Un poeta y un cuentero que también es poeta se ufanan de haber cambiado su profesión por la poesía.
Poetas que renunciaron a ser normales
La ciudad esconde seres que sorprenden por su talento y habilidad para entretener con cuentos y enamorar con poemas a los agitados ciudadanos.
Un poeta y un cuentero que también es poeta se ufanan de haber cambiado su profesión por la poesía. Uno es de 1988 y el otro de 1953.
Andrew Dasilva pudo haber sido periodista, pero salió despavorido de ese oficio. Ahora es cuentero y poeta. En un acto de rebeldía a los 17 años, Óscar Schoonewolff abandonó la carrera de Derecho por expresar su inclinación literaria. Dos vidas paralelas unidas a tantas letras.
“Cuando te escribo te beso,
Cuando me lees me besas,
Escribámonos
Y leámonos
Con puntos y comas…”
Con poemas como este, Andrew enamoraba a sus compañeras de colegio. Nunca tuvo el coraje de acercárseles, solo las ponía a suspirar sin revelar su identidad.
Desde hace seis años su corazón tiene dueña. La conquistó a punta de rimas y con un retrato vía internet. Ser poeta y cuentero pareciera tener lógica, para Andrew fue mezclar el agua y el aceite.
— Tengo una combinación mortal, son dos casos distintos. Ser lo uno sin dejar lo otro es una vaina arrecha— dice entre risas.
Cuando recita, es serio, se sumerge en las líneas que lo trasportan a un mundo inmerso en lírica. Viernes y sábados, por la noche, se trasforma. Tiene el espectáculo central en el parque La Canasta, a donde acude sin falta.
Entre apunte y apunte, atrapa la atención de los más de 50 hombres y mujeres que llegan para escucharlo.
— ¡Ese man es otro!— dice uno de los amigos que lo ha visto mientras recita poemas. - Es muy loco. Mírelo, no más, y ahora imagíneselo serio, frío, de voz suave y sin nada de exageraciones; simplemente es otro.
Andrew tiene atrapado al público. Está en marcha uno de los 200 cuentos de humor negro, que ha escrito y adaptado.
Entre tanto, al otro lado de la ciudad, Óscar intenta recitar, pero casi no puede. Desde casa, el poeta se esfuerza por reponerse. Más de seis meses estuvo enfermo: no dormía bien y comía poco.
“Su hocico en la bolsa la pata derecha escarbando un gato negro en la vía y ambos tensos el gato huye persiguiendo la sombra la fiera espanta con su incansable alarido”.
Óscar acaba de recitar un fragmento del poema Árbol que busca su designio. No logra completarlo.
— ¿Qué dice el doctor? ¿Qué es lo que lo afecta?
— Nada. Aún no se sabe. Estoy a la espera de los resultados de exámenes.
Óscar fue homenajeado en 2007, por una vida dedicada a la literatura. Una vida que de vez en cuando la usaba para vender libros y pescado. Es amante de la fotografía de acercamiento y de los huevos pericos, con pan integral y café con leche.
— No tengo vitalidad, ¿le parece bien si dejamos así? —pregunta cabizbajo.
Apaga los ojos, al menos por un rato. No dura mucho en ese trance, porque se acuerda de que debe decir algo. Se rasca el cuello, y sin moverse, habla otra vez...
— La falta de apoyo de la Secretaría de Cultura municipal para el arte terminó convirtiéndola en el lugar de la infamia. Eso es bueno que lo diga. Ellos cogen el dinero y hacen política. Mientras tanto, a nosotros, los artistas, nos tratan a las patadas.
En La Canasta, la función ha finalizado para Andrew, el poeta cuentero. Ahora, es momento de pasar el sombrero. La paga no supera los $80.000, que para el artista están bien. Admitió que es un ensayo, porque la remuneración mayor está cuando lo contratan de otros lados.
— Cobro, porque me creo profesional. Y aunque es poco, lo tomo como un taller al aire libre, para probar mis cuentos y cada día mejorarlos. En la vida artística, siempre vas a tener mala paga, y no por eso dejarás de hacer o que te gusta.
Andrew aspira a tener una empresa que le permita vivir del arte, porque no quiere ser esclavo de nadie.
El sociólogo Sixto Quintero dijo que vivir del arte es la única expresión no excluyente, a diferencia de las demás formas de trabajo.
— A estos dos poetas, a simple vista se les nota que el arte es la única forma de rebeldía ante la exclusión de una sociedad basada en lo tecnocrático, es decir, arte y técnica que nunca serán hermanas, porque la técnica lleva al orden y el arte a la libertad. Sin embargo, para nuestra sociedad deben estar unidas. Como país tenemos el lema ‘Libertad y Orden’, algo que no cuadra, pero que desde arriba lo hicieron cuadrar. Allí, es cuando nuestros personajes renuncian a ser simplemente normales.
*Laura Serrano
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