Biolub es una empresa que en sus inicios se pensó como la primera fábrica de lubricantes del departamento.
Elaboran lubricantes con residuos de aceites
Fabricar combustibles y bases lubricantes a partir de aceites residuales es la apuesta de un proyecto nortesantandereano que desde 2009 lucha por permanecer en el mercado siendo ambientalmente sostenible.
Biolub, una empresa que en sus inicios se pensó como la primera fábrica de lubricantes del departamento, se vio obligada a reinventarse a raíz de la crisis originada por el cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela, en 2015.
Diego Archila, gerente de Biolub, explicó que inicialmente la empresa funcionaba con las uñas en una bodega muy pequeña donde se traían insumos de Venezuela que terminaban vendiéndose en el interior del país, pues en el departamento la competencia por precios era muy grande.
En ese entonces, se conseguían lubricantes de Venezuela en muchos lugares desde 5 mil pesos.
Archila explicó que antes del cierre de frontera vendían al año 350 millones de pesos con bases importadas y luego presentaron pérdidas de hasta más del 100%.
“Solo vendíamos 70 millones de pesos al año, nos íbamos a quebrar”, dijo.
En ese momento surge la necesidad de buscar una alternativa diferente, conservando la manufactura local.
“Nosotros nos dimos cuenta de que en cualquier momento el flujo de bases que estábamos obteniendo de Venezuela iba a cesar y tendríamos que pasarnos a hacer lo que hace todo el mundo: comprarle bases a Ecopetrol para manufacturar y vender”.
Se requirió un trabajo de más de un año en un laboratorio químico investigando como se podrían obtener esas bases de otra forma que no fuera comprarlas a Ecopetrol.
Con este experimento, Archila y su equipo de trabajo descubrieron que a través de procesos químicos se podían recuperar bases lubricantes a partir de aceites usados que salen de los carros y las motos.
Después de ese tiempo, se logró crear un proceso propio basado en otros que ya existen en el mundo.
El resultado: una base que se compone 80% de aceite residual o usado y 20% de betún asfáltico que se usa para hacer carreteras.
“Se aprovecha el 100% del residuo, pero para nuestro negocio el 80%”, expresó Archila.
UN NUEVO COMIENZO
Con sello propio y el nuevo producto listo, en 2015, Biolub buscó la ayuda de la Corporación Propulsora de Empresas (Proempresas) y del programa gubernamental de fomento a la innovación y el emprendimiento iNNpulsa, que en ese momento lanzaron una convocatoria para iniciativas de todo el país.
El proyecto logró ganar a nivel nacional y obtener financiación a través de un ángel inversionista que les facilitó recursos por 270 millones de pesos para la creación de la planta.
“Fue un proceso bastante largo porque es algo que nunca se había hecho en Norte de Santander y tiene un factor de riesgo alto”, expresó Archila.
Dos años tardó la instalación de la nueva fábrica que ahora tiene dos plantas.
La primera ya existía desde 2009 y fue modificada, mientras que la segunda se creó desde cero y ahora es el lugar donde se hace la refinación de los aceites.
El producto final está dirigido a las fábricas del país que hagan lubricantes, grasas, valvulinas o cualquier tipo de material lubricante.
Sin embargo, la meta a mediano plazo de Biolub es lanzar su propia línea de lubricantes.
A nivel nacional, las bases de aceites ya se venden en Bucaramanga, Bogotá, Barranquilla y Medellín y ya se está explorando el mercado internacional con fines de exportación, especialmente en Centroamérica.
“A nivel internacional, las bases está tomando otra vez un precio atractivo y el hecho que estemos sacando una base más económica nos favorece”.
APROVECHAMIENTO DE LA REGIÓN
La mayor parte de los aceites que se usan para los productos de Biolub se recolectan en Norte de Santander, solo algunos insumos son importados desde Estados Unidos.
Dependiendo de los requerimientos de los clientes se usan bases nuevas.
Para la tarea de recolección se adaptó un camión que va a las diferentes partes donde les facilitan los aceites residuales.
Algunos lugares que quedan muy lejos le pagan a la empresa por recolectarlo, otros no pagan nada, y otros, por el contrario, cobran el insumo.
La mayor cantidad proviene de un grupo de pimpineros de la región que hace el trabajo de recolectarlo para conseguir algunas ganancias.
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