Rosalba Fuentes de Cuadros guardó por 60 años sus composiciones.
Poeta de Durania de 82 años lanzará su primer libro
A escondidas. Así se acostumbró a escribir Rosalba Fuentes de Cuadros sus poemas, escritos que le salían del alma, calmaban sus ansias y le alegraban sus solitarios días. Los mismos que permanecieron por 60 años en el anonimato, en un baúl debajo de su cama.
Aunque descubrió su talento para la composición literaria desde muy niña, cuando se ganó un concurso de poemas en Pamplona con su obra ‘La Sonrisa de Jesús’, un trabajo bastante pulido y técnico para su edad, se acostumbró a escribir para sí misma para no aguantarse los reproches de su padre.
“Las mujeres no deben estudiar. solo se casan y van a cocinar y a lavar pañales. Escribir es perder el tiempo”, eran las palabras de su papá cada vez que le escuchaba decir que quería estudiar periodismo y letras.
Estos reproches lejos de truncar su vena literaria, la inspiraron para hacer nuevos poemas, donde resaltaba el carácter de su padre, sus afanes del día a día y, por supuesto, la belleza de su natal Durania.
Al casarse trató de convencer a su esposo de que su don de escritura debía salir a la luz pública, pero tampoco tuvo su apoyo y siguió escribiendo a escondidas.
“A mi esposo le hice muchos poemas y ni siquiera con eso pude convencerlo”, recuerda en medio de risas. “Esperaba a que él se fuera a trabajar para sentarme a escribir tranquila”.
Hace diez años, Roosevelt Cuadros, uno de sus hijos, descubrió el viejo baúl y tras leer cada uno de los escritos de su puño y letra, le reprochó por ocultar semejante talento.
-Hijo usted que está haciendo con eso, preguntó Fuentes un poco ofuscada, al ver un tapete de poemas en la sala de su casa.
-Eso le digo yo… ¿Qué es lo que usted está haciendo con todo esto guardado mamá?
Desde ese momento. Sus poemas dejaron de ser un secreto y todos sus hijos se reunían a escucharla recitar.
“Mis hijos se convirtieron en ese apoyo que siempre busqué. Y ellos me impulsaron a transcribir mis poemas y compilarlos para lanzar un libro”, explicó emocionada Fuentes.
Le compraron un computador, le contrataron una instructora y le construyeron su propio estudio en su casa de Villa del Rosario. Por primera vez en setenta años, Fuentes pudo escribir en un lugar distinto a la soledad de su cuarto. Ya no tenía que esconderse.
Con su hijo, Roosevelt, reconocido pintor cucuteño, ya había hecho los primeros bosquejos del libro. En una página iría uno de sus poemas y en la otra una pintura de él.
“Tuve la dicha y la fortuna de compartir con mi hijo la fe y el amor por el arte”, dice al evocarlo.
Sin embargo, la sombra de la muerte frustró sus planes. Hace dos años su hijo fue asesinado en Rionegro (Antioquia), y solo le quedó el poema ‘El artista’, una dedicatoria que le entregó la última vez que se vieron.
Hoy, a sus 82 años, Fuentes sigue escribiendo casi que todos los días. Escribe de su gato, de las madres, de los hijos, de Durania, de la gratitud, de todo… mientras que sus hijos la motivan a seguir con su sueño de compilar su obra en un libro.
El secreto de su vena artística se ha filtrado entre familiares y conocidos y ha sido invitada en repetidas oportunidades a recitales en colegios y universidades, donde desde el más pequeño al más viejo queda extasiado con sus composiciones.
Fuentes sueña con que sus poemas tengan eco en todo el departamento, y porqué no, a nivel nacional. Tras seis décadas de anonimato y oscuridad, está convencida de que está en deuda con sus escritos.
A continuación el primer poema escrito por Rosalba Fuentes en 1949: ‘La sonrisa de Jesús’
Una tarde Jesús, cansado de su largo peregrinaje
Camino a su predilecto monte de Los Olivos
A la sombra de higueras, captus y cipreses,
Contemplaba ensimismado, allá a los lejos
Su bella Jerusalén, con sus discípulos.
Los arreboles coloreaban las colinas,
Y el viento suave acariciaba sus mejillas.
A distancia, los gritos de los pastores se oían
Y sus discípulos, descansaban perezosos.
Al divisar a Jerusalen, linda, alegre y soleada,
Y sentir la ingratitud y traición de sus hermanos
Sus ojos bellos miraron con tristeza el cielo
Y a su padre oró, por su ciudad, que tanto amaba.
Mucho tiempo pasó después… el velo de la noche
Los cubría, las luciérnagas y luceros titilaban.
Unas perlas dolidas, asomaron a sus ojos bellos
Y por su túnica blanca como centellas caían.
Cerró sus ojos húmedos y suspirando ahora
Esos ojos azules, impregnados siempre de dulzura
Inclinó la cabeza y copiosamente, sudándole la frente
Oró a su padre triste, por su calvario inminente
Largo tiempo pasó… la fresca brisa acariciaba sus mejillas
Y lentamente le secó sus lágrimas
Y al mirar nuevamente al cielo sorprendido quedó Y frunciendo el ceño, sutilmente… sonrió.
¿Por qué?, a su padre entusiasmado vio
Con los traviesos luceros jugueteando…
Las picarescas estrellas le rodeaban y reían
Y millares de ángeles, le cantaban felices.
*La Opinión
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