Un equipo integrado por excombatientes de las Farc tomó los remos y compitió en Australia, dejando un mensaje de paz para el mundo.
Del río Pato al Tully: Así fue el remo por la paz en Australia
Margarita Rosa Silva Enviada especial de Colprensa
A más de 14.000 kilómetros de casa, en la ciudad de Cairns, Australia, el equipo de Remando por la paz conoció por primera vez el mar. Donde vive, en el corazón de San Vicente del Caguán, departamento de Caquetá, no hay, por supuesto; lo más parecido que tiene es el río Pato, donde hace poco más de un año comenzó un sueño que lo llevó hasta el otro lado del planeta.
Duberney Moreno, el capitán del equipo, compuesto por cinco excombatientes de las Farc y tres miembros de la comunidad de Miravalle, Caquetá, es también el fotógrafo del grupo - se ha dedicado a capturar los principales momentos de lo que ha sido para la mayoría de ellos, el primer viaje internacional de sus vidas. Cuando le preguntan qué significa para él la paz, responde: “Es poder ir al río a hacer rafting”. Es una respuesta sencilla, pero poderosa.
Años atrás el río era uno de los centros de operaciones de las Farc y zona de enfrentamientos con el Ejército, en una zona recordada por todos los colombianos como la zona de despeje, donde la guerrilla se establecería durante varios años.
Desde ese rincón de Colombia, volaron por más de 30 horas para llegar hasta el río Tully en Australia, reconocido ampliamente por ser uno de los más peligrosos del mundo y, por ello, un escenario frecuente de competencias de rafting.
Aunque desde Colombia lo habían estudiado virtualmente, habían leído sobre cómo eran sus rápidos y analizado su geografía, llegaron a competir en él sin haberlo navegado una sola vez. Eran los únicos entre los 49 equipos que llegaron desde 19 países diferentes que no lo conocían: algunos llevaban meses practicando en el sitio y ya habían competido en el pasado.
A pesar de ello, los colombianos no solo aceptaron el reto, sino que lograron obtener resultados similares a los de Noruega y Rumania. Y lo más importante, conservando su vida: En el Tully, al menos cinco muertes se presentaron en la primera década del 2000.
Y es que era muy fácil volcarse, cuentan los miembros del grupo, que fueron testigos de la desgracia de otros equipos. “Pero nosotros no nos volteamos ni una vez, como otros que terminaron entre las piedras y se lastimaron bien feo”, señalan, orgullosos de su hazaña.
Además, no fue fácil sobrellevar el desgaste físico. La comida que recibieron, cuenta Hermides Linares, líder del equipo, no era suficiente. “Nos hacía falta el arrocito”, comenta entre risas. Confiesa que estar tantos días comiendo ‘a medias’ fue un factor determinante en su desempeño.
Pero a pesar de las dificultades, se encontraron con el cariño de compatriotas que llegaron desde todos los rincones de Australia a apoyarlos. No solo les hicieron barra con banderas y coros, sino que los llevaron a conocer los canguros, y hasta les organizaron un asado para que recuperaran energías. Y por supuesto, también les prepararon el arroz que tanto añoraban. “Encontrar un colombiano por aquí, así sea ‘rolo’, ‘boyaco’, o lo que sea, se siente como si fuera el hermano de uno”, dice Duberney.
Pero ese cariño también lo recibieron de personas de todos los rincones del planeta que compitieron a su lado. Al ver que era su primera contienda internacional, les daban consejos técnicos para abordar el imponente caudal. “El problema era el inglés”, confiesa Hermides riendo.
“A duras penas nos entendíamos con los brasileros, y por supuesto, con los ‘ticos’”. A pesar de las limitaciones de idioma, sus contrincantes hicieron un enorme esfuerzo por hacerles entender la admiración que sienten por ellos y por su mensaje: la paz es posible, y existen las segundas oportunidades. El equipo de Remando por la paz fue el centro de atención para muchos, porque a diferencia de los demás, estaban ahí no por su desempeño físico o técnico, sino por su historia de vida.
“Lo dimos todo. Remamos mucho. Yo creo que todo eso lo veían los otros competidores, porque nos decían que a pesar de no tener experiencia, teníamos mucho corazón”, dice Duberney.
Fue esa misma pasión la que le transmitió Frellin Alberto Noreña - o ‘Pato’, como le llaman sus compañeros - a los demás participantes del torneo, cuando interpretó una canción del compositor argentino Víctor Heredia, luego de que culminaran una de las competencias.
Aunque pocos entendieran su letra y no tuvieran idea de español, Frellin logró transmitirles su poderoso mensaje. El sentir de un pueblo tras 60 años de conflicto armado:
“Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron Sobreviviendo dije, sobreviviendo.
Tengo un poema escrito más de mil veces, en él repito siempre que, mientras alguien proponga muerte sobre esta tierra y se fabriquen armas para la guerra, yo pisaré estos campos... sobreviviendo”.
Remando hacia el futuro
Ver cómo personas de tantos países conocen del proceso de paz fue una de las mayores sorpresas para el equipo. Gente de lugares tan lejanos de Colombia, como Japón o Ucrania, y los mismos australianos, les expresaron su admiración también durante su visita a la universidad de Queensland, una de las más prestigiosas instituciones del país, donde fueron recibidos como invitados de honor antes de su regreso a Colombia.
“No somos personas malas, somos personas que queremos trabajar y hacer que Colombia sea mejor”, expresó Duberney en un discurso que conmovió a decenas de colombianos que llegaron hasta aquel salón para compartir con ellos. Muchos les agradecieron por su papel en el proceso de paz, y les dijeron que su labor es, para ellos, un mensaje de esperanza y de que al regresar a su tierra natal, por primera vez podrán encontrar paz.
En su visita a Australia recordaron cómo su sueño comenzó un día cualquiera, cuando varios de los desmovilizados en la zona veredal tomaron un bote y, con un habitante de la zona que sabía algo de rafting, se lanzaron al río sin saber mucho de técnica.
“Afortunadamente no pasó nada”, dicen ahora con humor. Comenzó como una actividad turística, sin mayores expectativas, transportando a algunas personas que, como un acto de fe, decidían confiar en sus servicios.
Fue más adelante, con ayuda de Mauricio Artiñano, oficial de las Naciones Unidas para la verificación de la implementación de los acuerdos de paz en Colombia, que comenzaron a entrenar para ser profesionales en la materia. “Ustedes tienen muchas ganas, mucha pasión, pero de rafting no tienen idea”, recuerdan que les dijo en ese entonces.
Hoy le agradecen, pues fue él quien les ayudó a tener entrenadores costarricenses en el Caquetá, que les brindaron sus conocimientos de rafting antes de venir a la competencia. Él, además, es quien los ha acompañado minuto a minuto durante la travesía, incluso cuando faltando solo unas horas para abordar el avión, a varios miembros del equipo aún no les habían llegado las visas para poder viajar.
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