. Allí montaron una panadería.

Los ahorros que obtuvieron de este negocio les sirvieron para comprar la finca en Tibú.

Sin embargo, de El Tarra salieron desplazados por la violencia hacia Cúcuta, luego fueron a Ábrego y finalmente llegaron a Tibú.

El reto de la palma

“Sembrar palma para uno como pequeño productor es muy costoso”, dijo.

Torrado empezó a cultivar una variedad de palma que no había llegado al Catatumbo y la suerte la acompañó pues se adaptó perfectamente a sus tierras.

A pesar del costo, considera que el negocio es muy rentable pues no hay inestabilidad de precios como en otros sectores.

“Es un cultivo muy sostenible, usted no tiene la preocupación de que sube o baja el precio, sino que cada vez que hay cosecha se lleva su platica al bolsillo”.

El amor por la palma y por su finca fue reconocido por Fedepalma, entidad que también le otorgó un premio económico para que invierta en su negocio.

“La finca llama la atención porque nuestra familia está muy unida trabajando, es muy bonito llegar allá”, dijo.

Élida, un ejemplo de resiliencia

Norte de Santander fue protagonista del congreso Nacional de Cultivadores de Palma, al llevar a dos mujeres como finalistas de la premiación.

Aunque Élida Jáuregui no obtuvo el primer puesto, su historia conmovió a la Federación y a los asistentes del evento.

Jáuregui también es de Tibú, tiene cuatro hijos y hace muchos años vivía del cultivo de pancoger, como el maíz, el fríjol, la yuca y el plátano.

Sin embargo, vivió muy de cerca la ilegalidad en la zona, con los cultivos de coca, pues era muy común que los hijos se dedicaran a ser raspachines.

Con la llegada de la palma de aceite sintió que el sentido de su vida y la de muchos campesinos del Catatumbo cambió para bien.

“Tenemos una unidad familiar alrededor del cultivo de palma, y mis hijos, a pesar de tanta violencia que se ha vivido en la zona, pudieron empezar a estudiar, hoy en día los cuatro son bachilleres”, dijo.

Jáuregui, quien tampoco había terminado sus estudios de bachillerato, pudo hacerlo y ahora también es técnica del Sena.

Un cambio de cultura

Élida Jáuregui fue reconocida por Fedepalma. Su historia conmovió a los asistentes. 

“Al principio fuimos muy temerosos porque fue un cultivo nuevo que nos llegó a la región y uno llega a pensar si afectará el tema del agua y el medio ambiente”, dijo.

La finca está compuesta por 15 hectáreas de las cuales 5 están con la palma de aceite.

Jáuregui considera que la mayor diferencia y satisfacción entre cultivar coca y palma, es la tranquilidad.

La coca la conoció en 2002  y con la llegada de los paramilitares fue desplazada.

Luego vivió tres años en el casco urbano y cuando supo del cultivo de palma sintió temor de aceptarlo de una vez.

Años después tomó la iniciativa de sacar un préstamo que fue aprobado.

“Lo mejor es poder salir y vender una tonelada de palma tranquilo y no tener en medio de la selva a los muchachos raspando y que en cualquier momento se los lleven porque es algo ilícito”, dijo.

En cuanto a lo económico, considera que vale la pena pues es un cultivo a largo plazo.

“Yo también le hago la invitación al estado para que invierta en el Catatumbo y nos dé ese apoyo para cambiar los cultivos ilícitos por cultivos como la palma”, dijo.

En la zona del Cataumbo hay más de 20.000 hectáreas sembradas con palma de aceite.

La Opinión

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