Los hoteles y restaurantes en la isla están abarrotados.
Cuba depende del turismo y no del crudo venezolano

Algunas refinerías han quedado a oscuras. A miles de trabajadores del estado les han recortado las raciones de gasolina. Es casi imposible encontrar material de construcción.
Pero los hoteles y restaurantes en Cuba están abarrotados, las principales aerolíneas estadounidenses aumentan sus frecuencias de vuelo a la isla y las tiendas del gobierno están llenas de pollo congelado y de golosinas procedentes de Estados Unidos. Hasta ahora, Cuba ha soportado el vendaval derivado del desmoronamiento de la economía de Venezuela y de las manifestantes contra el mayor aliado socialista de Cuba.
Aún no se materializa el temido retorno al “Periodo Especial” de la Cuba post soviética, en donde había desabasto de alimentos y apagones, gracias a que la conservación energética y el crecimiento del turismo y de las remesas compensan la mayor parte del golpe de un recorte de casi el 50% en la ayuda petrolera de Venezuela, con valor de cientos de millones de dólares al año.
El impulso generado por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos en 2015 no ha dado muestras de desaceleración: Cerca de 285.000 turistas estadounidenses visitaron la isla en 2016, un incremento del 76% respecto al año previo, y el gobierno cubano destacó que el número de visitantes estadounidenses aumentó un 125% en enero.
De cualquier forma, los cubanos siguen de cerca la situación en Venezuela en busca de señales de un mayor recorte en los embarques de crudo, mismos que se pagan con servicios de doctores del gobierno cubano que acuden a “misiones” en vecindarios pobres de Venezuela. Hasta ahora, el gobierno de Cuba ha canalizado casi todos los recortes al sector público, al cortar el uso de aires acondicionados y horas de trabajo de verano en las oficinas gubernamentales, y más recientemente, al eliminar el abastecimiento de gasolina “especial” de mayor octanaje para los empleados del Estado.
Funcionarios de alto rango a menudo reciben autos del gobierno y una ración mensual de combustible; su sueldo de entre 30 y 40 dólares al mes, prácticamente les imposibilita costear la gasolina, que vale más de un dólar por litro (más de 4 dólares por galón). Como sucede en básicamente todos los aspectos de la economía cubana, las tarjetas de combustible especial que se entregan a los empleados públicos han dado pie a un próspero mercado negro.
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