Tiene una sensibilidad afinada que ha educado a lo largo de su existencia.
William Ospina, la mirada de un poeta iluminado
Si William Ospina se asoma a un aljibe de Cartagena de Indias, es probable que vea algo más que las ondas que sutilmente acaricia el viento en el agua. Él escucha lo que cuenta el agua en el tiempo.
Tiene una sensibilidad afinada que ha educado a lo largo de su existencia, con la curiosidad insaciable de los arqueólogos o los cazadores de tesoros recónditos en el abismo del océano.
Habla como escribe, con el acento musical de sus perplejidades depuradas en la lectura que hace del universo con sus siete sentidos. Además de los cinco conocidos, el de la intuición de la belleza como la más alta fiebre a la que puede aspirar un ser humano, y el de la imaginación que suelta sus pájaros sedientos de luna.
El autor es uno de los probables elegidos a un Premio Nobel de Literatura, después de García Márquez.
No es una exageración. Es el logro de una vida consagrada en plenitud al reino insondable y misterioso de la palabra en todas sus formas, incluidas, la más elusiva de ellas, el silencio con el que se erigieron las catedrales góticas y las sinfonías eternas al amanecer.
Parar en seco
El mundo depredado, contaminado e invivible en que se habita hoy es como un potro incapaz de parar en seco, sobre las llanuras ardientes del Apocalipsis que se creía tan lejano. Tal como lo sentenció Montaigne, la frase es aplicable al ser humano: “En nada se conoce tanto el brío de un potro como en la capacidad de parar en seco”, que sirve de epígrafe al libro de ensayos ‘Parar en seco’, de William Ospina.
El poeta lleva al lector por las erupciones volcánicas de Islandia hasta Indonesia, a la desaparición de los hielos del Ártico, al continente de plástico del Pacífico, a la fragilidad alarmante de Siberia con la más grande reserva de metano del mundo, y revela un Apocalipsis inventado por los seres humanos, criaturas irresponsables que cada día requieren de mayor consumo de energía, extraviados eternamente en las pantallitas de los zombies deshumanizados, ensuciando todo lo que tocan y consumen.
Epílogo
La mirada poética de William Ospina (Padua, Tolima, 1954), le ha permitido descifrar e interpretar el mundo en que vive, y crear una obra personal que se expresa en tres géneros distintos pero comunes: la poesía, la novela y el ensayo. En todos ellos, fluye la poesía como una herramienta para pensar.
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